Yo no he hecho este viaje por la meta, Gambia. Aunque cada vez me ocurre con más frecuencia creo que todavía no conocía a Kavafis, cuando, al menos algunas veces, me parecía que el camino era tan importante como el destino. Recuerdo haberlo escrito desde Colombia en noviembre de 2010 pero sin darle muchas vueltas. Ahora, pongamos esperando al ferry para cruzar el río Gambia, tengo la sensación que acabo de entrar en un país más serio que los anteriores. Los funcionarios de la frontera dan un recibo en el que consta la tasa que se paga. Yo he llegado sin visado pero no hay ningún problema, al menos en la frontera de Farafenni.
La pista de tierra, después de cruzar el río, se alarga más de lo que yo creía. Es otra de waka-waka. Después de Marruecos hemos encontrado tramos sin asfaltar en rutas principales. De hecho en ésta me encuentro súbitamente con una franja arenosa que casi me hace perder el control del Mitsubishi. Voy siempre detrás de Fran y el polvo me ha impedido verlo.
Llegamos a la costa la atardecer y el baño en la playa de Brufut es glorioso, y la cerveza, y la cena y más cervezas. Es viernes noche y hay cierto ambiente en Senegambia –recuerdo de lo que pudo ser la federación de los dos países, hoy una zona de hoteles y discos- aunque la temporada alta ya ha pasado y la próxima es la de lluvias que todavía no se anuncian. El sábado la compra de pescado recién extraído del mar y su preparación a la brasa en la misma playa y más tarde, con una luna llena que parece que ilumina hasta Centroamérica, una cena en el mismo lugar y, aprovechando que es sábado, otras vueltas por Senegambia.
La diferencia de potencial económico es tan real como la de la electricidad. De otra manera no sería posible ver africanos y africanas esculturales con europeas y europeos mucho mayores, con kilos de más,… pero dos euros es un jornal inalcanzable para la mayoría de los trabajadores. Con diez, veinte, treinta, nos podemos acercar a una mensualidad. La conversación, la compañía, el sexo, se compran y se venden y, me insisten muchos de los españoles residentes, no es exactamente prostitución. Habrá que inventar un término nuevo pero se parece mucho a como lo hemos llamado siempre.
El domingo la experiencia es muy interesante. Conozco a siete de los médicos de la cooperación cubana. Luis y María, de la ONG Sonrisa de África, los han invitado a su casa de Berefet. Comemos también con los Turner, una joven pareja de tejanos de los cuerpos de paz. Los alrededores, incluyendo la visita a un brazo del río Gambia al atardecer, casi enfrente de James Island, el lugar en el que el autor de Raíces situó el hogar de Kuntah Kinteh, me acercan como nunca en todo el viaje a una comunidad rural auténtica.
Un lunes tranquilo de paseos playeros, todo lo tranquilo que se puede pasear por la playa en Gambia, en baja temporada, con todos los dueños y empleados de los chiringuitos a la caza de un toubab que les arregle el día, o la semana… Mi amistad con los twins, amigos de Fran, me libra de muchas explicaciones pero son muchas las que hay que dar de todas formas. El martes visito Banjul. Después de una primera media hora bastante tensa, con innumerables intentos de timos ingenuos, me canso, me aburro, levanto el tono y hago gestos bastante obvios. Yo no escucho ningún tan-tan pero el resto de la jornada no tengo ningún problema. El centro comercial es un tanto agobiante y el distrito administrativo bastante prefabricado por lo que resulta una ciudad de escaso interés. La descarga de la pesca en Tanji y la visita a Verónica Hormaechea, la destinataria de la mayor parte de la ayuda que hemos transportado para la ONG Federación Niños del Mundo, suponen dos buenas medias jornadas de la estancia en Gambia. Habría que añadir más paseos playeros, ratos de comunicaciones con la familia y amigos en España y el arreglo del billete de vuelta.
Quiero publicarlo. A veces Iberia me ha jugado malas pasadas, alguna muy mala. En esta ocasión los dos vuelos, Dakar-Madrid y Madrid-Santander, al margen de un horario poco conveniente (dos horas de madrugada en Barajas), han sido de una puntualidad rigurosa. El problema ha venido por otro lado y parece más extraño que el horario. Uno se puede comprar un billete on-line en cualquier lugar del mundo. Cuando la compra es de un solo trayecto, y de vuelta a España, la moneda que figura en la web de Iberia es la local, francos del África occidental. Bueno, pues ya me harán la traducción. Pues no. Recurro a mi hijo en España. No hay manera. Tengo que llegar a Dakar antes de las cinco de la tarde del viernes para pagar con una tarjeta de crédito en la oficina de Iberia en la plaza de la Independencia … Como estoy casi seguro que puedo llegar más tarde, salvo que decida no dormir el jueves, me busco la vida de otra manera. Una agencia de viajes, a la que Iberia tendrá que pagar una comisión, me ofrece el mismo billete con una diferencia de cinco euros y me lo carga en mi tarjeta de crédito sin más problemas, cuando nunca antes había comprado a través de esa agencia ¿? Esto antes se achacaría a la cuestión de Iberia como empresa pública ¿Y ahora?
El viernes 11 de mayo, temprano, María, que tiene que ir al Ministerio del Interior, me acerca a la Estación Marítima de Banjul. Empiezo la parte en solitario del viaje. Sólo los que hayan tomado un ferry en algún lugar del mundo pobre conocen la sensación. Abarrotado, hasta los topes, nuestra lengua es rica, pero creo que se queda corta para describir la realidad del Banjul-Barra. He llegado hacia las 9.30 y el ferry zarpa casi a las once. Una horita un poco larga de navegación por el estuario del río Gambia, previo rechazo a todos los vendedores del continente, que ese día parecía que habían quedado allí. La megafonía, muy defectuosa, da más mensajes en wolof que en inglés. Ese es el momento en que Mlang se hace mi amigo. Y me dejo. No me gestiona muy bien el taxi colectivo que debe llevarme de Barra a la frontera de Senegal… pero otra vez la diferencia de potencial. El ferry cuesta 10 dalasis, 0,25 € y el taxista me pide 50, 1,25€ Pues le doy otros tantos a Mlang que ese día creerá que le ha tocado la primitiva.
En directo, todo el conjunto es un poco estresante, la verdad. El taxi, nada más abandonar la zona portuaria de Barra, cambia de carril. Falsa alarma, sólo es para inflar una rueda. Pocos minutos más tarde, otra salida de la carretera… Es para repostar. Unos pocos kilómetros más adelante el taxista se detiene y se baja del coche. Todas las alarmas encendidas, pero es para charlar un poco con un colega con el que nos acabamos de cruzar. Creo que hay una cuarta parada antes de la frontera, pero ya se me ha olvidado el motivo. El tramo de carretera gambiano, muy corto, es de excelente calidad. Antes de las dos de la tarde el sept-places está en marcha y casi no se detiene en las cinco horas de recorrido, salvo una parada de pocos minutos… El resto del viaje hasta Dakar está comentado en la entrada anterior. Cerraré la serie con una dedicada a la capital senegalesa. La crónica me ha durado más que el viaje. Hoy hace un mes que regresé.
Roberto,
ResponderEliminarFelicidades por tu blog y tus viajes.
La verdad es que Gambia es una maravilla y una gran desconocida para nosotros.
Yo tengo que ir la proxima semana y seria un placer conocer a tu gente.
Atentamente,
Genaro Llamas
genarollamas@gmail.com
Estoy fuera el fin de semana pero si quieres el lunes hablamos. Espero que no sea tarde. Te mando un correo
Eliminar"... La conversación, la compañía, el sexo, se compran y se venden y, me insisten muchos de los españoles residentes, no es exactamente prostitución. Habrá que inventar un término nuevo pero se parece mucho a como lo hemos llamado siempre..."
ResponderEliminarUlrich Seidl expone esto mismo, tal cual, en su película Paraíso.
Perdón. No lo he visto antes. No me explico cómo ha sucedido.
ResponderEliminarNo conozco la película de Seidl pero tomo nota. Gracias