lunes, 27 de enero de 2020

Zangheri y la Bologna rossa


Parece que en Emilia Romagna, la región italiana que ocupa buena parte de la llanura del Po, con ciudades como Parma, Módena y Ferrara o Ravenna, y su capital, Bolonia, con un par de vuelos directos semanales desde aquí, una región que desde el final de la guerra y del fascismo ha estado gobernada por la izquierda, en esa región, la ultraderecha tenía ayer una apuesta. Parece que la ha perdido. Con todo lo que hay que mirar por aquí, también he mantenido atención a lo que ocurría allí.

La política gamberra, la misma de Abascal y su trouppe, y que antes de cualquier otra consideración es eso en esencia, gamberra, y que capitanea Salvini, que se ha permitido un particular puerta a puerta en la campaña que probablemente ha contribuido a su derrota y al nacimiento de un nuevo movimiento ciudadano, las sardinas, que quiere llenar las plazas de Italia con la imagen de plenitud de las sardinas en lata.

Llamar al timbre de la puerta de emigrantes para preguntar si tienen droga, ¿cómo se puede calificar? ¿Cuántos millones de descendientes de migrantes italianos podemos encontrar en tantos países de Europa y América? Les gustaría que el gamberro ultraderechista de su país de residencia hiciera con ellos lo mismo que ha hecho Salvini?

Europa lleva años, casi todos los de este siglo por lo menos, con una política manifiestamente errada en torno a los procesos migratorios. La referencia de baluarte de los derechos humanos hace tiempo que se abandonó y no sólo eso. Desde un plano puramente utilitario, la estructura demográfica de este muy viejo continente, no tiene salida a medio plazo sin una política migratoria distinta.

Ese debería ser el nuevo compromiso histórico. En los años en que el PCI formuló su política de compromiso con la derecha democrática italiana, Bolonia tenía un alcalde al que yo había conocido por sus estudios de Historia agraria. Dentro de un libérrimo plan de estudios que la Universidad de Barcelona mantenía en los años 70, me matriculé en dos o tres materias que no eran objeto directo de mi interés pero que al final me gustaron mucho. En una de ellas, me propusieron la lectura de una obra de Renato Zangheri. Me entusiasmó. Investigando un poco me enteré que había aparcado su carrera académica y que desde 1970 era alcalde de Bolonia. Siguió en ese puesto hasta 1983.

Los años de plomo en su país y en su ciudad. El particular desarrollo que en Italia tuvo la guerra fría. Los atentados fascistas y los de las Brigadas Rojas. Zangheri contribuyó como pocos a que el apelativo de roja tuviera en Bolonia doble significado. No solo el de la piedra y el ladrillo. Había mesas electorales en las que las listas del PCI conseguían más del 70% de los votos… con progresiva debilidad hasta hace poco. El año pasado, en las europeas, la izquierda dejó de ganar en la región de Emilia Romagna. Ese era el diente que Salvini quería hincar para hacer caer al gobierno. 28 escaños para la lista de izquierdas, 22 de los cuales directamente del P.D, heredero directo del PCI; 18 para la lista de la derecha, 14 de ellos de la Liga. El movimiento de las cinco estrellas se ha estrellado bastante en Emilia Romagna, dos escaños que servirán de muy poco.

El compromiso storico de hace 50 años no pudo ser. La situación política en Italia ha evolucionado a trompicones. La caída del sistema corrupto del penta partito y la debilidad del PDS abrió paso a Berlusconi y más tarde a Salvini y un nuevo partido gaseoso como las cinco estrellas. El PCI ha evolucionado hasta hacerse poco reconocible, pero su herencia es lo único que puede salvar a Italia del neofascismo gamberro.

En cuanto al nuevo compromiso histórico necesario para Europa, no veo, y lo siento, bases muy sólidas para un mero planteamiento riguroso. Lo más positivo llega del nuevo gobierno español: La transición ecológica ha sumado el reto demográfico y se ha elevado al rango de vicepresidencia. No está mal para empezar. Ahora falta todo lo demás.


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