Ver cosas que no creeríamos. Canciones y películas que nos
proponían lo imposible. Puede ser que cada generación haya asistido a lo que
poco antes no se podían creer. Ver naves en llamas más allá de Orión es hoy una
bonita parábola. Hace “solo” 90 años el mundo iba saliendo de la gran crisis
provocada por el crack de la burbuja de 1929 y en España todavía gobernaba la
derecha. Hubo una derecha republicana, sí y aplicó la ley con decisión, incluso
con bastante crueldad. Pocas bromas. La mayoría de los judíos alemanes todavía
no se podían imaginar lo que se les venía encima y en Abisinia, hoy Etiopía,
uno de los pocos territorios soberanos de África, los italianos solo eran los
vecinos de la costa que ocupaban, Eritrea y Somalia, desde medio siglo antes.
Después vino lo que vino en todos esos territorios y en China y… y… y…
El último cuarto de siglo, empezando por aquel 11 de
septiembre neoyorquino y siguiendo por la crisis financiera y la pandemia, no
estoy seguro de que se pueda comparar a lo señalado en el primer párrafo. Al
menos el número de víctimas es inferior.
Pero tampoco nos lo hubiéramos creído en una narración previa. El martes, en
Barcelona, he asistido a un partido de fútbol que yo creí un acto de
solidaridad con el pueblo palestino y en contra del genocidio perpetrado por
Israel. Y en buena parte así fue pero también muchos/as asistimos atónitos/as a
un aquelarre indepe.
Los balcones de Barcelona ya no lucen las decenas de miles de banderas esteladas que se podían observar hace cuatro años o cinco o tres. No. Incluso en la plaza de Sant Jaume, las dos instituciones que se asoman a la misma lucen las banderas oficiales. Sin concesiones. Parecía que se había apagado una buena parte del fuego de 2017. Digamos que ese fuego está perimetrado y no es poco, pero cuando surge la ocasión se reaviva. Lo vimos mientras ascendíamos desde la plaza de España pero sin imaginar que dentro del Estadi Olimpic tuviéramos que asistir a gritos multitudinarios de “espanyol el que no boti” o a odiosas comparaciones entre España e Israel, sin atender a lo que los palestinos en general y sus autoridades, aprecian del comportamiento del gobierno español en ese sucio asunto de la masacre en Gaza y Cisjordania.
Y hoy mismo, un primera fila del escapismo, del ilusionismo,
como Puigdemont encuentra hueco en
un periódico serio para tratar de advertir al socialismo de que su tiempo se ha
acabado y no por haber abandonado políticas tradicionales de esa tendencia, no.
Debe ser solo por lo suyo, de él. Pese a la amnistía y pese a muchos pesares.
También es noticia de esta semana la derrota de los socialistas daneses que han perdido la alcaldía de Copenhague después
de más de un siglo, pero el ex president no muy honorable, fugado, se mueve más
entre Bruselas, Suiza y Perpinyà. Más al norte debe darle pereza y hace más
frío. En Dinamarca los problemas territoriales son casi desconocidos pero
abrazar políticas de la ultraderecha ha sido letal para los socialistas. Y no,
no ha sido la ultraderecha la ganadora. La próxima alcaldesa lo será por una
alianza de fuerzas progresistas a la izquierda del P.S.
Y aquí, sin tradición de matar pavos en la última semana de
noviembre, solo nos vamos a quedar con el timo del viernes negro. En algún
espacio de humor han hecho las cuentas: Se suben los precios un 50% y después
los rebajan el 30% y a triunfar. Es el modelo del jefe de gabinete de la
presidenta de Madrid que, afortunadamente, no es notario y los pavos o quienes
hacen el pavo, podrían anidar en alguna sala de algún alto tribunal. O todos
los demás. Vamos a echar guindas. Al pavo. Y
ya si eso, a la pava.
Gaza, vergüenza de la
humanidad; Gaza, siempre en la memoria

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