En mi viaje a Argentina el pasado febrero conocí a Guada y Dani. Ella argentina y él colombiano. Me hablaron tanto de esta parte de Colombia que, aunque han tardado en saberlo, han sido decisivos en la elección de Colombia como mi destino de las vacaciones de la jubilación. Buscando, buscando y antes de cerrar el viaje, vi informaciones sobre la ciudad escondida de los tayrona en la Sierra Nevada de Santa Marta y la posibilidad de acceder en una marcha de seis días.
He ido, he vuelto, lo estoy contando y estoy fascinado. Tengo 60 años cumplidos, físicamente no es una proeza, pero hay condiciones ambientales, físicas y humanas (Colombia ha cambiado mucho pero convivir una noche en uno de los albergues con una unidad del ejército no ocurre en cualquier lugar; Que el camino que teóricamente se hace en todo terreno haya que hacerlo en parte a pie, por las lluvias, y que se llegue de noche cerrada al primer albergue incluyendo el vado de un río crecido, completamente a oscuras y con el agua a la cintura ... Y mucho más que iré recordando. Sólo quiero resaltar que la caminata es lo menos importante.
Además de las personas queridas, las que siguen ésto y otras que ni siquiera están en la ciberonda, había tres cuestiones que he recordado en algún momento del aislamiento informativo. Era el fin de semana de las elecciones catalanas y del partido del siglo número 80 y x. También el Racing jugaba en casa. Digamos que me han gustado más los resultados del fútbol que los electorales.
Y finalmente en esta primera entrega, el grupo. El poderoso toyota que a la vuelta se quedó sin batería bajo un aguacero impresionante, me recogió en mi hotel primero. Y fuimos a un albergue donde esperaba el resto del grupo. Qué impresión. Uno con sus dudas digestivas y aparecen ocho jóvenes, seis hombres y dos mujeres, casi todos con camisas hawaianas y sandalias, y uno que olvida con frecuencia lo del hábito y el monje, y que por influencia materna tiende a dar importancia a la presencia externa aunque, contradicciones, no siempre la propia sea la ortodoxa que se espera, ... Oh cielos que grupo!
En la primera parada- para reponer gasolina de contrabando, venezolana, más barata y potente- dos de los chicos iniciaron el acercamiento, ya que yo iba en el lugar del copiloto y no había habido ocasión. Uno, norteamericano de Nebraska, con un castellano más que comprensible. El otro filipino-americano de California y residente en Brasil, con un castellano aceptable. Quedaban los de las camisas hawaianas.
Durante el almuerzo, en una recia comunidad denominada Machete Pelao, de dónde ya se sale caminando, me enteré de que eran australianos de Brisbane. Uno de los chicos y una de las chicas se hacían entender en nuestra lengua, pero pronto el inglés se oficializó como lengua del grupo y el grupo empezó a serlo.En menos de una hora de marcha las bromas y comentarios lo demostraban. Antes del final de la primera etapa ya me habían adoptado. El de Nebraska o yo traducíamos a y de los guías. José y Johnatan ese primer día. Aunque luego sería Antonio el guía oficial.
El mal estado del camino nos retrasó tanto que salimos de El Machete a las 14.30 Ya se sabía que llegaríamos de noche al final de la primera etapa. (Continuará- supongo)
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