Publicado en El Faradio el pasado día 3
Siete
semanas, de siete días, en casa sirven para descubrir que cincuenta vueltas al
circuito dormitorio- estudio- pasillo- habitación suplente- pasillo- salón-
cocina- salón-cocina- salón- pasillo y vuelta, sirven para dar un número de
pasos, 10.000, controlados por el teléfono, que no alcanzan al circuito que en
una hora y sin superar los límites del radio de un kilómetro desde casa, se
pueden hacer al sol y al aire libre. Voy a seguir portándome bien. Quiero
disfrutar de lo que he disfrutado el sábado y el domingo. Sin mirar demasiado a
ver qué hacen los demás. Considerando que la inmensa mayoría lo hará tan bien
como yo o mejor.
Entre
quienes no lo hacen tan bien, algunos casos son verdaderamente demoledores. No
es lo mismo que un vecino, o un desconocido se salten las normas que eso mismo,
saltarse las normas, con cámaras y testigos diversos, lo hagan dirigentes que
reclaman, que deben reclamar, que la ciudadanía cumpla. Seguramente es poco
elegante recurrir al cociente intelectual pero, en algunos casos, qué más se
puede hacer. Pongamos un caso, IFEMA. Estuve allí una vez, creo que en la
primera edición de Aula, el salón de la enseñanza y la oferta educativa. Muy
interesante. Podría adivinar quiénes no estuvieron en ese salón. No recuerdo si
entonces encontramos un stand con un cero como divisor. Pero en la clausura del
hospital de campaña había más de uno, y de una, partidarios del infinito como
cociente.
Uno
de los rasgos humanos más característicos es el de, según pasa el tiempo,
olvidar las razones del origen de algún sinsabor. A diario tengo la sensación
de que muchos, y no digo ciudadanos comunes y corrientes, han olvidado por qué
estamos donde estamos y con más de 25.000 víctimas mortales a cuestas y lo que
va a colgar cuando se frene esa sangría. Otra vez parece que el Financial Times, que hasta hace muy poco
no era un diario bolchevique, vuelve a tocar la tecla del comportamiento, único
en el mundo al parecer, de la oposición política española. Añadiría yo que
algún barón socialista desmerece poco de ese comportamiento.
Siete
semanas, de siete días, sin salir por salir. Nos ha faltado poco para igualar
aquellos 55 días en Pekín de Charlton Heston y Samuel Bronston, aunque con los
apodos que varios dirigentes políticos de más de un continente le han dado a la
COVID19, el tema chino también se ha puesto en el candelero. No quiero
contribuir a esa fiesta, pero puedo tratar de encontrar un vídeo en Youtube, de
una emisora local, en el que antes de la mitad de febrero ya daban por sentado
lo que Trump ha tardado
varias semanas más en afirmar: El virus es de origen artificial y se escapó o
lo dejaron escapar de un laboratorio de Wuhan. Así se pinan los bolos, en la
periferia de Santander y en el 1600 de la avenida Pennsylvania. Y en Brasilia,
donde también tiene partidarios esa teoría.
Otras
superproducciones rodadas en la periferia de Madrid, en el inicio del
desarrollismo, como El Cid, siempre con Heston en la cabeza del cartel, han
dañado mucho el imaginario de los líderes de nuestra derecha más extrema. Al
fin y al cabo el rifle es otro objeto de veneración y Heston debió morir con
uno en las manos. Ahora que Abascal
denomina al Papa, ciudadano Bergoglio,
como los muy rojales llaman ciudadano Borbón a un ciudadano Borbón, es posible
que a Heston le llamen Rodrigo Díaz de
Vivar. Las escenas del capitolio de Michigan les han hecho
palidecer de envidia. Algo así es lo que ellos ya habían reclamado. Se puede ver libremente en el enlace:
https://cnnespanol.cnn.com/video/capitolio-michigan-protestas-armas-reabrir-covid-19-coronavirus-estados-unidos-juan-carlos-lopez-dusa-vo/
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