jueves, 17 de mayo de 2012

Tres semanas



Tres semanas sin acudir a esta cita voluntaria. Falta justificada. Me la autojustifico. He estado fuera de casa, y de España, y de Europa. Podía haber escrito desde el continente que tenemos al Sur. A veces no hay agua potable en un lugar, pero hay cobertura telefónica y una banda no muy ancha, y a veces desesperadamente lenta, pero hay conexión a Internet desde lugares públicos por un precio medio de 50 céntimos de euro la hora. Mi última columna terminaba así (se puede saber que estaba escrita el domingo 22 de abril) “En el país de Sartre han empezado a votar hoy pero hasta el 6 de mayo no será definitivo el resultado. Un triunfo de Hollande puede ser la esperanza de Europa, l’espoir”

Esa esperanza/espoir me llegó, la noticia de ese triunfo, de la mano, o de la antena de Radio France Internationale emitiendo desde Dakar. Había pasado el día con siete médicos cubanos en misión de cooperación en el hospital de Banjul, en Gambia. Todo es tan diferente por esa zona que no resulta fácil establecer ningún tipo de comparación. Conversación con los cubanos, y con una pareja de norteamericanos muy jovencitos, que colaboran con trabajos comunitarios, y con Luis y María, que llevan en África más de quince años y que pueden ayudar en unos meses a que una comunidad, en la que hasta ahora no hay nada de nada, pueda empezar a exportar miel. Es otro continente, lo sabe todo el mundo, pero es otro mundo. Un mundo del que lo que más me ha golpeado son los contrastes, mucho más que la propia miseria en la que se desenvuelve una parte notable de la población.

Dakar, cuya aglomeración urbana supera ya los 2,5 millones de habitantes, es el escaparate supremo de esos contrates en todo el noroeste del continente. Si una sierra gigante trazara su surco desde la costa entre Túnez y Libia hasta el golfo de Guinea, el juego escaparate/trastienda más y mejor contrastado sería el de la capital de Senegal. A pocos metros de una pastelería francesa de un nivel imposible de encontrar en la mayoría de ciudades españolas, viven en la calle familias completas. Vivir en la calle, además de dormir en la calle, significa hacer todo en la calle. Todo, ¿se entiende? Y eso en el equivalente al ensanche de muchas de nuestras ciudades.

La seguridad privada mantiene los frentes de los hoteles o de algunos establecimientos de lujo. Y luego está todo lo demás. No he soñado que caminemos hacia una sociedad así en las marginalidades de nuestra Europa. Es mucho peor. Lo he pensado. Me he imaginado viviendo en la calle y estoy bastante seguro de que no aguantaría ver a los de los BMW saliendo con los croissants recién horneados. Creo que intentaría quitarles la bolsa y comérmelos yo. Que previamente me habría quedado sin pensión y sin ahorros debido a un corralito, que desde ayer, desde que Montoro ha tratado de descalificar a Krugman, es mucho más probable.

Desde ayer, en que el presidente de Caja Cantabria ha ilustrado sobre lo que significa un 14%, con tan poca fortuna que estoy dudando en ir ya a por lo mío. Si el jefe tiene ese nivel… No tiene ninguna gracia que Rajoy hable del Facebull, lo único que revela también es su nivel. O que De Guindos, que parecía que iba de chulito a una reunión de esas en las que cada vez se decide menos, y ha vuelto sin rabo, que es peor que traerlo entre las piernas y haciendo referencia a los “balances de los bancos bancarios”

Mi responsabilidad está a salvo. No he vivido por encima de mis posibilidades. No van a hacérmelo creer. Y el lío del lenguaje ya lo denuncié hace tiempo. Y no consideré que tuviera que apuntar nada de la ministra Mato cuando nos anunció que adoptaba “medidas que ya estaban adoptadas” o de su compañera y encargada del mismo ramo en Cantabria que también se autocita, “como digo yo” Pues que nivel, Maribel. Algunas de las mayores broncas que se han llevado mis alumnos han sido por decir algo como “yo ya me entiendo” Vale, pues un esfuerzo más y que lo entendamos los demás. La ventaja de mis alumnos era que por definición, no habían alcanzado el título de bachiller. Algunos de estos y estas van de listos y listas y todavía tienen tono de suficiencia.

Hollande, no vas a poder con todo esto, pero me has dado un momento de alegría, el 6 de mayo, en Brefet, junto al río Gambia. Ahora ya he vuelto y hay lo que hay.

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