lunes, 7 de agosto de 2023

Días de verano

 

Con pocos días, a veces horas de diferencia, veo un par de películas: Argentina 1985 y  Oppenheimer y remato una lectura de la chilena Isabel Allende, Paula, y se forma el gobierno de Aragón. Tomemos el mapa de España, hagamos imagen mental, Andalucía ya no ha necesitado a VOX, ni Madrid: Extremadura limita al norte con Castilla y León que limita,  por Soria,  con Aragón,  que limita por el este con Valencia… ¿y Murcia? Ven y lo entenderás dice el anuncio de Carlos Alcaraz para fomentar el turismo en su región. No es fácil entenderlo sin ir. De momento, voy a seguir sin entenderlo. No pienso ir.

¿Por qué relaciono cine y literatura con la política doméstica actual? En todas partes cuecen habas y Argentina y Chile han tenido de todo en el último medio siglo pero la película en la que Darín encarna al fiscal Strasera en el proceso que condenó a los dirigentes de la Junta Militar, empezando por el terrorífico Videla, como indica el título, se sustanció en dos años después de haber recuperado la normalidad democrática tras el error que cometieron los militares argentinos con la guerra de las Malvinas. Uno de los acuerdos de las derechas más y menos extremas para gobernar Aragón es derogar la ley autonómica de Memoria Democrática. En Valencia parece que se va por el mismo camino. Muchos lustros después de la muerte del dictador, muchos más lustros, pronto un siglo, desde que se cometieron la mayoría de los crímenes… Una diferencia temporal apreciable.

Frente a la modestia y buen hacer de la película argentina, Hollywood y todos sus medios, pese al interés evidente de la historia, me parece que tiene un cierto fracaso en las formas. A pesar de ello, no es poco importante que en un film de éxito comercial indudable, - salas llenas a diario- se hable sin tapujos de la guerra civil española y de los norteamericanos que vinieron a combatir aquí contra el fascismo.

La escritora chilena, de la familia del presidente depuesto en el golpe de Pinochet, narra en esa historia un drama personal brutal, la muerte de su hija Paula tras meses de penosa enfermedad, e intercala diversos aspectos de la vida familiar con el golpe y el exilio ocupando un papel muy protagonista. Afortunados que pudieron contarlo…

En estos días de agosto, con un pie en la playa y otro en el pedal de la bici, se me ocurren estas cosas. No debo tener arreglo. Y, además, ha muerto una referencia nacional con quien tuve el privilegio de tratar. Ramón Lobo vino desinteresadamente desde Madrid a Santander para colaborar en la carrera organizada por el grupo local de Amnistía Internacional, Santander corre por Yemen. Carrera que hacía la número cuatro de las organizadas con fines parecidos y Siria como motivo en las tres anteriores. Yemen tuvo peor suerte con la meteorología local. Si las tres anteriores gozaron de un tiempo espléndido, la de Yemen se tuvo que suspender a causa de la lluvia. Ya el sábado de vísperas, el acto con Ramón Lobo tuvo que hacerse en los soportales de la Porticada. 

Voy a tratar de que no se borren los mensajes de whatsapp que conservo en mi teléfono. No hay razón para contarlo todo y menos cuando el interesado ha fallecido, pero me sorprendió la facilidad y rapidez con la que se definió políticamente ante un desconocido de pocas horas antes: Yo mismo. Una pista innecesaria: Seguro que ha muerto muy preocupado por todo lo que está pasando en tantos gobiernos de las comunidades autónomas y ayuntamientos. A ver cómo queda el asunto central. Próxima cita la semana que viene en la formación de la mesa del Congreso. El resto, fuegos artificiales. Me encomiendo a San Roque, patrón de mi pueblo y abogado contra la peste: San Roque inmortal, líbranos de peste y mal. Continuará. Espero.

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