Algunos años días como hoy son fiesta en Santander. Este año
no toca. No nos conformamos con dos fiestas locales. Necesitamos tres. No sé si
la alcaldesa irá a cocinar ante la ermita de la Virgen del Mar con la soltura
con la que lo hacía su predecesor. La tribu popular no anda muy unida por aquí
y te pueden echar en cara la falta de sal o lo contrario. Una medalla para esa
Virgen que detiene los temporales es lo que nos falta para estar en la onda más
moderna de la gestión local.
Alberto Pico, que iba diariamente a la zona de
la ermita, ya apareció en la última entrada. Por un conflicto en el Instituto
que lleva su nombre. Pero recordé que estaba cercano el aniversario de su
desaparición. Creía que solo habían pasado dos años pero son tres. Coincidió
con la abdicación del rey que se equivocaba, como la paloma de Alberti… Demasiadas emociones en pocas
horas. Una enfermera creyó que tenía muy alterado el pulso o la tensión, o todo,
y me pasé horas en urgencias. El médico que me atendía me frenó, estuve a punto
de escaparme. No podía perderme el funeral de Alberto…
Las autoridades educativas de Cantabria, me duele
confesarlo, no han debido creer nunca en el significado de la fiesta de hoy.
Ese Pentecostés que se celebra en tantos lugares laicos de Europa, algo tiene
que ver con el don de lenguas, el don divino de explicarse en lenguas
desconocidas. En el Instituto de Secundaria Alberto Pico de Santander han
tratado de que una parte importante de sus alumnos hablen lenguas extranjeras
de una manera más científica. Los recortes, que parece que son algo abstracto
cuando se afirman o niegan en el Parlamento o en las oficinas de prensa de los
partidos, al final se traducen en algo así: todos iguales, que no es cierto de
partida, y a ustedes les sobran cinco profesores. Se promociona un determinado
pacto educativo, probablemente se usan recursos públicos para publicitarlo y
después…
Pero claro, todo eso son menudencias locales. El fiscal
anticorrupción ha durado menos de un cuatrimestre: Es muy original la adaptación
marianista de poner la zorra al cuidado de las gallinas. Tampoco ha estado mal
la duda de si había que poner a parir a Trump
o no por abandonar el pacto de Paris sobre el cambio climático. Es otra
especialidad de Mariano y su primo.
Menos mal que la voz de la amiga Merkel
esta vez ha sonado alta y clara. Pentecostés estaba al caer.
Y como todo puede ser peor. Siempre. Aunque no se aplique la
ley de Murphy, hoy, cinco de junio y
lunes de pentecostés es el cincuentenario de la guerra de los seis días. La
tercera de las cuatro que enfrentaron a Israel y sus vecinos a cuenta de
Palestina. 50 años de saltarse a la torera resoluciones de derecho
internacional. De usurpaciones diversas. De muerte y sufrimiento. Muchas
muertes y mucho sufrimiento, casi siempre en cantidades tremendamente
desequilibradas, siempre en perjuicio de los palestinos.
Si alguna vez alguien que pinte algo en lo que se llamó el
concierto internacional quiere empezar a resolver dramas que se extienden por
el planeta, que nos hacen a todos la vida menos amable y segura, tiene
obligatoriamente que fijarse en lo que ocurre en ese lugar geográfico. Ese
precisamente en el que alguna vez parece que se entendieron por influencia de
la trinitaria tercera persona… ¿Dónde se ha metido la tercera persona? Por lo
menos desde mayo de 1948 no está ejerciendo o, en el peor de los casos, de
nuevo sin Murphy y como ave que vuela, está ya en alguna cazuela.
¡Estupendo!
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