Amaneció la semana prontito, con noticia que venía de Buenos Aires. Una ensoñación del camarada Santiabascal cuya realidad paralela le lleva a confundir a uno de sus ídolos, colgado por los pies en Milán en 1945, con su deseo de que le ocurra lo mismo al presidente del gobierno. Si sigue existiendo el delito de amenazas, quién sabe. Puede que algún poder judicial estime que el jefe de VOX ha quemado las pastillas del freno. No conseguí, en mi única visita a Argentina, que me aclarasen bien las diferencias entre boludo y pelotudo. Abascal ha logrado un sumatorio: Bolupelotu. Lunes, lunes, ¡ay!
Ese mismo día, martes, la votación en la Asamblea General de la ONU volvió a demostrar la urgencia que tiene la reforma de ese organismo. La votación en el Congreso de los Diputados mostró un 178 contra 172 a favor de discutir la ley de Amnistía y se va a discutir y probablemente a aprobar. La votación de Nueva York resultó con 153 votos a favor y solo 10 en contra, más 30 abstenciones. Una masiva votación en contra de las posiciones de Israel masacrando a la población civil palestina. Y no sirve de mucho. De momento.
Y el miércoles era Santa Lucía, mostrando, como cualquier otro día del año, que no hay peor ciego…
Estrasburgo fue escenario de un encuentro poco frecuente en la Historia de las
Comunidades Europeas. El presidente de turno del Consejo, Pedro Sánchez, maltratado por el portavoz de uno de los grupos
parlamentarios que apoyan a la Comisión. Bronca importante y quizás –no todos
lo ven así- el alemán Weber se lo
piense la próxima vez que sus colegas hispanos le lleven al huerto. No es
posible encontrar en ninguna ciudad
alemana nombres de calles con los dirigentes civiles o militares del III Reich.
Y Weber lo sabe. En España pocas ciudades se libran, pese a leyes con cierta
antigüedad -2007- que lo prohíben, que los callejeros luzcan, todavía, nombres, civiles o militares, de la conjura
franquista. Eso en Europa tiene una digestión difícil.
Claro que ese mismo día hubo
espectáculo, –lejos de San Fermín- con Pamplona como centro y, también,
declaraciones radiofónicas de Ricardo Martínez, director de la logística de
Médicos sin Fronteras, recién llegado de Gaza, que dejaron los cuerpos de los
oyentes muy malitos para el resto de la jornada. Con una primera mitad de la
semana tan intensa, debería haberme desconectado. Pero no. Un amigo me mandó un
enlace a un artículo de Pablo Iglesias…
Me dio pereza pero, al final, o al día siguiente, empiezo a leer. Sensaciones de
que algo no funciona en ese cerebro que pudo parecer impresionante. Poca
discusión, por mi parte, sobre el juego sucio que ha soportado Podemos en
múltiples ocasiones a lo largo de los últimos años. Tampoco hay necesidad de
olvidar de quién y cómo, y para qué, recibió Podemos la atención de muchos de
los que después han iniciado o se han sumado al juego sucio. Y nunca, creo que
nunca, no quisiera ser muy injusto, la más mínima autocrítica. Cada vez menos,
más prietas las filas, y siempre algún traidor a quien culpar de los males que
nos aquejen. Y ahora, a dividir. En Sumar nunca estuvieron a gusto.
Leí hasta un punto en el que
Iglesias junior hiere a alguien, probablemente a Sotomayor, con un “ya puedes
vivir en la casa que quieras” Y de ahí no pude pasar. Con la que se montó con
el casoplón de Galapagar para llegar ahora a eso. Elecciones europeas.
Oportunidad. No se pierde ni un voto al ser circunscripción única. Pero cuidado
con las lecturas posteriores. Se divide el voto de la izquierda a la izquierda…
En 2014 esa izquierda, en tres listas, obtuvo 12 diputados sobre un total de
54. Cinco años más tarde, tras el Brexit, que había dado cinco escaños más a
España, el PSOE creció de 14 a 21, y la suma de aquellas tres listas de
izquierda, perdió exactamente la mitad, de 12 a 6 y ya formaban parte del
gobierno. Demasiadas guerras con la Noche de Paz a la vista.
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