La radio. Como siempre, la radio. Escucho a alguien decir
que debe ocultar algunas titulaciones si quiere obtener un empleo. Algunas
veces, una capacitación muy alta para un empleo puede dejar al empleador sin su
empleado en cuanto al último le surja una cosa mejor, más adecuada a su
preparación… En ese día y en los siguientes, salta un escándalo que es más
escandaloso porque no es nuevo.
En el mismo partido en el que no comprobaron la titulación
de Roldán, aquel que se forró a
costa de la Guardia Civil, siguen pasando las mismas cosas. En la Guardia Civil
ahora pasan otras. Y no ya en el partido, o en un puesto público de
nombramiento directo y perfectamente prescindible, no. La propia Universidad de
Cantabria parece que no revisa los expedientes académicos de alguno de sus
contratados.
Es algo muy extraño. Yo he hecho en mi vida decenas de
fotocopias compulsadas de mis títulos. Las administraciones para las que
trabajé 31 años, la UNED, la propia Universidad de Cantabria… Las pedían sin parar,
una y otra vez, aunque tuvieran varios ejemplares. Y certificaciones
académicas. Debe estar pasado de moda pero era mucho más seguro para todos.
Como siempre, en esta parte de la Península Ibérica, no hay
ninguna responsabilidad. La joven socialista Goicoechea ha tenido la dignidad de dimitir, y eso deja en mayor y
mejor contraste otras indignidades. Pongamos la alcaldesa de Santander. Indigna
del cargo que ocupa por haber falseado durante años su supuesta diplomatura
universitaria.
Mucho se ha escrito sobre el fracaso escolar. Un contingente
muy importante del abandono temprano de las aulas se ha producido en los años
del dinero fácil en las comunidades más turísticas. El binomio
construcción/hostelería ofrecía mucho dinero a jóvenes con prisa y algunos se
iban sin terminar los estudios obligatorios. Las carreras políticas nunca han
sido objeto de escrutinio en relación con el abandono escolar y el consiguiente
fracaso.
Hubo un tiempo en que funcionó. Nos lo dijeron desde
pequeños. Una mejor formación académica nos proporcionaría una vida más cómoda
que la de nuestros padres. Algunos nunca le hemos dado mucha importancia al
hecho de haber obtenido un título universitario visitando la facultad
respectiva horas antes o después de una jornada laboral, a menudo muy larga. En
aquel tiempo de becas escasas y pocas universidades, era muy común. Ninguna
heroicidad por tanto.
Pero fuimos construyendo entre todos un régimen neoseñorial,
en el que el estamento privilegiado ya no lo era en razón de nacimiento. Ahora
se trataba de tener el carnet del partido adecuado en el momento adecuado y
saber votar al gusto de los que mandan. Si eso se hacía antes de los veinte
años y no eras especialmente torpe, aunque hay casos para demostrar que aún así, un empleo con miles de euros al mes estaba asegurado. A reírte de
los mileuristas que habían empezado la carrera a la vez y que además la habían
terminado. Los que se han tenido que ir al extranjero en el último lustro,
aproximadamente un millón, la inmensa mayoría con titulaciones superiores … con
esos ya ha sido de partirse.
Después viene mi curiosidad. Cuando se ha blindado la cara,
la prensa, la opinión pública, los votantes, los propios socios de partido no
importan mucho pero, en casa ¿cómo va el asunto dentro de las fronteras
domésticas? Qué se le cuenta a los maridos y esposas, a los padres y hermanos,
a los más próximos, que perdonan rápido pero se avergüenzan más intensamente…
¿Merece la pena que los hijos en el colegio soporten las bromas?
Del PP local se sabía que no había sido muy exigente con los
estudios de algunos de sus dirigentes, de los que han tenido altos cargos, lo
que ocurre es que algunos nunca mintieron sobre eso y a otros nunca se les
demostró. Con el caso Goicoechea el PSC-PSOE y la Universidad de Cantabria
deben una explicación a los ciudadanos que les pagamos sus sueldos. Y el
principio básico de no mentir en política otra vez conculcado. Alguna vez puede
que todo se vaya a (xzjrcgkkk) y habrá que pasar una generación entera buscando
remedios ( o culpables)
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