En la comunicación que mandé el 30 de abril a familiares y
amigos, desde un Cyber de Dakhla, la antigua Villacisneros, terminaba diciendo “me
alegro mucho de haberme decidido a hacer este viaje, ya son más de 3.000 kilómetros”
Esa mañana podíamos haber cruzado el ecuador de nuestra ruta. Es una etapa, El
Ouatia-Dakhla, bastante larga pero muy bonita.
Una primera parada para visitar el museo y el monumento de
Saint Exupery en Tarfaya, el Cabo Juby de nuestros tiempos coloniales. El autor
de El
principito pudo muy bien inspirarse aquí para su obra más conocida, los
paisajes del día nos han acercado, probablemente más que en cualquiera de las
otras etapas, al desierto más típico y tópico, un desierto de dunas de arena
que literalmente se comen la carretera antes de llegar a El Aaiun.
La antigua capital de la colonia española ha crecido mucho,
alberga casi 200.000 habitantes, y no es fácil entenderse en castellano. La
repoblación muy bien programada por el gobierno de Marruecos ha hecho que el territorio
sea un lugar de vida más fácil que el del conjunto del Reino. A fuerza de
subvencionarlo casi todo, los precios de los carburantes están alrededor de la
mitad de lo que se paga en las gasolineras del norte, el territorio ha captado
población. No tanta como nos dice, digamos Mustafá.
Con Mustafá coincidimos el 1 de mayo cerca de la frontera de
Mauritania. Tiene mi edad, habla castellano perfectamente y confiesa que su
padre, de 92, lo habla mucho mejor. Nos dice que están -los saharauis- jodidos,
literal. Y a una pregunta mía responde con evidente exageración que deben ser
alrededor de cinco millones los marroquíes que el gobierno del rey ha transplantado
al antiguo territorio español. Puede que se le haya escapado un cero. Pero son
muchos, muchos más que los nativos legítimos.
Me quedo con pena de no conocer a su padre, el nonagenario
que fue funcionario de correos, que tiene pensión, DNI y permiso de conducir
españoles y que participó en la guerra civil al lado de Franco. Su hijo habla
de él con mucho cariño pero no parece que sostiene las mismas ideas políticas.
También hay un contacto con la “resistencia” en Dakhla pero por razones obvias
mejor no dar detalles. Entregamos una caja con libros en castellano y, como es
1 de mayo, a mi memoria llegan imágenes
antiguas
Los chopitos y rabas de El Aaiun, pese a que en el bar no
nos contestan ni en español ni en francés, están francamente impresionantes.
Toda una técnica del pescado frito. A la salida, protegiendo la cinta de
Bu-Craa, un dispositivo militar notable. En todo el territorio la ocupación es
explícita. A la salida de cabo Bojador, hoy Bougdhour, frente a cuyo faro hemos
comido, nos encontramos un control muy especial. Es la primera “mordida” explícita.
Me pongo un poco bravo lo cual seguramente es imprudente y le digo que no es
serio un par de veces (Ce n’est pas serieux) y en un tono que se acerca al de
la bronca. Hace efecto y no insiste. Lo cual lo hace todo más extraño.
El emplazamiento de Villacisneros es muy espectacular. Una
lengua de algo más de 25 kilómetros en cuya punta se encuentra la ciudad. Al
oeste un Atlántico bastante bravo y fresco y al este las aguas quietas y transparentes
de una preciosa bahía surcada por una enorme cantidad de velas de practicantes
de la modalidad kite del surf. Es un 1 de mayo muy fresco y a partir del
mediodía y durante unas tres horas llueve. De manera mansa pero continua. Nos
ha tocado el día de lluvia del promedio anual.
El azar, en forma de visita real, como lo había hecho la
lluvia en Marrakech, nos reduce la duración del viaje. Una noche en un lugar
bastante mágico, unas haimas junto a la playa, tiene el acceso cortado por el
ejército. El oficial al mando en un francés muy académico nos explica que ya no
se puede acceder a la costa en ese punto. Que ahora es una propiedad privada y
cerrada. Fran trata de insistir en que el ha dormido allí hace poco pero no hay
mucho lugar para la discusión.
Posteriormente nos explican que el rey está a punto de
llegar a la zona y que seguramente es allí donde dormirá. Entre Mohamed VI y
nosotros la elección ha estado clara. Alargamos la etapa y dormimos muy cerca
de la frontera en un hotel bastante impecable con gerente canario. Del
comunicado de ese día quiero rescatar lo siguiente: En mitad de la nada, a 60
Kms de la frontera de Mauritania, hay un hotel mas que digno y una gasolinera,
con 11 ordenadores conectados a la red, a 7 dirhams por hora y con un teclado
español. A ver si ponen el caso en algún MBA. Es el primer lugar que hemos
encontrado absolutamente lleno y con lista de espera, el negocio del siglo
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