viernes, 10 de mayo de 2024

Creta (2)

 

Mucha Memoria en las lecturas con las que se cerraba la primera parte de esta crónica de un viaje a Creta. Kallifatides solo tenía tres años cuando los alemanes invadieron su país. Su padre, maestro comunista, fue encarcelado y torturado por los nazis y no tuvo una vida fácil después del final de la guerra, en la continuación de esa guerra en forma de guerra civil. Al final de esa, el escritor ya tenía once años. Seguramente sus recuerdos ya son más personales. Psychoundakis escribe sobre su propia vida. No tenía más que veinte años cuando los alemanes invadieron Creta y su obra se publicó en 1955, con los recuerdos bastante frescos. Emociona su descripción del paisaje cretense -al que hay que volver- y se entiende bien el poderío físico que tanto le ayudó en sus misiones en la resistencia. Henry Miller rozaba los cincuenta y llevaba una vida bohemia, a ratos de vagabundo, cuando recaló en Corfú para visitar a los Durrell, poco antes del estallido de la guerra en septiembre de 1939. No dedica mucho espacio a Creta en su obra “El Coloso de Marusi”, pero sin esa lectura probablemente se nos hubiera escapado el yacimiento de Phaestos y la playa de Matala.

Hemos recorrido la isla en sentido contrario al de las agujas de los relojes. Primero hacia el oeste. Hay dos poblaciones interesantes, con huellas notables de la influencia italiana -genovesa y fundamentalmente veneciana- en Rétino y La Canea. Puertecitos recoletos y faros destacables. El Greco está muy vivo en su isla natal. Hemos dormido en dos hoteles diferentes con su nombre y pudimos hacerlo en alguno más. Es decir, hay mucho hotel El Greco en Creta. Las calas de Seitan Limani, próximas a Souda, invitan al baño pero el atardecer en la costa norte es fresco.

La primera visita de la mañana siguiente es la playa de Balos. Ya está dicho que ella sola puede merecer el viaje a la isla. Una maravilla natural, un día espléndido este último del mes de abril y primer baño de la temporada. La siguiente etapa nos lleva a Elafonisi. Quizás haya que matizar lo del timo de la entrada anterior. La playa no está nada mal, pero es mediodía, hay mucha gente, la arena no es rosa… Comemos en unas rocas. El 1 de mayo –Protomaia- empezamos visitando un monasterio ortodoxo, Arkadi, con unos alrededores muy destacables desde el punto de vista geológico. El cretácico tiene menos prensa que el jurásico, Hollywood no le ha dedicado la misma atención, pero los fundamentos de la isla tienen mucho que ver con la era secundaria –mesozoica- que incluye ambos periodos junto al triásico, al que pertenecen la mayoría de los suelos de la isla, con unos 200 millones de años de antigüedad. La jornada continuó con la visita a los restos del Palacio de Phaestos, la playa de Matala, puesta de moda por el movimiento hippy que usó sus cuevas como alojamiento desde mitad de los años 60 y que hoy, en un día festivo, puede parecer un hormiguero y alcanzamos con la tarde ya muy avanzada Ierápetra para dormir.

Si la geología depara mucha riqueza en la isla, también en el aspecto humano es destacable lo temprano de la civilización minoica, del rey Minos, uno de los pilares de la mitología griega. En el museo arqueológico de Heraklion se comprueba de manera muy didáctica esa antigüedad. Hay pruebas de cerámicas y otros utensilios con más de 7.000 años. Ese museo es otro de los imperdibles de la isla. Lo mismo que los restos del palacio de Knossos, a donde es posible llegar en alguna línea del autobús urbano de Heraklion.

Como tantas veces, una joya del viaje resultó una visita que no estaba estrictamente programada. Agios Nicolaos, la capital de la provincia oriental, con un emplazamiento espectacular, y a donde llegamos bastante pronto, lo que dio lugar a una buena tarde de paseos por la ciudad. La jornada había empezado con la visita al palmeral de Vai y al monasterio de Toplou. En el hotel de Agios Nicolaos uno de los empleados de recepción nos hizo partícipes de un “secreto” que a él, como nativo de Atenas, le había costado seis años descubrir. Se trata de una cueva y una minicala, junto a una playa más concurrida, donde tomamos el último baño a primera hora del viernes. Y ciertamente, no parece que el lugar sea muy conocido a pesar de tener la terraza de un bar prácticamente encima. Y queda Creta para una tercera entrega. Llegará aunque se cruce por medio la jornada electoral de Catalunya. El aspecto humano, el gastronómico, la Pascua ortodoxa, algún otro recuerdo que no ha encontrado todavía hueco, puede que aparezcan por aquí antes de que acabe el mes. Mientras esos recuerdos estén vivos. 


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