El 2 de mayo salimos del hotel antes de amanecer. Hay que asegurar un buen puesto en la frontera para alcanzar Nouakchott con luz diurna. Parece que nunca ha sucedido nada en la carretera principal que atraviesa el territorio mauritano de norte a sur, más o menos cerca de la costa, pero evitando riesgos, y uno es conducir de noche, se evitan los peligros. Las enseñanzas de la Compañía de Jesús también sirven en el desierto.
Cuando alcanzamos la frontera, unos 60 kilómetros desde el hotel, en la fila de la derecha tenemos una docena de vehículos por delante. No está mal. A la izquierda los camiones, unos cuantos más. Hace mucho más frío del que se supone que corresponde a la latitud. Mucho frío a secas. Pero por otro lado ese será el primer día en que nos encontremos con un calor importante, camino ya de la capital mauritana.
Hay tiempo para desayunar, pasear, charlar con otros conductores, repostar, la última vez a precio muy subvencionado. Hay tiempo para todo, pero la frontera finalmente se abre. Desde ese momento hasta que conseguimos despachar con los marroquíes pasan dos horas completas. Me gano una bronca por intentar hacer una foto a un camión que, en sentido contrario, luce en su toldo y en letras de gran tamaño, el nombre de una población manchega de mucho renombre para una parte de mi familia: Mota del Cuervo. Ya no lo intento con un enorme trailer francés que anuncia cerveza de Iparralde. No se a dónde se dirige, pero Mauritania teóricamente es un territorio sin alcohol.
El mismo policía de paisano que me abronca por el intento de foto, se descuelga más tarde haciendo una incautación de dos latas de conserva de las que Fran lleva para la despensa de su casa en Gambia. Vamos progresando en ese sentido pero, todo hay que decirlo, las cotas de Marruecos se superan con facilidad más al sur. También presenciamos otra curiosidad para nuestras costumbres. Un subsahariano protesta airadamente el intento de colarse en el control de pasaportes de un ciudadano marroquí. Cuando el funcionario se cansa de los gritos, quien recibe la bronca es el subsahariano aunque el marroquí se cuela algo menos de lo que hubiese deseado.
Desde que atravesé el telón de acero en 1978, entre Hungría y Austria, no recuerdo haber pasado nada parecido. Una vez que los marroquíes dan el visto bueno a las personas, los vehículos y las mercancías, se abre una tierra de nadie de cuatro kilómetros. Cuatro kilómetros en los que no hay ni una pista de tierra, cuatro kilómetros en muy mal estado para vehículos normales y hay pruebas a decenas de todos los que no consiguieron pasar la franja. Vehículos desguazados total o parcialmente a ambos lados del sendero.
La llegada a la frontera mauritana ya empieza a ser un clamor de cadeau. Todavía hay fuerzas y las mantendremos en todo ese territorio para negar con firmeza. Nuestra derrota absoluta llegará en Senegal. La explicación de la ayuda para los niños de Gambia tiene ahora una respuesta automática: Aquí también hay niños… Conseguimos explicar que también hay otras ONGs que actúan en Mauritania.
A pesar de estar al final de la estación seca, muy pronto empiezan a aparecer signos de que lo más duro del desierto ha quedado atrás. Empieza el territorio de la sabana. No hay bosque, la humedad es todavía muy escasa, el calor aumenta de forma notable y empieza a haber matorral, barrones, y árboles aislados. Las primeras acacias espinosas. Estamos a 4.000 kilómetros del Cantábrico.
Las radios españolas en onda media, emitiendo desde Canarias, llegan casi hasta la capital. La SER, la COPE y Radio Nacional. Las noticias del 1 de mayo, del aniversario del asesinato de Bin Laden y de alguna nacionalización de bienes de empresas españolas en Bolivia. Poco después ya será Radio France International, emitiendo desde Dakar, la compañía más segura del viaje. Una de las personas de la que me he acordado con más frecuencia en este viaje ha sido de mi último profesor de francés. Gracias Jon. He aprendido tanto contigo en los dos últimos años que en plena Francophonie y con las ganas de halagar de los africanos, más de una vez se han empeñado en decirme que tenía que ser belga o suizo ya que negaba con firmeza ser francés. Quizá muchos de mis interlocutores, marroquíes o senegaleses necesiten una urgente revisión de oído.
La pobreza golpea mucho más que en Marruecos y los contrastes aumentan. Nouakchott se abrevia en las indicaciones de carretera como NKC que a mi me recuerda a una cadena americana de pollo. De todas formas ceno una hamburguesa de cordero con queso que está muy buena, en un libanés donde dos nativos hacen manitas. Seguramente la homosexualidad está muy mal vista pero no hay obligación de mirar. En la capital no hay aceras y resulta muy incómodo pasear por la arena que bordea el asfalto cuando hay asfalto. Aquí no hay ITV. El 90% de los vehículos puede parecer que van a caer en pocos minutos pero el 10% restante está flamante. El gasoil es muy caro y la gente que va limpia y elegante, una inmensa minoría, va muy limpia y elegante.
Finalmente un par de apuntes más. La república es islámica pero esto no es ni Arabia ni Irán. Muchas mujeres conducen y muchas más no llevan nada en la cabeza aunque hay caballeros y chicos jóvenes que van con la cara completamente tapada.El albergue Menata parece amurallado cara al exterior pero en su interior hay un jardín muy fresco y muy buena comunicación entre los huéspedes, la mayoría franceses bastante jóvenes. Le prestamos más atención a un argentino que recorre África en moto.
La ciudad es muy segura y lo único que puede violentar en algún momento es la insistencia para cambiar moneda. Rumbo al sur, los controles se suceden. A las veinte copias que habíamos hecho en Tantan, hemos añadido cinco más realizadas en NKC. Es algo recomendable para cualquiera que decida conducir por esos territorios. Pasaporte y documentación del vehículo fotocopiados. En caso contrario habrá que rellenar más de veinte fichas entre el sur de Marruecos y Senegal.
Aparece un control realmente sui géneris. Estamos muy cerca del final del asfalto. Entraremos en una pista que nos conduce al río Senegal y a la frontera. Lo más memorable de las imágenes que uno guarda de tantos meses de enero cuando el Paris-Dakar se hacía en África. Bueno pues hay un gendarme mauritano, que Fran ya conoce, empeñado en sacar algo. No estoy seguro, visto lo que sucede horas más tarde, que merezca la pena negarse con tanta firmeza.
Lo mínimo que se puede decir del sujeto es que se sabe guapo y alardea de ser un funcionario importante ya que habla francés e inglés. Todavía no entiendo que nos deje seguir después de más de media hora de forcejeo sin sacarnos nada. Tampoco llega ningún vehículo en todo ese tiempo. La mayoría del tráfico debe dirigirse a Rosso pero nosotros vamos a atravesar el parque nacional de Djoudj y por el dique de la orilla derecha del río Senegal, la esclusa de Diama, ya en la frontera.
Los últimos kilómetros de recorrido por Mauritania, después de mucho pensar y si hubiera que colocar el título de etapa reina, creo que serían mis preferidos. El río se huele antes de que aparezca y hay un momento de confusión ya que cuando uno espera el río por la izquierda, la mancha de agua aparece por la derecha… milagros de los diques de contención.