Saltar hacia atrás, replegarse. Dice la RAE que el término, cada vez más usado, resiliencia, viene del inglés resilience y este, a su vez, del latín que he colocado como titular. No entiendo bien la necesidad de ese paso por el inglés. Después del debate electoral del pasado lunes, y aunque cueste confirmarlo, hay millones de compatriotas preparados para entrenar esa capacidad de los seres vivos, incluso los humanos, para hacer frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. Esa es la definición completa de resiliencia que da nuestra academia de la lengua.
De saltar hacia atrás, los tiempos del pasado, ya me ocupé
la semana pasada pero todavía no podía imaginar cómo iba a ser el debate y la
confianza en que todo pudiera ser una pesadilla, era mayor. Ahora ya no cotizan
ni los milagros. El aspirante a presidente del gobierno, algún fan ya le llama
presidente, miente más que habla y dudo que ni su asesor de relumbrón le
pudiera comprar un coche de segunda mano. Pero lo que ha tenido mucho cascabel
es el dúo de presentadores del debate. Uno lleva años en el pelotón de cabeza
de los fustigadores al gobierno. La otra, trabajadora de la misma empresa y a
las mismas órdenes, sigue pretendiendo que lo suyo es diferente y se ha visto
en la necesidad de justificar sus no intervenciones en los momentos en los que
era más evidente que el popular mentía a dos carrillos.
La sorpresa ha sido que un resiliente de libro, como Pedro Sánchez, no haya conseguido
neutralizar al mentiroso. La resiliencia puede ser una de las características
de quienes se dedican profesionalmente a la política. La mayoría de
triunfadores han pasado por momentos muy oscuros y han conseguido volver a la
superficie respirando como nunca. Felipe
González abandonó durante meses la dirección del PSOE antes de volver como
triunfador. Fraga, aunque refugiado
en su Galicia natal, consiguió que se olvidasen sus fracasos en el asalto a la
presidencia del gobierno. Aznar tuvo
que hablar catalán en la intimidad para que no le enseñasen la carta de
despido. Después ya consiguió chapurrear spanglish. El mismo Rajoy, que desde 2004 lo intentaba,
tuvo la fortuna de encontrarse con la crisis financiera y en 2011 se alzó con
una rotunda mayoría. Es verdad que otros han jugado a quien-la-sigue-la-consigue sin tanta fortuna. Hernández Mancha y (fra)Casado
encabezan esa lista.
No tengo que salir de esta comunidad para señalar cómo algunas han comido sapos de cierta altura, la que era capaz de saltar Ruth Beitia, pero al final –hace pocos días- ha alcanzado la presidencia de Cantabria. Tampoco es manca la versión extremeña. La señora Guardiola podría interpretar películas de los hermanos Marx: Estos son mis principios, pero tengo por aquí estos otros por si fuera necesario… Y el jefe mentiroso que declara que le ha dado morbo empezar a mitinear en Badajoz. Puede ser la única verdad de su campaña.
En lo personal, mi proyecto de resiliencia se basa en la
edad. Ya he pasado mucho y es difícil que me pueda quedar una cantidad de
sufrimiento comparable. Lo lamento mucho por los cercanos –los más próximos y
jóvenes-. Empezando por mis nietos. Dudo que la España que puede empezar a
fraguar a partir del 23 de julio les vaya a ser favorable. Lo único que puedo hacer para que no ocurra es votar y -que nadie se moleste- votar útil. No es lo mismo votar donde se eligen docenas de diputados que donde se eligen cinco o menos. Sé que resulta
frívolo para muchos pero ya que VOX ha rescatado el chotis franquista “Ya hemos
pasao”- no se les puede negar que ellos van de cara- de Celia Gámez, yo, al archiconocido “No pasarán” le añado lo que
algún dibujante de la transición –no me
atrevo a citarlo por inseguridad- “Y si pasan, ni caso”.
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