miércoles, 23 de febrero de 2011

30 años menos


Esta entrada se ha publicado hoy en Aquí Diario Cantabria
 
Empezar por una obviedad, sin abusos que puedan hacer que parezca un político en ejercicio,  puede que no esté mal. Pues si, yo aquella tarde –como todos ustedes- tenía treinta años menos (a algunos les saldrá a devolver) y a mi hijo en brazos. A él le faltaban unas semanas para su primer cumpleaños y yo, con un Expediente de Regulación de Empleo, ERE –que nadie crea que es una diabólica figura recién inventada - en mi empresa y reducida la jornada de trabajo al 50%, trataba de estudiar para pasar una oposición que me convirtiera en funcionario.
La madre de mi hijo llevaba meses en situación de desempleo, lo cual quiere decir que los 70, aquella década gloriosa que nos había transformado en demócratas y en una pareja oficial, tampoco relucía en el día a día. Medido mi poder adquisitivo en el precio del café, creo que ha mejorado de una manera infinita. No tanto por el alza de mis ingresos, que también, como por el estancamiento primero y descenso después, del precio de esa planta en el mercado internacional. Un reciente viaje a Colombia me ha confirmado lo que no debía haber olvidado. Probablemente medido ese poder adquisitivo en muchas otras cosas el resultado sea el mismo.
Una de mis hermanas me llamó por teléfono y me dio la noticia. Yo tenía la radio apagada. Aquella tarde y la madrugada siguiente, esta sociedad, con casi todos sus dirigentes a la cabeza, se agarró con fuerza al futuro. Era el pasado el que había entrado en el Congreso de los Diputados con tricornios en la cabeza. Un pasado que el maestro del esperpento no pudo retratar, como tampoco pudo hacerlo con el capítulo anterior, el de la guerra civil. Valle Inclán había fallecido a tiempo.
Yo, al día siguiente, a las diez de la mañana que era la hora de entrada a mi media jornada de trabajo, no me privé de decir con un buen tono de voz, en la puerta de un determinado despacho, lo que me parecían los actores de aquel esperpento. No volví a estudiar hasta Semana Santa ¿Para qué ser funcionario de un estado como aquél? Pero tuve suerte y en julio aprobé. Mi mujer había conseguido trabajo a final de marzo. Empezamos otra etapa de la vida.
En este treinta aniversario, después de ver “Balada triste de trompeta” y lo ocurrido en Túnez y Egipto, y en Bahrein y Yemen y lo que está ocurriendo en Libia, sólo se me ocurre comparar al Gadafi-payaso que sigue amarrado a “su” televisión, amenazando a su pueblo, con otros payasos de la Historia que tanto mal, tanto dolor y tanto atraso han aportado a España. Quienes intentaron el 23 de febrero de 1981 y alguna otra vez, antes y después, desviar de nuevo el curso de la Historia, con mayúscula y en positivo, estaban en el lado de Gadafi, que no se le olvide a ninguno de nuestros dirigentes que hoy están todavía tibios en relación con lo que ocurre en la otra orilla de nuestro mar.
Afortunadamente ese pasado en la España de hoy creo que es básicamente televisivo, a cargo de supuestos periodistas, y no puedo comentarlo con conocimiento directo. Mi cuerpo tiene glándulas muy delicadas y se inflan por nada. No conecto esos canales ni por equivocación y es lo que recomiendo a todo el que me quiera escuchar. El morbo también infla el share de las narices.

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