El titular corresponde al adverbio de tiempo ahora. En noruego. Se ve cada vez que un autobús, un tranvía o un metro se acerca a la parada. No es difícil de aprender. Me parece que es la primera vez que escribo desde una
latitud tan alta. He estado algo más cerca del polo norte, pero ni era inicio
del verano ni la tecnología estaba tan avanzada. De aquel viaje a Islandia ya
se han cumplido veinte años. Y de uno anterior a Noruega, uno más. Puede que
ambos, y otros dos a Dinamarca, sean lo más exótico que me ha procurado mi
trabajo como funcionario docente. Nada de aventuras tropicales que podrán
explicar algunos colegas.
Sigo constatando a una edad ya avanzada, que sigue habiendo
cosas que conoces pero que siguen chocando cuando las vives. Si Bergen en enero
tenía alrededor de cuatro horas de luz diurna, Oslo estos días tiene más de
veinte. Y no es ningún descubrimiento, pero a mí la luz diurna me despierta y
después ya no duermo igual. Y hay mucho que ver en la capital de Noruega y una
actividad que resulta insultante viniendo de atonías meridionales…
El viaje ha estado a punto de torcerse, de no existir.
Ryanair canceló su vuelo Santander-Londres del pasado viernes. Ahora (Nå) va a
contar más mentiras que las de las sardinas por los montes. Tratará de no
indemnizar a unos cuatrocientos pasajeros abandonados en nuestro aeropuerto. También canceló su vuelo a Dublín. Es
posible que cuente con algún certificado de Aena o de la Aemet que se lo
permita. Es una compañía sui generis, con muy buenos precios, que hace
competencia desleal a las otras empresas que cuidan algo mejor a sus pasajeros
y que además recibe subvenciones con dinero público. Se supone que todo es por
el bien de Cantabria que no tiene que ser necesariamente el bien de los
cántabros. Un tema para los debates de nuestro presidente regional en las teles
nacionales.
La víspera del cante de Ryanair era día de San Pedro y
recuerdo que me reí bastante a costa de un programa de radio que metió a dos
ministros, Báñez y Montoro, en su justa horma. Nos hemos
acostumbrado a reír y debe de ser por no llorar. Claro que, ese mismo día o al
siguiente, el día del cante de Ryanair, alguien muy importante del PP salió a
decir que si se abusa de las reprobaciones ministeriales el problema es de la
mayoría parlamentaria y no del partido reprobado. Por el mar, las liebres. Ni
Ryanair ni el gobierno que padecemos va a conseguir… ¿o sí?
En el plano local el viaje ha hecho que me pierda una foto:
La pancarta que da la bienvenida a las personas refugiadas colgada del balcón
principal del Ayuntamiento de Santander. No va a durar mucho. No le gusta al
equipo de gobierno, ni a muchos de sus votantes y una vez colgada descubro que
tampoco les gusta a muchos de los contrarios al equipo de gobierno. ¿Tenemos
arreglo?
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