La llegada al primer alojamiento, con la noche bien cerrada y tras el vado de un río muy crecido a oscuras, ya indicaba que la ruta iba a tener más dificultades colaterales que la propia caminata. Mi mochila se había sumergido bastante. Esta primera cabaña a la que llegué empapado, no mucho más que los demás, con la cámara más que húmeda y temiendo por ella, resultó ser el alojamiento de más calidad de todos los de la ruta y la cena tan buena como las demás. Todas ellas por encima de lo que se podía esperar a priori.
Mi primera noche en hamaca resultó muy reparadora y el chocolate de primera hora, reconfortante. La excursión optativa del día, debe esperar para ser publicada. Y las frutas previas al inicio de la segunda jornada de caminata, directamente espectaculares.
Empezamos a caminar poco antes de las nueve de la mañana. Ese día el sol no apareció. La que estuvo omnipresente fue la lluvia que no había cesado en toda la noche. Nos cruzamos con diversas patrullas del ejército colombiano, de la unidad contraguerrilla. Más tarde supe que habían dormido muy cerca.
Aunque de entrada no lo entendí bien, minutos antes de mediodía alcanzamos la segunda cabaña y esa era la etapa del día. Las instalaciones aunque con literas, eran inferiores a la primera. Sólo dos mesas y dos duchas y dos retretes para .... muchos. Coincidimos esa noche cuatro grupos. Dos ascendentes y dos descendentes.
Carlos y yo nos bañamos en el río. Era más apetecible que las duchas.
Nos pasamos la tarde de charla. Antonio, el nuevo guía, vió que me podía estar aburriendo tanto tiempo con los jóvenes y la charla en inglés y me pasó una guía de educación primaria con la explotación de los recursos naturales y culturales del área de la Sierra Nevada de Santa Marta. También desbloqueó la situación la presencia de una alemana, más o menos de mi edad, que no se había lanzado a la última etapa y estaba allí esperando a su marido. Ambos dando la vuelta al mundo en un velero de 12 metros atracado en Santa Marta en aquel momento.
El grupo se hizo mucho más grupo esa noche. Quizá el hecho de que hubiera otros grupos en el albergue nos reforzó la unidad interna y algo que fumamos colectivamente seguramente ayudó.
El sábado amaneció despejado, con una bonita media luna aureolada a poco más de las cinco de la mañana.
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