domingo, 17 de marzo de 2024

Colgaos

 

La lectura del premio Goncourt de 2013 “Nos vemos allá arriba” de Pierre Lemaître, me ha hecho recordar, en los días previos al aniversario redondo del 11 M, otro aniversario que tuvo ese mismo valor el año pasado. Fue en mayo de 2003 cuando un grupo de militares españoles -62- que volvían de una misión en Afganistán, perecieron en un accidente aéreo en Turquía. Desgracia sobre desgracia: Alguien en el ministerio de Defensa decidió que tampoco era necesario hacer análisis exhaustivos para saber quién era quién. A las familias se les devolvía un féretro y a correr. No funcionó y fue un escándalo. El ministro Trillo ni se despeinó y el presidente del gobierno, si cabe, menos. O sea, que los atentados de Atocha tuvieron ese antecedente con un comportamiento del gobierno muy similar. No eran responsables de nada. Ni de la crisis del Prestige… La segunda legislatura de Aznar fue un rosario de anomalías trágicas.

Las malas condiciones del avión, Yak 42, eran conocidas. Noruega ya había cancelado esos vuelos para sus militares. ¿Qué ocurre en la novela premiada en Francia? Que el pillo, oficial en la reserva, supuesto héroe de la I Guerra Mundial, se está forrando con una concesión del gobierno para enterrar  a los soldados víctimas de la guerra en mejores condiciones que en sus sepulturas provisionales. ¿Y qué hace el pillo?  Comprar los ataúdes más baratos y más pequeños, haciendo algo parecido a una carnicería para que los restos entrasen en esos féretros pequeños. La novela es posterior al accidente –y la película, de 2017- y también se dan casos en ella de cadáveres mal identificados: ¿En qué se inspiró Lemaître?

Todo lo que la semana ha removido en torno al novio de la presidenta madrileña y a ella misma, o a su jefe de gabinete, aquel portavoz del gobierno de Aznar con risitas extrañas,… las fotografías de Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez, el dueño de su agenda, que no ha tenido empacho en amenazar a periodistas relacionados con la publicación de la trama del novio,  esas fotos revelan, como mínimo, que esta semana no han dormido bien, o que han dormido poco. Pensando mal, que se dice que es como se acierta, suena la banda musical de Nacho Canut y Olvido Gara – esa Alaska tan cheli como la propia Isabel- aquella del “no sé qué me das, que me hace volar…” Hay primeros planos con unas miradas y unas ojeras …  Sigo con la novela de Lemaître. Uno de los protagonistas, con media cara desaparecida por una explosión en el frente, pocas horas antes de alcanzar el armisticio, se ha enganchado a la morfina que le administran al principio, en el hospital de campaña, para sobrellevar los dolores espantosos… Saltar a la fama desde las agendas de notables. Isabel empezó llevando la del perrito de Esperanza Aguirre. Otra dicharachera que llega esta semana al banquillo, de momento como testigo

Y predicar que no es dar trigo. En Madrid se predica mucho. Se predica la cultura del esfuerzo y se vive en la del vicio, en esa ciudad de alquileres imposibles para los pringaos, cañas libres para muchos y automóviles de alta gama para quien resulte beneficiado de los pelotazos: Ojo, transversales. Los pelotazos, como se ha visto muy recientemente, alcanzan a tirios y troyanos. Con una moral pública de mayor calidad, nuestro PIB y nuestro rating –recién mejorado por Moody’s- serían aún mejores. En esta ocasión el ABC no ha tratado de ocultar las buenas noticias. Lo que no deja de ser una buena noticia.

Acabo. Con las Fallas, las procesiones, el estallido de la primavera…Aunque no queramos, viene una tregua. Cortita. El próximo domingo, lo es de Ramos. Y el siguiente, de Pascua. Aberri Eguna y continuamos con los procesos electorales. Los guionistas de los mismos en el año en curso, algo han respetado. No será fácil superar la marca de este 2024. Quizás unas generales después del verano, o coincidiendo con las europeas. Todavía estamos a tiempo.

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