Cada día que pasa entiendo mejor algunas cosas. Hay que
tener alguna edad para ello. No hay atajos. Las mezclas, los mestizajes, han
hecho evolucionar la especie junto a intercambios de todo tipo. Si media
familia dobla los calcetines como ya lo hacía la otra media, que a su vez hace
la cama como acostumbraba la primera, las dos partes han evolucionado, han
avanzado. Porque han juzgado que tenían a su alcance algo mejor y lo han podido
incorporar.
Si una parte de lo que, al margen de la denominación oficial,
es el estado del que tenemos la ciudadanía más de cuarenta y cinco millones de
personas, quiere cortar amarras con el resto, a mi no me parece un avance para
ninguna de las dos partes. Y no me vale la supuesta razón de unos frente a la de los otros. Saltarse la ley nos deja más
desprotegidos a los más débiles. Pero ampararse en una ley de un momento
determinado, que en si misma contiene posibilidades de reforma, y no puede ser
de otra forma, como si fuera alguna tabla divina entregada a Charlton- Moisés- Heston que es
intocable en si misma, coloca a los unos y los otros en el mismo plano. A mi
modo de ver en un plano en el que no destaca la inteligencia. La que nos ha ido
haciendo avanzar.
Me vale para Catalunya frente al resto de España, para la Unión
Europea frente a los distintos intentos de ruptura, o para quienes en los
Estados Unidos renieguen del pasado hispano de una parte notable de su
territorio y de su población. En todos los casos encontramos protagonistas
dedicados a la cosa pública que no ponen el interés general por delante de los
legítimos intereses particulares. Cada vez estoy más convencido de que lo que
ocurre es que creen que son más listos que quienes les votan. Y eso es bastante
poco probable.
En el combate interno en que se mueve hace meses el
socialismo español sigo, por puro azar, no nos conocemos personalmente, a un
político valenciano que me está gustando de una manera muy especial. Ha sido
alcalde de su pueblo y diputado en el Parlamento Europeo y quizá alguna cosa
más. Y lleva más de dos años comiendo de su trabajo profesional y entiende, y
lo dice, que la política no es una profesión. Es una dedicación. Que debería
ser temporal.
El trío de precandidatos socialistas, si no estoy muy mal
informado, solo ha trabajado para el partido. Solo han cobrado del partido. En
directo o por medio de un sueldo público obtenido mediante el partido. En
Cantabria los populares también han dado espectáculo. Sin llegar al trío aunque mucho mayor de lo que
acostumbran. Hacía más de veinte años que no ocurría nada parecido, y puede
volver a ocurrir. A finales de 1990 esa situación llevó a la presidencia de
Cantabria al socialista Jaime Blanco.
Reina por un día, o por seis meses. Hasta que los populares se comieron la
dignidad y rehabilitaron a Hormaechea.
Ahora algo parecido, la fragmentación del partido conservador, supondría
regalar la mayoría absoluta al regionalismo.
Quien haya diseñado el proceso de elección de los populares
de Cantabria no puede estar entre sus amigos. La primera parte, con voto
directo, por fin, de todos los afiliados da la victoria, ajustada, a uno. Y la
segunda parte, con el voto indirecto de los delegados, da una victoria mucho
más ajustada a la otra. Si tuviera carné popular, la providencia no lo quiera
ni permita y confunda a quien lo desee, hoy mismo me hubiera dirigido a los dos
para que abandonasen el puente de mando. Juntos. Diego tiene a donde volver. Buruaga
no lo sé.
Solo el circo murciano ha librado a los nuestros de las
primeras páginas nacionales
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