Escucho mucho la radio incluso en verano. Creo que en el
mismo programa, que cierra con unos minutos de cachondeo, y en el mismo día, el
pasado viernes, “se han metido” con nuestro presidente regional y con el
cantante Ismael Serrano. Lo de Revilla no era sangrante y dada su
afición a pasar por platós televisivos seguramente lo habrá encajado bien. Lo del
cantautor, no me pareció tan fino. Sería
una especie de Benjamín Button, que
ya nació viejo.
También en la radio me recuerdan que hace 20 años visité el
Museo del Prado. No ha sido exactamente así, pero en las afueras de Madrid cayó
una tormenta de grandes proporciones aquella tarde. Ya han pasado 20 años de la
catástrofe de Biescas y yo aquel día estuve en el Prado. Actos de memoria
individual que se combinan con los otros y que van haciendo que la historia, a
veces, lleve mayúscula.
No ha sido por la radio por donde me ha llegado la noticia.
Es otro aniversario redondo. Verano de 1976. Lo que entonces se denominaba
extrema izquierda intentó hacer en Santander una demostración de fuerza con un
festival que quiso ser algo entre Woodstock y Wight y se quedó en nada. Con
regocijo de muchos. Unos con un susto serio al pensar que bandas de harapientos
y de bolcheviques iban a contagiar la ciudad-balneario y otros que pudieron tener
miedo a que les rebasaran por la izquierda.
Ese mismo mes de julio hubo un intento de celebrar el 40
aniversario de la fundación del PSUC. Todo lo que en Cantabria era nebuloso,
era consistente en Catalunya. Pero los gobernadores civiles franquistas operaban
de manera similar en todas partes. Una conversación con un amigo que paseaba
hace unos días por Canet me lo ha recordado. No pudimos ir a Saint Cyprien
aquel verano , el gobierno de Giscard d'Estaing prohibió los actos de aquella memoria, pero la segunda edición del festival de Canet se convirtió en una
suplencia digna.
Hay un colectivo trabajando en Cantabria, con mucha seriedad
y acierto, para recuperar la memoria de aquellos tiempos. Creo que se impone un
diálogo de quienes lo vivimos y los receptores de nuestras narraciones.
Nuestros hijos en primer lugar ¿Qué hemos contado? Hace unos días, en tono de
broma, le decía a mi hijo que cuando alguien se va a apellidar Guerra, no se le
debería imponer el nombre de Armando. He cambiado nombre y apellido para no
herir al destinatario de nuestra broma. Pero subrayo la responsabilidad de los
padres.
Qué le han contado a Ismael Serrano para que se lance a
mezclar el mayo francés con no me acuerdo qué y para que la guerrilla urbana le
pareciera dulce. También hace casi 20 años de aquel “Papá cuéntame otra vez”
Hay que revisar qué y cómo hemos contado algunas cosas. Hay fotos que
demuestran que en la
Magdalena hubo un campo de concentración. Que los individuos
que se bañan desnudos en la playa no son protonudistas sino presos republicanos
sin otro acceso al aseo personal. La existencia o no de ese campo ha sido
motivo de controversia en esta ciudad.
Y qué vamos a contar en el futuro cuando se sepa que no es
solo en Melilla donde menores extranjeros no acompañados, protegidos en teoría
por la ley, se ven desprovistos de esa protección por decisiones arbitrarias de
políticos y funcionarios. El defensor del pueblo tiene casos sobre su mesa y no
todos han llegado de las ciudades autónomas del norte de África.
También se ha celebrado el cincuentenario del Revolver de los Beatles y no recuerdo que el pasado mayo se le diera el mismo bombo
al del Paint it Black de los Rolling Stones. Lo de Rajoy no es lo único con mal arreglo…
La abuelez o........simplemente unos gases. Una de tres tiene que ser....querido Roberto
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