domingo, 19 de diciembre de 2010

Bogotá

La ilusión de los últimos días en el área de Santa Marta, la impresión que causa la subida a Teyuna, la ciudad escondida -perdida- de los Tayrona, incluso el parque Nacional Tayrona, Pueblito, las playas, ... han hecho que el relato del viaje a Colombia no haya empezado por el principio y el principio era Bogotá.
Lunes 15 de noviembre. Ligero retraso en la salida de Madrid: cuando salí de la terminal internacional de El Dorado ya era de noche. Primera impresión favorable, el servicio de taxi, de precio ajustado a salvo de las contingencias del tráfico.
La primera mañana me lanzo a la calle temprano. La luz me ha despertado muy pronto. En esta latitud antes de las seis de la mañana luce el sol. Desde mi habitación Montserrate parece al alcance de la mano. Bajo por la carrera séptima hacia el centro. Las iglesias barrocas de la Veracruz y San Francisco están con muy buena entrada, casi lleno. Es martes y poco más de las ocho de la mañana. Cualquier párroco en una ciudad española firmaría por algo semejante.

En la esquina del Banco de la República, avistando la estación "Museo del Oro" del Transmilenio, me intentan timar. El sistema está en la guía y me lo ha advertido Mauricio. Es frecuente que alguien se haga pasar por policía en busca de alguna recompensa. Me sorprende lo rápido que lo han intentado y me entra la risa. El "gancho" era supuestamente boliviano y me pregunta una dirección ... después aparece el "policía" ... No me vuelve a ocurrir en tres semanas. Está claro que Bogotá es muy grande pero mi aspecto de guiri debe ser impresionante. La mochila, el plano, ... Claro que sin salir de Barajas un mexicano me ha hablado en inglés y aclarada la situación, me ha dicho que tengo aspecto de ser de Boston ¿? 

En la plaza Bolívar ya luce un árbol navideño, son tempraneros estos colombianos. A las 10, desde la esquina de Santa Clara y Divorcio, parte un recorrido guiado por el centro histórico. El guía, policía, se lo sabe todo. Está todo más que bien salvo el chubasco de las 12 que se adelanta media hora, el grupo se disuelve y me refugio en el Museo del Oro. Gratis para mayores de 60, nacionales y extranjeros y con algunas salas muy impresionantes.

A la salida, de nuevo por la carrera séptima, en busca de "La Puerta Falsa" para el almuerzo, una tullida me recuerda a Esperanza Aguirre. Es el tono de voz. Está cantando con un karaoke casero en plena calle desde su silla de ruedas: realismo ¿mágico? El tamal está muy rico y Edison, el joven camarero, me acerca a casa al asociar mi procedencia con el Racing de una manera automática.

Un nuevo chubasco a las 14h. hace que me refugie en el Centro García Márquez, antiguo colegio de la Enseñanza, la primera institución que dio instrucción a las mujeres en el Virreinato de Nueva Granada. Inevitable volver a recordar Santander y los proyectos para la finca de ese mismo colegio en nuestra ciudad. Ha escampado ligeramente. La terraza del vecino café Juan Valdez es un buen lugar para tomar un "tinto" y la temperatura, incluso a 2.500 m. de altura lo permite. El tercer café del día aporta la segunda mancha a mi pantalón. La camarera se deshace en disculpas y es bien simpática y la mancha muy pequeña y estoy de buen humor y ... el camarero del hotel, por la mañana, ni se enteró. Pero con su manera de poner la leche en el café, el resultado estaba cantado.

La esquina no es mala para la sociología aplicada. ¿Hay más pordioseros que en Buenos Aires, que en La Habana, que en el Madrid de la crisis? No lo creo.

La segunda jornada en Bogotá me permite visitar con sol el cerro de Montserrate y la Quinta Bolívar. El chubasco amenaza y me moja antes de que consiga alcanzar el Museo Nacional, donde aprovecho para escuchar un concierto, tras la visita a varias salas, en espera de que escampe. 

Todavía no me he enterado de qué manera está lloviendo en Colombia esta temporada. Sin llegar al curioso restaurante "La juguetería", otro aguacero me hace apresurar el paso y tras el almuerzo debo abandonar el taxi que me conduce al Museo Botero. Aunque ha escampado, el atasco, debido a la lluvia, es fenomenal. Seguramente gano tiempo al ir andando.

El jueves tengo que madrugar. Me espera el Caribe

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