La que conocemos popularmente como ley de memoria histórica
es la 52/2007 y es de 26 de diciembre. Quiere decir que a finales de este año
cumple su décimo aniversario. Algunas de sus disposiciones siguen sin cumplirse
en numerosos lugares. En la capital de Cantabria quedan más de 30 rótulos de calles
que homenajean, ochenta años después, algunos de los nombres de la conjura
previa, del bando vencedor de la guerra
civil, de una unidad de la Wehrmacht
nazi … No sé si hay muchas más leyes que no se cumplan por parte de la propia
administración. En este caso por parte del Ayuntamiento de Santander.
La ley no empezó con buen pie. Ni estaba en el programa
electoral del PSOE de 2004 ni ha tenido presupuesto durante muchos de estos
diez años… Ni, desde el principio, se opuso resistencia a ese nombre popular
que resulta muy confuso. Si creemos en la Historia, con mayúscula, como una
ciencia básica del campo de las sociales, no debemos fiarla a la memoria, antes
bien al estudio de las fuentes y a su debida contextualización temporal. Con
todo, algunas cosas han cambiado en su aplicación. La estatua ecuestre del
tirano hace por lo menos siete años que no preside el centro de la ciudad, ni
esa plaza del Ayuntamiento lleva el nombre anterior. Se han cambiado unos pocos
rótulos y retirado, creo que ya todos, los símbolos que salpicaban la ciudad.
Quedan algunas distinciones y, fundamentalmente, nombres de
calles, siempre en este capítulo porque quedan otras muchas cosas más como herencia
de la guerra y la dictadura y me temo que seguirán quedando durante mucho
tiempo. En relación con el cambio de nombre de las calles, en pocas fechas han
pedido mi firma de apoyo tres veces. Se quiere cambiar un nombre franquista por
el de un oficio que se practicaba en sus inmediaciones. Las rederas. Por
supuesto, de acuerdo. No he podido firmar. La petición va unida a otro cambio
que, no conseguiré muchos amigos con esto y quizá pierda alguna amiga, quiere
sustituir el rótulo del General Dávila
por el del ocho de marzo.
1861
La fecha del ocho de marzo es digna de figurar en el
callejero como algunas otras que tampoco están. Y muy necesaria. Aunque también
podríamos recurrir a numerar las calles. Dan muchos menos conflictos los
números que las letras. Pero creo con firmeza que hay que aplicar el principio
de restitución cuando proceda. La actual avenida del general Dávila tenía
nombre antes de 1937. También tenía un nombre oficial, Sánchez Porrúa, y otro real. El nombre real de entonces, el que ha
llegado con dificultad hasta ahora, era el paseo
del Alta. En las primeras cartografías, desde finales del siglo XVIII, en
femenino, la (Alameda) Alta para diferenciarla de las alamedas bajas, la
primera y la de Oviedo.
1901
La población local mantuvo el nombre hasta bien entrados los
años sesenta cuando la vía empezó a poblarse. Inmigrantes de la Cantabria rural
y de las provincias castellanas limítrofes, las nuevas parejas que se iban
formando y para las que el incendio de 1941 era una narración familiar, fueron
adquiriendo los nuevos bloques que primero colmataron la ladera sur y después se
descolgaron por la ladera norte. Fue esa nueva población la que empezó a dar
nombre real al que figuraba en las placas. La Maternidad Provincial estaba en
el Alta. Y los Salesianos. Y el cuartel del Regimiento Valencia era el cuartel
del Alta… Simón Cabarga, Santander en la Historia de sus calles,
(1980) apuesta por algo que ahora veo en peligro “(…) Hasta que en 1937 se
cambió por el de “General Dávila”. Pese a su intención histórica, se sospecha
que seguirá siendo el Alta para los futuros santanderinos (…)”
Una seria colaboración a la comisión que estudia el nombre
que debe darse a las calles que han de desfranquistizarse, la de Antonio
Santoveña, apuesta en este caso por devolver el nombre oficial de 1937,
Sánchez Porrúa, para no crear conflicto con la calle Alta. Aunque esta última tenía también, en alguno de sus
tramos al menos, un nombre a la vez histórico y popular, Calzadas Altas. Los distritos postales que no existían ni en 1937
ni en 1964, ayudarían ahora a que tal conflicto fuese mínimo. Y a mis amigas de
la comisión ocho de marzo un ruego: que la futura calle del ocho de marzo sea
una que no haya tenido nombre anterior al franquista, por ejemplo Alonso Vega.
Desde Zúrich, aprendiendo sobre callejero santanderino.
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