El último día de la marcha amanece precioso. La primera etapa, hacia abajo, no dura más que dos horas y media. A las 9.30 estamos ante un copioso "redesayuno" en el albergue de la primera noche. Aquel al que llegamos de noche y bien mojados. Como es habitual antes de llegar al Machete Pelao ya han empezado los truenos y una tímida lluvia. No es suficiente para disuadirnos del baño más espectacular de los cinco días. Una piscina natural, con posibilidad de salto y una corriente muy apreciable.
El almuerzo en un poblado típico de frontera, frontera entre el mundo medianamente civilizado y el espacio absolutamente salvaje, es muy reconfortante. Una cerveza fría, la electricidad sale al encuentro de los caminantes, se valora más cuando no se ha tenido en días. El pargo a la brasa está bueno pero le ha sobrado tiempo de parrilla. Y en medio de una lluvia cada vez más intensa se inicia el final de la aventura. El camino está mucho peor que cinco días antes por lo que los descensos del toyota son muy frecuentes. Casi anochecido llegamos a la carretera de la costa donde se vuelve a repostar gasolina venezolana de contrabando. Los cielos siguen abiertos.
La aventura se resiste a terminar. Un control policial retiene al conductor más de media hora pero se deja un chivato acústico encendido y al volver al volante, la batería está agotada. Empujamos entre risas que ya no tienen contención, avanzamos unos kilómetros con el motor aparentemente funcionando con corrección pero no era la batería la que estaba averiada y el que parece que está más cansado que nosotros es el alternador. Cuando la lluvia era más intensa, el conductor, el guía y el cocinero inician gestiones para que podamos regresar a Taganga. Un nuevo vehículo nos recogerá algo más de una hora más tarde. Casi a las nueve de la tarde el viaje finaliza.
Aunque las cuatro o cinco agencias que organizan la caminata han sindicado precios por presión de los guías y todas ellas cobran ahora 500.000 pesos, sería injusto que no haga un comentario positivo sobre lo bien que ha resultado la experiencia contratada con Expotur, de la calle 18 de Taganga. Por otro lado, poco más de 200 euros al cambio de finales de este año 2010, para cinco días de actividad en pensión completa, es un precio que en Europa puede ser difícil de creer.
La recomendación más importante creo que es la del peso. Se debe llevar un equipo doble. El primero se puede mojar la primera tarde y puede no volver a secar. Hay que llevar sólo otro y manternerlo seco con la protección adecuada, interna y externa, de la mochila. Con las temperaturas de la zona no es muy importante vestirse con ropas húmedas por la mañana. También es importante la protección de la cámara fotográfica si no se cuenta con una a prueba de agua. No se debe llevar nada que implique enchufarse a la red. No hay electricidad en cinco días, ni señal telefónica.
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