miércoles, 5 de julio de 2017

El titular corresponde al adverbio de tiempo ahora. En noruego. Se ve cada vez que un autobús, un tranvía o un metro se acerca a la parada. No es difícil de aprender. Me parece que es la primera vez que escribo desde una latitud tan alta. He estado algo más cerca del polo norte, pero ni era inicio del verano ni la tecnología estaba tan avanzada. De aquel viaje a Islandia ya se han cumplido veinte años. Y de uno anterior a Noruega, uno más. Puede que ambos, y otros dos a Dinamarca, sean lo más exótico que me ha procurado mi trabajo como funcionario docente. Nada de aventuras tropicales que podrán explicar algunos colegas.

Sigo constatando a una edad ya avanzada, que sigue habiendo cosas que conoces pero que siguen chocando cuando las vives. Si Bergen en enero tenía alrededor de cuatro horas de luz diurna, Oslo estos días tiene más de veinte. Y no es ningún descubrimiento, pero a mí la luz diurna me despierta y después ya no duermo igual. Y hay mucho que ver en la capital de Noruega y una actividad que resulta insultante viniendo de atonías meridionales…

El viaje ha estado a punto de torcerse, de no existir. Ryanair canceló su vuelo Santander-Londres del pasado viernes. Ahora (Nå) va a contar más mentiras que las de las sardinas por los montes. Tratará de no indemnizar a unos cuatrocientos pasajeros abandonados en nuestro aeropuerto. También canceló su vuelo a Dublín. Es posible que cuente con algún certificado de Aena o de la Aemet que se lo permita. Es una compañía sui generis, con muy buenos precios, que hace competencia desleal a las otras empresas que cuidan algo mejor a sus pasajeros y que además recibe subvenciones con dinero público. Se supone que todo es por el bien de Cantabria que no tiene que ser necesariamente el bien de los cántabros. Un tema para los debates de nuestro presidente regional en las teles nacionales.

La víspera del cante de Ryanair era día de San Pedro y recuerdo que me reí bastante a costa de un programa de radio que metió a dos ministros, Báñez y Montoro, en su justa horma. Nos hemos acostumbrado a reír y debe de ser por no llorar. Claro que, ese mismo día o al siguiente, el día del cante de Ryanair, alguien muy importante del PP salió a decir que si se abusa de las reprobaciones ministeriales el problema es de la mayoría parlamentaria y no del partido reprobado. Por el mar, las liebres. Ni Ryanair ni el gobierno que padecemos va a conseguir… ¿o sí?

En el plano local el viaje ha hecho que me pierda una foto: La pancarta que da la bienvenida a las personas refugiadas colgada del balcón principal del Ayuntamiento de Santander. No va a durar mucho. No le gusta al equipo de gobierno, ni a muchos de sus votantes y una vez colgada descubro que tampoco les gusta a muchos de los contrarios al equipo de gobierno. ¿Tenemos arreglo?



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