El viernes por la mañana recibí una llamada que me llenó de
alegría, lo he reflejado a medias en un comentario de respuesta a otro que un
buen amigo me hacía sobre la entrada anterior. Tiene mucho entusiasmo ese amigo
con alguna de las nuevas formas políticas presentes en nuestros parlamentos. A
mi me queda menos entusiasmo por las formas políticas. Por las nuevas y menos
aún por las viejas. No me felicito por ello. Simplemente es así o así me lo
parece.
La llamada se relaciona con un varapalo judicial al gobierno
regional. Un varapalo que podía y debía haberse ahorrado nuestro gobierno. Yo
he felicitado a la abogada defensora y ella me dice que está muy agradecida
conmigo. No he sido más que uno entre muchos. Ese trabajo de
activismo social que en muchas ocasiones te mueve cerca del desencanto cuando
no de la desesperación. Esas veces que parece que nada va a cambiar, que da
igual que gobiernen unos u otros, cuando rozas las antesalas de los poderosos
explicando lo que te parece obvio… algunas veces tiene un colofón feliz.
Hace poco más de dos años llegó a nuestra ciudad un menor
camerunés que cumplirá 18 el próximo 15 de junio, justo el día en que se llenarán
páginas con el 40 aniversario de nuestras primeras elecciones después de los otros
cuarenta de franquismo. El nombre en clave de Samuel ha movido tinta en nuestra región y fuera de ella. Su causa
recogió más de cien mil firmas en la plataforma change.org. Nuestra región roza
los seiscientos mil habitantes. Seguramente muchos firmantes eran de otros
lugares.
La sentencia judicial, que nunca debería haberse producido,
deja las cosas en su sitio. Samuel era menor cuando llegó, le quedan todavía casi
tres semanas con esa condición y hay legislación española e internacional de
protección a los menores que los servicios sociales del gobierno de Cantabria
han ignorado cuando no vulnerado a sabiendas. La vicepresidenta tuvo una
actuación en el parlamento regional, ante una pregunta de Podemos, que
personalmente me pareció vergonzosa. El presidente regional, tan dicharachero
en programas televisivos, ha pasado del caso. Lo puedo afirmar ya que junto a
una compañera de Pasaje Seguro Cantabria llegamos hasta su jefe de gabinete…
sensaciones muy cercanas al asco en todo este tema Samuel.
Y ayer domingo, temprano, veo que se me ha incluido en un
grupo de chateo telefónico que está pidiendo socorro literalmente tratando de
que la consejería de Educación, también de gestión socialista como los
servicios sociales, diferencie entre equidad e igualdad a la hora de dotar de
recursos para el curso próximo a un Instituto de Secundaria. Para mi no es un
instituto cualquiera. He trabajado en él los últimos 18 años de mi vida
profesional. Lleva el nombre del compañero de trabajo más notable de todos los
que he tenido, Alberto Pico, y
desarrolla su actividad en uno de los entornos sociales menos favorecidos de la
ciudad.
Hace casi nueve años la vida me colocó en una posición en la
que no podía prestar atención al pinchazo de la burbuja. De hecho no me enteré
bien. La vida me ha dado una segunda oportunidad y yo me sigo dedicando, como
en la primera, a colaborar, en mi medida, no muy grande, para que los más
desafortunados no sean olvidados de todo. Soy así. No voy a ganar nada pero
lanzo una pregunta:
La pregunta para el consejero y para la vicepresidenta es
¿Por qué se empeñan en que sus políticas no se distingan de las de sus rivales
conservadores? ¿Por dinero? Seguramente. Por qué no prueban a ahorrar en cargos
de confianza? Uno menos de esa lista puede pagar como mínimo a dos profesores
más. Cuenta de la vieja. De acuerdo.
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