Unos
rapidísimos apuntes de tres amigos en mi cuenta de facebook me deciden a
escribir esta entrada. Hoy es la celebración de Santa Bárbara y el aniversario
de la muerte de mi abuela Balbina. Mi abuela Salomé murió antes de que
naciéramos casi todos sus nietos. Todos los años, desde hace 42, ha sido el
aniversario de la muerte de mi abuela. Y desde hace muchos siglos se celebra la
festividad de quien comparte patronazgo, un tanto dispar, entre mineros y
artilleros, que a su vez comparten el tema de los explosivos…
Creo
que a mis amigos les ha debido gustar más el apunte histórico. Aquella señora,
citada en mi entrada anterior, titulada Comillas, muy alta, bastante delgada,
moño recogido en la nuca, vestida siempre entre negro, blanco y grises, no recuerdo
una nota de color en sus hábitos, es una estampa de la España en la que nació,
vivió y murió. Una España con muy poco color. Y vino a morir el día en que
empezó en Burgos el consejo de guerra contra activistas de ETA, varios de ellos
detenidos en Mogrovejo, Liébana, en 1969.
El
denominado Proceso de Burgos marcó mis primeros meses en Barcelona, donde
residía desde octubre de aquel mismo año. Allí me llegó la noticia de la muerte
de mi abuela. Pocos días antes habían secuestrado al cónsul de la Alemania
Federal en San Sebastián. Las semanas de aquel diciembre pudieron parecer años.
La prensa extranjera, que entraba con cuentagotas, se ocupó muy ampliamente del
proceso. La conmutación de las penas de muerte, conocida el día de Nochevieja,
tuvo lecturas muy diversas.
Un
diario tan poco sospechoso como el ABC ofrece en su hemeroteca, a todo el que
quiera consultarla, una página completa de las reacciones en Londres, Paris,
Bruselas o Méjico, pero también en Guipuzcoa o Navarra. Una cita expresa de
Severo Ochoa o del obispo de San Sebastián, que ya se permitió decir que era
una noticia que contribuía a pacificar la provincia… y se pacifica, o solo se
pacifica, lo que previamente no estaba en ese estado.
En
fin, pese a tanto revisionismo interesado, muchas cosas habían cambiado en la
sociedad española a la altura del final de 1970. Quedaban cinco años de
Dictadura y no sé cuántos de transición. Todavía quedaban penas capitales por
aplicar, hasta septiembre de 1975, pero insisto, la conmutación de las penas de muerte a los activistas de ETA, no fue una medida de gracia del general Franco,
o no solo fue eso. La presión, interior y exterior, no sé en qué orden, forzó
la medida.
Muchos
de aquellos condenados a muerte en Burgos han ocupado cargos de representación
democrática, y no en las filas del abertzalismo radical, una vez restaurada la
democracia, o cátedras universitarias… Parece que estaban bastante lejos del
puesto de fieras salvajes que les atribuyó la Dictadura. También algunos de sus
abogados defensores estaban muy lejos de las posturas que han alargado la
violencia terrorista hasta hace bien poco. A algunos he tenido la fortuna de tratarlos:
Gregorio Peces Barba y Josep Solé Barberá, ya fallecidos. Con Pedro Ibarra
Güell todavía he comido el sábado pasado …
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