lunes, 5 de junio de 2017

Don de lenguas


Algunos años días como hoy son fiesta en Santander. Este año no toca. No nos conformamos con dos fiestas locales. Necesitamos tres. No sé si la alcaldesa irá a cocinar ante la ermita de la Virgen del Mar con la soltura con la que lo hacía su predecesor. La tribu popular no anda muy unida por aquí y te pueden echar en cara la falta de sal o lo contrario. Una medalla para esa Virgen que detiene los temporales es lo que nos falta para estar en la onda más moderna de la gestión local.

Alberto Pico, que iba diariamente a la zona de la ermita, ya apareció en la última entrada. Por un conflicto en el Instituto que lleva su nombre. Pero recordé que estaba cercano el aniversario de su desaparición. Creía que solo habían pasado dos años pero son tres. Coincidió con la abdicación del rey que se equivocaba, como la paloma de Alberti… Demasiadas emociones en pocas horas. Una enfermera creyó que tenía muy alterado el pulso o la tensión, o todo, y me pasé horas en urgencias. El médico que me atendía me frenó, estuve a punto de escaparme. No podía perderme el funeral de Alberto…

Las autoridades educativas de Cantabria, me duele confesarlo, no han debido creer nunca en el significado de la fiesta de hoy. Ese Pentecostés que se celebra en tantos lugares laicos de Europa, algo tiene que ver con el don de lenguas, el don divino de explicarse en lenguas desconocidas. En el Instituto de Secundaria Alberto Pico de Santander han tratado de que una parte importante de sus alumnos hablen lenguas extranjeras de una manera más científica. Los recortes, que parece que son algo abstracto cuando se afirman o niegan en el Parlamento o en las oficinas de prensa de los partidos, al final se traducen en algo así: todos iguales, que no es cierto de partida, y a ustedes les sobran cinco profesores. Se promociona un determinado pacto educativo, probablemente se usan recursos públicos para publicitarlo y después…

Pero claro, todo eso son menudencias locales. El fiscal anticorrupción ha durado menos de un cuatrimestre: Es muy original la adaptación marianista de poner la zorra al cuidado de las gallinas. Tampoco ha estado mal la duda de si había que poner a parir a Trump o no por abandonar el pacto de Paris sobre el cambio climático. Es otra especialidad de Mariano y su primo. Menos mal que la voz de la amiga Merkel esta vez ha sonado alta y clara. Pentecostés estaba al caer.

Y como todo puede ser peor. Siempre. Aunque no se aplique la ley de Murphy, hoy, cinco de junio y lunes de pentecostés es el cincuentenario de la guerra de los seis días. La tercera de las cuatro que enfrentaron a Israel y sus vecinos a cuenta de Palestina. 50 años de saltarse a la torera resoluciones de derecho internacional. De usurpaciones diversas. De muerte y sufrimiento. Muchas muertes y mucho sufrimiento, casi siempre en cantidades tremendamente desequilibradas, siempre en perjuicio de los palestinos.

Si alguna vez alguien que pinte algo en lo que se llamó el concierto internacional quiere empezar a resolver dramas que se extienden por el planeta, que nos hacen a todos la vida menos amable y segura, tiene obligatoriamente que fijarse en lo que ocurre en ese lugar geográfico. Ese precisamente en el que alguna vez parece que se entendieron por influencia de la trinitaria tercera persona… ¿Dónde se ha metido la tercera persona? Por lo menos desde mayo de 1948 no está ejerciendo o, en el peor de los casos, de nuevo sin Murphy y como ave que vuela, está ya en alguna cazuela.





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