Los hechos que ocurrieron en la frontera con Marruecos, junto al paso del Barrio Chino, el día de San Juan en Melilla, han dado lugar a mucha polémica esta semana. Yo he visto un video de la BBC de casi media hora de duración. No voy a pedir ninguna dimisión porque no me toca, pero a muchos y muchas se les debería caer la cara de vergüenza. Aquellas primeras palabras del presidente Sánchez, cuando le pareció que todo se había hecho bien y el ministro del Interior que, casi cinco meses después, sigue agarrado a la brocha porque la escalera hace tiempo que le desapareció a Marlaska.
Hay crisis de pareja que afectan al mundo entero como las desavenencias entre Biden y Trump y otras con un alcance peninsular, como la guerra ya bastante abierta entre Yolanda y Pablo. Qué pena, fundamentalmente la última. La primera deja un poco de alegría. El resultado final para el Congreso será el que sea pero muy poco abultado pero que el Senado no se haya inclinado por la marea roja- allí todo es tan distinto que hasta los de derechas van de rojo- es una derrota magna del trumpismo. Cuando se bucea en los resultados se entiende que durante muchos días se fuera atribuyendo el escaño de Nevada a los republicanos. Pero los demócratas han ganado en los dos condados de las dos grandes áreas urbanas del estado, Las Vegas y Reno, y eso ha sido suficiente. Algo parecido sucede en Arizona, Phoenix y Tucson sirven para que el candidato demócrata le saque 130.000 votos de diferencia al republicano. La distribución territorial del voto en los EE.UU es digna de mejor conocimiento.
De la pareja local, muy poco para comentar. Antes muerto que sencillo el exvicepresidente Iglesias va a seguir enredando lo que pueda o le dejen. Conseguirá que algunos votos que podrían haber ido a Sumar o como quiera que acabe llamándose esa plataforma que debería aglutinar el voto a la izquierda de los socialistas, acaben en el PSOE pero que todo finalmente sea insuficiente. De victoria en victoria hasta la derrota final es una máxima muy querida en izquierdistas muy aquilatados.
Mi natural raquerillo tiende a contestar con rapidez. Una tal María Bravo me anuncia por correo electrónico que no ha podido entregarme un paquete que tiene para mí pero que si pincho en el enlace… He estado a punto de decirle a la tal María que yo también tengo un paquete para ella. Pero me he contenido. La autocensura me ha llegado. No he querido aclarar que mi dirección de correo sigue viva, no sea que me vayan a tentar con más paquetes y un día caiga en la trampa.
Después de 44 años de Constitución democrática, todos iguales y tal, después de gobiernos de centro, de derecha, de izquierda moderada y no tanto, nos enteramos de que los 3.000 empleados del Banco de España, que debe ser un curro descansado desde que tenemos una moneda diferente a la vieja peseta, y muy bien pagado, pues además resulta que los 3.000 tienen subsidios de vacaciones y casas para su ocio sin mezclarse con la chusma mortal. El oro de Moscú ha acabado apareciendo y todavía no he escuchado a nadie por encima de algún amigo o vecino, jurar en arameo. Hace una semana, en mi vuelo de vuelta de Amman a Madrid, una parte importante del pasaje, y no venían de incógnito, lucían orgullosos camisetas, gorras o chalecos de quienes les habían pagado las vacaciones: Compañías de seguros como Adeslas o Pelayo, y distribuidores de vehículos Mercedes Benz. Compañías privadas y tal. Ya. Pero podrían abaratar sus primas o sus vehículos sin esas vacaciones extra ¿no?
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