No
pretendo ser objetivo, quiero ser combativo. El título se relaciona con mi
esencia, con mi identidad. Uno de mis primeros recuerdos de niño era el paseo
que había que dar desde Comillas hasta la casa de mis abuelos, después de haber
ido en tren a Cabezón y en un autobús desde el pueblo de la sal al de los
arzobispos. La bajada de la Hayuela, la vista de Oyambre desde Canales, están
unidas a mi DNI. Posteriormente la Cantábrica hacía el milagro de recorrer la
distancia entre la calle Somorrostro de la capital y mi pueblo en poco más de
dos horas.
Comillas
también significaba, para un chaval ya de 10, 12 y 14 años, el lugar al que
acompañaba a su abuela para ayudar en las compras y cargar alguna bolsa. La
recompensa de la abuela, muy de aquellos tiempos, una mistela y unos emparedaos
en la Confitería (la de Angelín). Y tomar prestada la bici de alguna prima, la
de corredor de mi primo Emilio estaba muy difícil de conseguir, para ir a La
Rabia a buscar lo que se hubiera olvidado. Y las fiestas de El Cristo cuando el
baile empezaba a ser una posibilidad de algo más. Y practicar una lengua que se
había aprendido en el Colegio, o en el Instituto, con chicas, casi siempre
rubias, menos recatadas que las nativas y con nombres que acababan siempre en
e, Brigitte, Catherine, Sélène, …
Y
los baños compartidos con los seminaristas y con la nata de los papardos en
Oyambre. Sin mezclas. Con zonas acotadas sin que nadie tuviera necesidad de
publicarlo. Y muchas alegrías y más llantos. Y por fin, hace unos años, un proyecto
de futuro. Un proyecto que, con dinero de todos, primero rescató a los jesuitas
la propiedad de una finca que sinceramente no tiene igual en el resto de la región, o a mi me lo parece, y que empezó a
rehabilitar un patrimonio arquitectónico de lo más notable de ese mismo marco
regional.
Ayer
he visto la nueva fisonomía de la Fundación. El informativo territorial de la
tele pública sitúa a Tatiana Álvarez Careaga en la órbita del consejero de
Educación. No se si eso quiere decir que son de la misma secta. Espero que la
señora Álvarez Careaga, por su propio prestigio profesional, rompa el maleficio
de la profecía anunciada. Desde que empezó todo el proceso se demostró que
tenía muchos enemigos. Empezando por el partido que hoy está en el gobierno,
por el principal medio de comunicación regional, por algún infiltrado que
trabajaba aquí en beneficio de la competencia riojana y que creo que ya está
allí… Cuando hay tanto empeño en que algo no salga… es muy fácil advertir a
posteriori con nuestro típico “¿Ves? ¡No ha salido!”
Escribo
con rabia y no me importa reconocerlo. Después de haber escuchado a alguien con
cierto eco decir en un programa de radio que hace poco, un día laborable, no
encontró un lugar para cenar en Comillas. Normal. Si se ha decidido, por tener
razón en una pugna partidista, estrangular el futuro de una comarca, acabarán
por no cenar ni en las casas particulares. Escribo pensando en alguno de los
jóvenes emprendedores que se comprometieron con ese plan de futuro de la villa
y que hicieron sus inversiones en ella. Allí han nacido niños y niñas, en los
tres o cuatro últimos años, que puede que no acaben la Primaria en el colegio
local. Al escribir esto, hoy, no se si tengo más rabia o tristeza …
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