Tres notas para despedir el año. La primera, por hacerle justicia a mi propio pasado personal, es que me gustaría que cuando el acuerdo alcanzado en las vísperas festivas entre patronal, sindicatos y gobierno sobre relaciones laborales se convierta en marco legal, podamos seguir dándole la etiqueta de histórico. Abusamos muchas veces del calificativo pero, desde el inicio de la Transición, con los tan denostados Pactos de la Moncloa, cada acuerdo relativo a relaciones laborales en España, ha sido para empeorar las condiciones de trabajo, incluso para colocar cuñas entre las dos grandes centrales sindicales cuando una de ellas aceptaba el nuevo marco y la otra no. Y conflictividad añadida. Por eso, el acuerdo alcanzado hace pocos días puede que se denomine histórico justamente. Solo hay que esperar un poco de tiempo. Si queda alguien con la cabeza fría en el Partido Popular, debería esmerarse para no desmarcarse de este acuerdo, de todas las partes en España y bendecido por la Unión Europea.
Segunda. Chile y su segunda vuelta electoral. Penoso que se nos haya vendido que el presidente electo, Boric, era tan radical y de sentido contrario, principio de Arquímedes de la política al parecer, como su oponente de la derecha extrema, Kast. Boric, después de Allende, viva el orden alfabético y confío en que los chilenos no necesiten una C en el próximo medio siglo. Todavía no he visto que se haya tildado de muy radical el programa del nuevo gobierno de coalición en Alemania. La aportación chilena, en su marco continental que culturalmente es también el nuestro, es que en menos de un siglo el electorado ha confiado tres veces, tres, en alcanzar por vía pacífica una sociedad más justa, en la que los nadie sean algo. Ese marco continental no lo ha permitido. Me gustaría preguntarle al Nobel de Literatura Vargas si esta vez también han votado mal los chilenos, si se justificaría volver a reconducirlos por la fuerza y las muertes abundantes al buen camino neoliberal. Tampoco los ganadores cuentan con todo el apoyo de su propia orilla. Los enredos con Cuba, Nicaragua y Venezuela, fundamentalmente desde los aparatos de esos países, o desde el confortable salón, con buena temperatura, de nuestra propia España, han puesto en entredicho ese nuevo programa de unidad popular antes incluso de la toma de posesión de Boric…
Y tercera. La mascarilla obligatoria en los exteriores como
mayor signo de impotencia ante la persistencia del puñetero virus y sus olas
recurrentes. El teatrillo nacional y de las nacionalidades ensayando cada vez
más el género del esperpento. Sé que puedo aburrir haciendo recuento pero
alguna nota puede llegar incluso a ser divertida. El lendakari y el president
catalán, precisamente ellos, reclamando al gobierno central normas comunes…un vivir
para ver. Los populares que piden la norma desde Andalucía o Galicia y la
censuran desde Madrid… ¿Ha ganado esta confrontación la presidenta madrileña? Además
ofendiendo gravemente a los trabajadores de la sanidad pública. Que sea Bildu
quien señale desde el Congreso que esto da alas al negacionismo y que gentes
tan poco radicales como Errejón o Baldoví amaguen con votar en contra cuando se
presente la convalidación del decreto…señala, otra vez y son demasiadas, que el
timón de Moncloa no siempre está debidamente atendido.
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