Entrada publicada en Aquí Diario Cantabria el domingo 5 de diciembre de 2010
He dudado con el título. Seguramente lo habré usado ya y además es polisémico de ahora mismo, que estoy volviendo, que cuando se lea esta columna en papel el domingo 5, ya habré vuelto si todo ha ido bien. Pero también, y no siempre ocurre, el volver es casi una decisión. Volver a Colombia otra vez. Es un país fantástico y me queda muchísimo por ver. Así que la tentación de seguir la política nacional, regional y local desde miles de millas de distancia, que tiene su aquel, no va a poder abrirse hueco esta semana.
Con sociología de taxi y lo ”conversones” que son los costeños, tres semanas en Colombia dan para una primera aproximación. Es un país emergente por territorio, recursos y población. Un país que ha mejorado enormemente su seguridad en los últimos años- qué haría yo aquí en otro caso- aunque las páginas de sucesos relatan a diario mucho más que accidentes de tráfico.
Es un país corrupto, pero no creo que más que Marruecos, el semisótano de nuestra península. Un país bastante singular en muchas cosas. Cuando se viaja desde el Caribe a Bogotá,-como estoy haciendo ahora- de hecho parece que se ha cambiado de país. La publicidad de su línea aérea nacional dice “Colombia, el lugar en el que la Reina Madre es la naturaleza”. Son unos republicanazos. Patrimonio cultural y natural a espuertas para potenciar un turismo respetuoso. Y remesas de emigrantes en el exterior ¿nos suena? También hay inversión extranjera. El crecimiento parece asegurado y necesidades hay casi todas.
Un país en el que los delitos son de tantos tamaños, por lo menos, como el ceviche de camarones de Juancho en la Primera C de Santa Marta. Se puede comprar gasolina venezolana de contrabando en el arcén de la carretera, en las zonas más próximas a la frontera. Es más barata y parece que mejor. Si se pregunta qué ocurre si la omnipresente policía avista un repostaje de ese pelo, sin palabras, el gesto alude a lo que en México se denomina mordida y aquí ya lo he olvidado.
Los programas para erradicar los cultivos de coca han hecho mucho, parece que la superficie cultivada es menos de la mitad de hace diez años, pero encontrar cocaína parece que bastante buena y a un precio que en Europa o EE.UU se juzgaría de risa, es un juego de niños, literal. Cómo cuando se mandaba al niño a por un cuartillo de tinto. Vino. Aquí, si no se dice algo más, el tinto es un café sólo. Aunque la noticia del jueves- cuando escribo- en el Hoy, de Santa Marta, es que están apareciendo nuevos cárteles.
Para qué hablar de la marihuana. Consumida con cierta relajación en público en lugares turísticos. Y a precios, de nuevo, que no tienen nada que ver con el mercado internacional.
La temperatura exterior va subiendo mientras el Airbus de Avianca desciende. Llueve en Bogotá, lleva semanas lloviendo en casi toda Colombia. Lo prodigioso es que no se haya suspendido nada de lo que tenía más o menos programado. Acabo hoy recordando al mando de la sección del ejército con quien conversé la noche del pasado sábado. Un profesional, seguramente reenganchado, que cumplía órdenes hace años, cuando al llegar a los poblados los campesinos, por definición, eran enemigos y colaboradores de la guerrilla, con lo cual los asesinatos se justificaban y que las cumple ahora, que le toca hablar de democracia y reconciliación ¿Nos sigue sonando? No sé si hay muchos lugares en el mundo en que un grupo de turistas pernocte en el mismo albergue que las unidades contraguerrilla de su ejército. Aquí puede ocurrir.
Gracias ,Roberto,por compartir este viaje a la ciudad perdida con tus amigos .Lo considero un generoso regalo que nos haces pues no es fácil que, al menos yo, pueda ir allí y sin embargo con tu relato y tus fotos de alguna manera lo he vivido .¡ QUÉ GRUPO ! con mayúscula , fantástico y me quedo corta y qué río ,el paraiso .gracias de nuevo te da tu colega Emma
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