lunes, 21 de febrero de 2011

Sopapos de la vida


Esta entrada fue publicada ayer domingo en Aquí Diario Cantabria
Añado una foto de Mario Sanz y algunos de sus compañeros del COU 1984-1985 en el Instituto Torras i Bages de L'Hospitalet de Llobregat

Si la vida no me hubiera dado otro latigazo esta semana, si tuviera más humor esta semana, quizá haría algún comentario, ingenioso (¿?), o trataría de hacerlo, sobre tantas cosas que ocurren en la vida pública de la ciudad, la región, el país entero o el planeta. No hubiese olvidado esos lugares que hasta ahora sólo salían en las páginas rosas, del lujo, la formula 1, los hoteles de muchas estrellas o los circuitos master del tenis y donde ahora ametrallan a la población por las calles.
Cuando oigo Libia y Gadafi, cosas mías, me resulta difícil olvidar el caballo regalado por el tirano libio a Aznar y que el presidente de la Diputación de Castellón no se si ha tenido en cuenta en su inventario de cestas navideñas. Aportación sublime al poco sublime caso de la corrupción política en Valencia. Otro que podía haber resultado alcanzado es ZP por su actual fiebre de uranio. Y lo que tenía previsto, como fuste de la columna, era anunciar que yo también tenía 30 años menos en 1981, cuando el esperpento visitó por última vez el Congreso de los Diputados.
No hubiera dejado de lado la queja que el director de este diario hacía, a mitad de la semana, en torno al caro- también vale la acepción italiana- pasteleo que se trae el Parlamento regional con uno de los diarios más diarios de la región. No sé si en la convocatoria de ayudas, pese a ser por escrito, no se filtrará de alguna manera la voz de Don Vito, haciendo ofertas razonables que no se pueden rechazar. Es tiempo de crisis y el Parlamento suelta pasta como si fuera suya.
Y con fines que tenían sentido hace decenios, pero hoy un poco menos. Si queda un cántabro que no sepa qué es el parlamento regional, debería pagar la consulta al especialista con dinero propio. La sanidad pública tampoco cubre los empastes dentales, ni las prótesis oculares, ni una parte de los medicamentos de los jubilados, si éstos han cometido el error en su vida activa de ser funcionarios del estado, incluidos, supongo, los del Parlamento regional.
Quién sabe si, a pesar de mi síndrome de Estocolmo, no hubiera dado un toque al alcalde por seguir enredando con las cosas de comer en el futuro, como la tecnología puntera y sus posibilidades de crear trabajo y riqueza al lado de Corbán. En Estados Unidos, más de 10 millones de km2 y más de 300 millones de habitantes, hay dos parques tecnológicos. En España, uno en cada Comunidad, más o menos. Si en el municipio de Santander, 33 km2 y menos de 200.000 habitantes caben cinco  parques de esos, alguien está poniendo el nombre equivocado a algo. O enredando.
Pero la vida me ha dado otro sopapo esta semana. No de los que se pueden esperar por el tema biológico, traducido por esa “ley de vida” que tanto se oye en los tanatorios. No. Mario rozaba la mitad de la esperanza de vida que tenemos los varones españoles. Dos hijos de 9 y 12 años. Di clase a su grupo de COU en L’Hospitalet de Llobregat en el curso 1984-85 y no habíamos perdido el contacto. 

Cuando nos conocimos, los jóvenes de su edad, al menos en la periferia de Barcelona, estaban tremendamente politizados. La mayoría era izquierdista pero Mario se confesaba socialdemócrata. Quería estudiar Derecho y dedicarse a la política. Y lo hizo. Me impresionó. Y a sus vecinos. Ha fallecido el primer teniente de alcalde y portavoz del grupo del PSC de L’Hospitalet de Llobregat.  

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