Hoy mismo veo una estadística sobre los porcentajes de hombres y mujeres en la carrera judicial y las edades de ellas y ellos. Me sigue sorprendiendo y dudo que haya más excepciones –salvando a los políticos electos, con el caso Biden quizá haya que empezar a regular también ese asunto- de edades superiores a los 70 años en activo. Nací en la mitad exacta del siglo pasado, a punto de empezar la guerra en Corea. No hay pues ningún interés personal, pero si los más eminentes catedráticos, cirujanos, … deben jubilarse obligatoriamente y después de pasar la etapa de eméritos, a los 70 años, alguien debería explicar –mejor- la excepción de la carrera judicial. Y es que a esa edad –todos seguimos estupendos, faltaría más-, mejor dedicarnos a lo nuestro, a lo de nuestra familia y amigos, y dejar la cosa pública para quienes nacieron más tarde.
En síntesis muy corta, la
estadística refleja que mientras una mayoría amplia de la carrera judicial está
compuesta por mujeres, eso no sucede –no es el único caso- en los puestos más
altos de la pirámide jerárquica. En el Tribunal Supremo, el tanteador es 12
mujeres por 45 hombres. Y en cuanto a las edades, -en el conjunto de la
carrera- por encima de los 70 –edad de jubilación máxima para cualquier otra
profesión- hay once mujeres y treinta y cinco hombres.
Otro asunto en el que la derecha presuntamente moderada no acaba de definir proyecto es en el contencioso catalán. A punto de resolver un capítulo bastante importante que puede hacer presidente de la Generalitat a un socialista como Illa, seguimos sin conocer la postura del PP para enfriar ese contencioso. Si no hace mucho tiempo a Núñez Feijóo no le parecía mal un tratamiento fiscal singular para aquellas provincias del nordeste, ahora, como en tantas otras cosas, eso es pecado mortal, caca, demonio… Solo falta que una diputada de ERC se marque un tamayazo o que Puigdemont reaparezca en el Parlament disfrazado de lagarterana… Nada es como antes. Ni los veranos.
Estos días me ha dado por recordar
con algunos próximos que se cumplen cincuenta años de un viaje que –en lo
personal- empezó a definir mi futuro. Para empezar con un proceso contra mi
jefe en la Magistratura de Trabajo de Barcelona…El destino del viaje fue Lisboa
y era aquel verano que había empezado un 25 de abril… Y a la sombra de una encina –azinheira- que
ya no sabía su edad, juré tenerte por compañera… Y fuimos a Grándola doce años
más tarde, y no íbamos solos…
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