Puede que el de hoy se convierta en un día histórico. Uno más del mes de mayo y tiene muchos este mes de flores. El reconocimiento del estado palestino por parte de España, Irlanda y Noruega llega tarde pero puede significar un punto y aparte en el dislate que ha sumergido la región en el caos en los últimos 75 años. Y el personaje público más ridículo de España, o muy cerca de ese primer puesto, -el alcalde de Madrid- con una franja de Gaza que ha visto asesinar desde octubre a más de 15.000 niños y a otros 20.000 quedarse huérfanos, se permite comentarios que en el futuro le avergonzarán a él o a su descendencia, ahora que dicen que se ha animado a ello. Un día se descuelga con lo maravilloso que le parece ir a la compra –ha tardado casi cincuenta años en descubrirlo- y al siguiente se mete en honduras de política exterior sin cambiar de cara ni de supuesto gracejo. Puede que él sepa distinguir entre genocidio y crímenes contra la humanidad. Es un debate técnico interesante pero a la inmensa mayoría se nos escapa.
Probablemente tampoco le parecerá
bien que los dos máximos tribunales internacionales de justicia hayan
coincidido, con pocas horas de diferencia, en pedir para Netanyahu las mismas medidas que para los máximos dirigente de
Hamás. La gente honrada, la gente de bien, siempre va a estar con las víctimas,
las cause quien las cause. Y contra los victimarios, contra los asesinos, nazis
o judíos; cristianos o musulmanes. Ese es un meridiano que no se traspasa
nunca.
Me ha alegrado que una cita que
venía escuchando hace semanas y que me preocupaba, en boca de la vicepresidenta
Díaz, haya alcanzado la cota de importancia
que merece. ¿Qué significa que Palestina debe ser libre desde el río hasta el
mar? Una cierta continuidad territorial, mediante un pasillo que comunique Gaza
y Cisjordania o la desaparición del estado de Israel.
El error, personalmente me lo
parece, se cometió en el contexto del final de la II Guerra Mundial, al calor
del conocimiento general del horror provocado por el nazismo. Buscar acomodo en
el Levante mediterráneo a los judíos, fue una estrategia para expulsarlos de
Europa, donde llevaban siglos de vida más o menos incómoda dependiendo de
tiempos y lugares –No en vano Israel en su cabreo monumental de estos días nos
recuerda a los españoles que el tiempo de la Inquisición ya ha pasado- pero a
costa de generar un sufrimiento a la población palestina que no ha hecho más
que aumentar en los últimos lustros.
Una pieza ineludible para la paz es reconocerse –unos a otros y otros a unos- en las fronteras de 1967, como recogieron los acuerdos de Madrid -1991- y Oslo -1993- Esa opción se ha demostrado bien difícil. Cualquier otra lleva al terreno de lo imposible la paz en esa región y la población no se lo merece. Hay que ser muy, muy anciano para recordar un tiempo medianamente pacífico allí. Al margen de la religión de cada uno.
Bajo intensidad para terminar. Al fin y al cabo tenemos el verano a la vista. Un resfriado primaveral me ha hecho estar más tiempo del habitual en posición horizontal. Podía haberme enchufado a desentrañar las críticas con las que la CEOE regional le ha sacudido al gobierno de Cantabria por su no hacer –Algo señalado en la última entrada de este blog- pero he estado frívolo y lo confieso. He dedicado como diez minutos a enterarme del cuelgue que parece que tiene la hermana mayor del rey. Pensaba que me iba a encontrar con una droga de diseño, en ese estilo rocambolesco que usan algunos medios digitales para que pasemos páginas en busca de la noticia. Da igual si se trata de un cambio de tiempo, de alguna novedad de la agencia tributaria o de la adicción de la infanta Elena. Y al final resulta que a lo que está enganchada es a la teletienda. Ahora entiendo algunos sombreros que ha lucido la infanta.
Y otra. Un amigo de Valladolid me
manda un enlace de una edición de su ciudad de un diario nacional.
Supuestamente con “dichos” locales. Ahí sí que se ve que el verano ya ha
empezado y que no hay noticias relevantes –al parecer- pues la mayor parte de
las que citan como locales ya se las había escuchado a mi difunta madre. “Dar
la tabarra” supera con mucho las fronteras pucelanas. Me molesté en consultar
la RAE, cosa que no debió hacer quien escribió la supuesta noticia.