Está a punto de cumplirse el 70 aniversario de la llegada de
la Kon Tiki a un arrecife de Raroia, una isla de las Tuamotu en la Polinesia
francesa. Thor Heyerdahl y sus cinco
compañeros lo consiguieron. Navegar casi 5.000 millas marinas
en 101 días en una embarcación como aquella tiene más que mérito. Estudios
modernos del ADN pueden poner en duda la teoría de Heyerdahl sobre los
pobladores de América y de Polinesia pero eso no me importa demasiado. También
me tocó estudiar el poblamiento de América desde Asia por Bering y en este
momento no sé si es creencia indiscutible.
Ese aniversario será el próximo lunes pero es posible que me
encuentre de vacaciones. Al fin y al cabo agosto es agosto incluso para los
jubilados. De momento hoy es todavía julio. San Ignacio. Patrón de dos
provincias vascas próximas. Ignacio de
Loyola y Thor Heyerdahl debían tener bastante en común pese a obvias
diferencias.
Mantengo una costumbre de muchos lustros, rara vez
interrumpida, y es comer en un día como hoy en Vizcaya –antes se escribía así-
pero no tengo ni un remilgo a la hora de escribir Bizkaia. Un caserío cercano a
Munguía nos acogerá a una banda de devotos de San Goyo. Goyo es/era un amigo
que hace tiempo que nos abandonó. Su viuda, Maite, mantiene la tradición. El 31
de julio Goyo cumplía años y ahí seguimos. Lo celebramos como antes de que nos
abandonara. Para nosotros hoy es San Goyo lo cual no evita que se cante la
marcha (martxa) de San Ignacio “Inazio, gure patroi handia(…)” no me sé mucho
más.
Mis amigos y familiares más o menos euskaldunes tienen el
detalle de cantar la martxa en euskera. En castellano me suena a un intermedio
entre Parchís y el himno de la
legión. Por aquí, recién celebrada la neofiesta del 28 de julio, vamos
superándonos en el capítulo de inventar tradiciones. La gente joven, me resulta
inevitable pensar en mi nieta, que alcanzará once meses de vida la víspera del
aniversario de la llegada de la Kon Tiki, cuando sea adulta, puede llegar a
creer que estas cosas son de toda la vida. Y así será. De toda su vida y casi
de la de su padre, mi hijo.
No tengo en forma hoy mi bola de adivinanzas. Lo noto. No sé
si esto llegará a algún puerto. Veo que hay quien se lo cree. Y algunos me caen
bien. Que celebran el día nacional de
Cantabria, lo cual aunque no queramos nos pone en una posición. Si hay un día
nacional debe haber una nación. No creo que se cuente con nosotros en lo de
nación de naciones y como se entere la presidenta andaluza...
Me ha resultado inevitable un recuerdo de juventud. Terminado
el servicio militar obligatorio volví a Barcelona al final del verano de 1973.
En alguna fecha de octubre o noviembre de aquel año, en un piso de la calle
Industria cercano al Hospital de Sant Pau, donde vivía una familia de
cántabros, en una sobremesa larga, alguien propuso crear el Frente para la
Liberación de Cantabria. La idea no fue mucho más allá. Casi todos los
asistentes teníamos militancias entre la izquierda clandestina y la
ultraizquierda ultraclandestina.
Años más tarde me publicaron una carta al director en
Triunfo, defendiendo la autonomía uniprovincial cuando era una idea discutida y
discutible. Ese terreno está casi virginal pese a las numerosas competencias de
las instituciones autonómicas ¿Quién necesita una nación cántabra del siglo XXI
y para qué? Y después, ¿la independencia? No sé si lo lamento pero no me parece
serio.
A modo de cambio y corto. El resultado del congreso de los
socialistas de Cantabria, ignorado en los medios nacionales por el fragor
valenciano y andaluz –tenemos el tamaño que tenemos- deja muchas incógnitas.
Celebro, por encima de cualquier otra cosa la llegada a la Ejecutiva del PSC de
la abogada de oficio que defendió el caso del menor camerunés. Samuel está desde ayer mucho más
seguro. Lo que no sé es como van a seguir en sus puestos todas las compañeras
de Eugenia en el Instituto Cántabro
de Servicios Sociales, con visiones tan distintas sobre un mismo caso… Esto continuará. Seguro.
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