Podía haber llegado hace 47 años. En agosto de 1977, con unos días libres después de un circuito por Grecia nos pareció que no merecía la pena, pasar solo un par de días en una isla de ese tamaño. Visitamos otras, más pequeñas y más cercanas al puerto del Pireo, - he vuelto a ver algunos clips de Nunca en Domingo, con Melina Mercouri cantando y/o bailando a los niños de aquel puerto, Ta Pedia to Pirea. He vuelto a Grecia. He vuelto, y en una revuelta del calendario, hemos vivido la Pascua ortodoxa. Hoy es un día festivo allí. Mucho para contar pero, de entrada, una religiosidad popular aparentemente más profunda y extensa que lo que acostumbramos a ver en nuestro ámbito católico.
Si hoy es festivo en Grecia, mañana
muchos países europeos celebran sin trabajar el aniversario del final de la II
Guerra Mundial. Hace nueve años, en el 75 aniversario de ese final, dejé
escrito en alemán, en una exposición en Berlín, el poco excusable olvido de la
participación de españoles, griegos y yugoslavos en aquel conflicto. De nuevo,
la Memoria entrecruzándose con la Historia. De nuevo, Historia y Memoria
batiéndose en la actualidad. De vuelta a casa una de las primeras noticias que
me sorprenden –ha habido muchas desde la última entrada a este blog- es la
ralentización por parte del PP, para disgusto de VOX, de las denominadas leyes
autonómicas de concordia. El trileo se ha apoderado de la política con más
ahínco del que a veces somos conscientes. ¿Y después de las elecciones al
Parlamento europeo? Volveremos a la carga.
Pero esta entrada quiere dedicarse
al viaje. Hay un vuelo directo a Atenas desde Bilbao, con una compañía
española. Y otro de la misma compañía de Atenas a Heraklion. Y otro de esa
misma compañía de Heraklion a Burdeos. La capital de Aquitania está a la misma
distancia de la nuestra que Madrid, y es mucho más manejable. Y las estaciones
del tranvía tienen nombres transversales: Chaban
Delmas y Miterrand. O Stalingrad
y Saint Jean…
Y la isla vale mucho la pena. Incluso si aterrizas en el mismo momento en que tu presidente de gobierno anuncia que sí, que vale la pena intentarlo. Supongo que se refiere a que va a intentar secar el barro. Quien no se haya preguntado alguna vez si nuestros sacrificios valen la pena, no entiendo qué tipo de vida tiene o ha tenido. Acostumbrados al “Una hora menos en Canarias”, allí estamos a una hora más que en la Península.
Hay dos atractivos fundamentales en
Creta: la Naturaleza y el legado Minoico. Una isla de buen tamaño en la escala
mediterránea, con altitudes que hacen que se conserve la nieve a finales de
abril, mientras te bañas con una temperatura del agua bastante aceptable. Y
todos los contrastes posibles en un lugar que ya hace unos seis mil años
aprovechó su situación de encrucijada entre Europa y África, entre el oriente
mediterráneo y la Península italiana. Contrastes internos Norte/Sur, con varios
grados de diferencia en la temperatura entre una costa y la opuesta. El paisaje del oeste, a una
cierta altura, parece más atlántico que mediterráneo. El este no engaña, la aridez
se asoma sin disimulo. La playa de Vai dice contar con el palmeral natural más
extenso de Europa. Claro que es una Europa que mira de cerca a Libia.
Una manera de alimentar el autoengaño, cuando nos reclamamos viajeros y no turistas, tiene buena base en las lecturas previas. Muchos años después de 1977 leí “The Cretan runner” de George Psychoundakis, traducida por el oficial británico que coordinaba a los grupos de resistentes contra la invasión nazi, Patrick L Fermor. Más recientemente, sabiendo ya que iba a viajar a la isla, Henry Miller y su “Coloso de Marusi” han hecho que visitara el parque arqueológico de Phaestos. Terminé la lectura de “Lo pasado no es un sueño” de Theodor Kallifatides, en la edición e-biblio de la Biblioteca Central de Cantabria, poco antes de aterrizar en Atenas el domingo 28 de abril.
(Continuará, espero)
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