lunes, 13 de marzo de 2017

La memoria, la Historia y el callejero


La que conocemos popularmente como ley de memoria histórica es la 52/2007 y es de 26 de diciembre. Quiere decir que a finales de este año cumple su décimo aniversario. Algunas de sus disposiciones siguen sin cumplirse en numerosos lugares. En la capital de Cantabria quedan más de 30 rótulos de calles que homenajean, ochenta años después, algunos de los nombres de la conjura previa,  del bando vencedor de la guerra civil, de una unidad de la Wehrmacht nazi … No sé si hay muchas más leyes que no se cumplan por parte de la propia administración. En este caso por parte del Ayuntamiento de Santander.

La ley no empezó con buen pie. Ni estaba en el programa electoral del PSOE de 2004 ni ha tenido presupuesto durante muchos de estos diez años… Ni, desde el principio, se opuso resistencia a ese nombre popular que resulta muy confuso. Si creemos en la Historia, con mayúscula, como una ciencia básica del campo de las sociales, no debemos fiarla a la memoria, antes bien al estudio de las fuentes y a su debida contextualización temporal. Con todo, algunas cosas han cambiado en su aplicación. La estatua ecuestre del tirano hace por lo menos siete años que no preside el centro de la ciudad, ni esa plaza del Ayuntamiento lleva el nombre anterior. Se han cambiado unos pocos rótulos y retirado, creo que ya todos, los símbolos que salpicaban la ciudad.

Quedan algunas distinciones y, fundamentalmente, nombres de calles, siempre en este capítulo porque quedan otras muchas cosas más como herencia de la guerra y la dictadura y me temo que seguirán quedando durante mucho tiempo. En relación con el cambio de nombre de las calles, en pocas fechas han pedido mi firma de apoyo tres veces. Se quiere cambiar un nombre franquista por el de un oficio que se practicaba en sus inmediaciones. Las rederas. Por supuesto, de acuerdo. No he podido firmar. La petición va unida a otro cambio que, no conseguiré muchos amigos con esto y quizá pierda alguna amiga, quiere sustituir el rótulo del General Dávila por el del ocho de marzo.


1861
La fecha del ocho de marzo es digna de figurar en el callejero como algunas otras que tampoco están. Y muy necesaria. Aunque también podríamos recurrir a numerar las calles. Dan muchos menos conflictos los números que las letras. Pero creo con firmeza que hay que aplicar el principio de restitución cuando proceda. La actual avenida del general Dávila tenía nombre antes de 1937. También tenía un nombre oficial, Sánchez Porrúa, y otro real. El nombre real de entonces, el que ha llegado con dificultad hasta ahora, era el paseo del Alta. En las primeras cartografías, desde finales del siglo XVIII, en femenino, la (Alameda) Alta para diferenciarla de las alamedas bajas, la primera y la de Oviedo.
1901
 La población local mantuvo el nombre hasta bien entrados los años sesenta cuando la vía empezó a poblarse. Inmigrantes de la Cantabria rural y de las provincias castellanas limítrofes, las nuevas parejas que se iban formando y para las que el incendio de 1941 era una narración familiar, fueron adquiriendo los nuevos bloques que primero colmataron la ladera sur y después se descolgaron por la ladera norte. Fue esa nueva población la que empezó a dar nombre real al que figuraba en las placas. La Maternidad Provincial estaba en el Alta. Y los Salesianos. Y el cuartel del Regimiento Valencia era el cuartel del Alta… Simón Cabarga, Santander en la Historia de sus calles, (1980) apuesta por algo que ahora veo en peligro “(…) Hasta que en 1937 se cambió por el de “General Dávila”. Pese a su intención histórica, se sospecha que seguirá siendo el Alta para los futuros santanderinos (…)”


Una seria colaboración a la comisión que estudia el nombre que debe darse a las calles que han de desfranquistizarse, la de  Antonio Santoveña, apuesta en este caso por devolver el nombre oficial de 1937, Sánchez Porrúa, para no crear conflicto con la calle Alta. Aunque esta última tenía también, en alguno de sus tramos al menos, un nombre a la vez histórico y popular, Calzadas Altas. Los distritos postales que no existían ni en 1937 ni en 1964, ayudarían ahora a que tal conflicto fuese mínimo. Y a mis amigas de la comisión ocho de marzo un ruego: que la futura calle del ocho de marzo sea una que no haya tenido nombre anterior al franquista, por ejemplo Alonso Vega

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