En París. Solo una pequeña parte de la tarde del sábado 24, pero llovió con ciertas ganas. En comparación con el total de cinco días pasados por allí, es un balance muy favorable para el turisteo. Lo peor es que habíamos decidido dedicar esa parte de la tarde del sábado a asistir al homenaje a los españoles que fueron la vanguardia en la liberación de París hace ahora 80 años. Las fechas son variadas. Hoy, domingo 25, es la fiesta oficial. Mañana, 26, será el aniversario del desfile del general De Gaulle por los Campos Elíseos. El 24, al atardecer, es el momento real en el que las avanzadillas de las tropas aliadas llegaron al centro de la ciudad, al Ayuntamiento, a la vista de Nôtre Dame, cuyas campanas, como las del resto de iglesias de la ciudad, repicaron durante horas. Cuatro años largos bajo el yugo nazi terminaban. Fue una fiesta. En la que todos parecieron ganadores y se olvidó durante lustros a algunos de los protagonistas. También se olvidó el ajuste de cuentas con quienes habían colaborado –muchos- con los nazis. Con Laval a la cabeza. No toda Francia fue resistente. No todos los resistentes en Francia fueron franceses.
Problemas de memoria y desmemoria. El acto del sábado quedó deslucido por la lluvia y aunque hay fotos que demuestran que algo hubo, yo me perdí casi todo. No fue así el viernes. Una charanga asturiana y una asociación memorialista, la 24 de agosto de 1944, ofrecieron un acto sencillo y ameno. Con su dosis de nostalgia o melancolía y sus concesiones más o menos carnavalescas. Como tantas otras de esas manifestaciones, el promedio de edad de los asistentes era bastante alto, pero el rigor narrativo no faltó. No es pequeño el problema con la memoria que tenemos los españoles, pero el que hayamos tardado tanto en poder celebrar nuestra participación junto a los ganadores de la II Guerra Mundial, es uno de los capítulos más amargos de esa desmemoria.
He pasado una parte importante de mi
vida pensando en lo injusto de esa situación que no solo no ha mejorado
últimamente. Con claridad está mucho peor que hace un cuarto de siglo, por
olvidar ya completamente la centuria pasada. Sin ningún rubor se miente ahora
descaradamente sobre lo que significó el régimen franquista y se fabulan
cuentos para los que hace falta mucha imaginación. Poner datos contrastados
sobre la mesa que revelan el paréntesis neto de veinte años, los que median
entre 1935 y 1955, en cualquiera de los índices de producción, no pasan hoy los
filtros de quienes tratan de decir que desde el 1 de abril de 1939 empezamos a
crecer, a inaugurar pantanos y a vivir felices. Supongo que excluyendo a todos
los que pasaban hambre –hubo racionamiento de productos básicos hasta 1954 y un
ajuste brutal a continuación que expulsó de su lugar de residencia habitual al
20% de la población de 1960- y excluyendo también a los que además de hambre
tenían bajas en sus familias debidas a una represión feroz. Y no hay manera.
Solo quienes se sientan herederos de los golpistas de 1936 pueden estar
interesados en camuflar la verdad histórica. Cualquier otro país de nuestro
entorno habría celebrado desde el primer momento la gesta de la nueve, la compañía mayoritariamente
española que constituyó aquella avanzadilla de los aliados llegando a París en
agosto de 1944…
Hay otro(s) París(es), a la vez, el elegante, el diverso, el multicultural, - y el multicultural elegante, señor Albiol. El avión que trasladó a mi familia a uno de los aeropuertos de París tenía en sus asientos de clase superior un porcentaje de africanos que harían reventar sus mensajes en X- Todos ellos viven en la calle un verano aparentemente feliz, cálido, entre juegos olímpicos y paralímpicos; sin gobierno… con una industria turística que tiene una meca a la vez divertida y hortera pero que se apodera de la infancia y de los abuelos y padres de las criaturas. Hace más de treinta años puse como condición para acompañar un viaje escolar a París que el día que se visitase el parque Disney mis compañeros se encargaban de todo y yo quedaba liberado. Esta vez he asistido voluntariamente. Ninguna excusa ni arrepentimiento. Tampoco me he disfrazado. Ni de soldado de la nueve ni con las orejas de algún personaje Disney –y había muchos, incluso con barbas, imitando ratitas de lunares- No descarto que la locura se haya apoderado de casi todos/as y esta esquizofrenia de juntar en un sola estancia el parque de atracciones y el aniversario de la caída nazi en París, es solo una pequeña prueba. Pero tengo muchas imágenes de las caras de felicidad de mis nietos…
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