La mañana de este tercer día es espléndida. Después de un maravilloso desayuno, a las 7.30 estamos en marcha. La verticalidad del sol en esta latitud llama la atención. La temperatura a unos 600 metros de altitud no llega a ser agobiante ni con el esfuerzo de la marcha.
Reflexionando sobre el desayuno, todo parece que está mucho mejor organizado de lo que puede aparentar a primera vista. Antes de media hora hay que cruzar un Buritaca. más que bravo y muy crecido. Es el único paso de río en los cinco días de marcha en que un ingenio mecánico, por más que rústico, nos ayuda en el intento. Hemos alcanzado al grupo anterior y nos alcanzará el siguiente. El paso es lento, necesariamente de uno en uno y con vuelta de la "cesta" vacía.
Son tantos los cruces de río que se efectúan en los cinco días que no es fácil recordar cómo se resuelve cada uno. Algunas veces saltando piedras, la mayoría entrando al cauce con el agua a distintas alturas. En esta ocasión no fueron pocas las veces en que el agua, muy brava, llegaba a la cintura, incluso al pecho. No en balde está lloviendo en Colombia de la manera que García Márquez describía en "Cien años de soledad". En esos vados más difíciles la ayuda de una soga es imprescindible.
A mediodía hemos alcanzado el tercer albergue. 800 metros de altura. Las nubes ya hace rato que han cubierto el sol. La duda que tenía el guía ya está resuelta. Alcanzaremos Teyuna al día siguiente temprano. Hay más garantía de contar con buen tiempo. Hacia las dos de la tarde ya ha empezado a tronar. Hemos almorzado ligero y algunos nos hemos bañado en el río. Pese a su furor, me sigue pareciendo más apetecible que la ducha. Empieza a llover con esa sensación de que no lo haya hecho nunca y que alguien necesite desquitarse. Al atardecer la columna militar con la que nos hemos ido cruzando llega para pasar la noche con nosotros. Todo se resuelve con la fuerza de la costumbre. Se encienden más fogones para la cena y se despeja una de las cabañas para los milicos.
Con alguno de ellos la conversación llega a ser sabrosa. Son costeños. De Cartagena y Barranquilla la mayoría. Van a pasar tres meses de servicio en Teyuna. Con muy poco contacto con el exterior. Están apenados por el aislamiento que van padecer especialmente en Navidad aunque los de Barranquilla ya sueñan con el final del turno a tiempo para llegar al carnaval.
El mando me hace varias confidencias. Quizá ha estado un poco celoso de mi animada charla con los subordinados. Me censura el fumeteo de los australianos, en público ... A la mañana siguiente, hacia las seis, en la orilla del río que muchos elegimos para lavarnos, milicos y turistas, uno de los soldados ofrece compartir canuto ...
Son tantos los cruces de río que se efectúan en los cinco días que no es fácil recordar cómo se resuelve cada uno. Algunas veces saltando piedras, la mayoría entrando al cauce con el agua a distintas alturas. En esta ocasión no fueron pocas las veces en que el agua, muy brava, llegaba a la cintura, incluso al pecho. No en balde está lloviendo en Colombia de la manera que García Márquez describía en "Cien años de soledad". En esos vados más difíciles la ayuda de una soga es imprescindible.
A mediodía hemos alcanzado el tercer albergue. 800 metros de altura. Las nubes ya hace rato que han cubierto el sol. La duda que tenía el guía ya está resuelta. Alcanzaremos Teyuna al día siguiente temprano. Hay más garantía de contar con buen tiempo. Hacia las dos de la tarde ya ha empezado a tronar. Hemos almorzado ligero y algunos nos hemos bañado en el río. Pese a su furor, me sigue pareciendo más apetecible que la ducha. Empieza a llover con esa sensación de que no lo haya hecho nunca y que alguien necesite desquitarse. Al atardecer la columna militar con la que nos hemos ido cruzando llega para pasar la noche con nosotros. Todo se resuelve con la fuerza de la costumbre. Se encienden más fogones para la cena y se despeja una de las cabañas para los milicos.
Con alguno de ellos la conversación llega a ser sabrosa. Son costeños. De Cartagena y Barranquilla la mayoría. Van a pasar tres meses de servicio en Teyuna. Con muy poco contacto con el exterior. Están apenados por el aislamiento que van padecer especialmente en Navidad aunque los de Barranquilla ya sueñan con el final del turno a tiempo para llegar al carnaval.
El mando me hace varias confidencias. Quizá ha estado un poco celoso de mi animada charla con los subordinados. Me censura el fumeteo de los australianos, en público ... A la mañana siguiente, hacia las seis, en la orilla del río que muchos elegimos para lavarnos, milicos y turistas, uno de los soldados ofrece compartir canuto ...
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