domingo, 23 de julio de 2017

Cicatrices y colapso


Desde hace ocho años los 22 de julio he amanecido con mis cicatrices muy abiertas. El pasado sábado hacía cuarenta años de la apertura de las Cortes, tras otros cuarenta de cierre por golpe de estado, guerra y dictadura. Dolores Ibárruri presidió aquella sesión. Por ser la más mayor entre los 350 diputados.

Aquel mismo día cambió mi estado civil. Que es lo que no he podido celebrar a gusto en los últimos años. Pero algo ha cambiado en mi vida. Y ese algo tiene nombre. Las cicatrices, que existen y son más que un recuerdo de bolero “…que llevamos en el alma cicatrices imposibles de borrar” duelen algo menos y la celebración ha sido posible. Lejos del lugar de los hechos.

Alejado de las fiestas de casa, de la humedad, de las querellas internas en casi todos los partidos, alejado de los suicidios relacionados con las tramas de corrupción, de la corrupción en la Federación de fútbol, que me recuerda insistentemente a la Casablanca de Curtiz, aquí se juega,… de los colapsos en edificios… de este edificio que se ha venido parcialmente abajo en una encrucijada importantísima de mi ciudad no puedo estar alejado.

Durante todo un año he pasado por esa esquina a diario. En la segunda planta había un cartel de se vende. Llamé. Tenía un precio imposible para mí. Estaban renovando la escalera, poniendo ascensor… el cartel desapareció y cambiaron las ventanas. Alguien compró pese al precio que a mi me pareció imposible. Espero que ese alguien no esté ahora mismo hipotecado hasta las cejas y sin vivienda. En el albergue municipal y debiendo miles de euros a una entidad bancaria. Escalofríos me produce la idea.

Las obras en el edificio han seguido. En uno de los locales comerciales… eso ya lo sabe todo el mundo y parece que una vez más el equipo de gobierno municipal intenta escapar sin responsabilidad de ningún tipo. Y la alcaldesa demuestra que entre los méritos que le han llevado al puesto no está la facilidad de palabra ni el poder de convicción. Yo, después de sus declaraciones sobre el título universitario que no tenía, es posible que no sea muy objetivo al juzgarla.

Después vino aquella aprobación al grito extemporáneo de un ciudadano extremista en un pleno municipal. Ahora su seguridad en que se va a saber todo lo relacionado con ese expediente de obra… no me lo creo. Los imagino trabajando en plenas fiestas para ver como se escabullen de lo que parece nepotismo de libro. Hay una oposición municipal más viva que en otras ocasiones similares. Es una prueba de fuego para todos. Para ver quien se ocupa y quien no de los intereses mayoritarios.

Esta vez, al menos, no ha habido víctimas. En otras ocasiones, otros colapsos con licencia de obra inapropiada, si hubo y no pasó nada. Nada. Las plegarias al santo patrón que no lo es, la relación de Santander y el señor Santiago pueden dar para un tratado de psicología, esas plegarias deben ir este año encaminadas a un ¡basta ya! Que empiece a haber un gobierno municipal que cuide los intereses de la mayoría. Esa simpleza democrática. Que el colapso alcance a las formas de gobernar la ciudad que se extienden desde hace cuarenta años que hizo otros cuarenta.



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