Se aproximan las elecciones, las legislativas en primer
lugar, y la agenda informativa sigue con cuestiones que me interesan poco o que
me interesaron mucho, pero ya me han aburrido: El conflicto en Catalunya, en
cualquier momento volveré a escribirlo con ñ, y el Brexit, incluso añadiendo la
derivada Gibraltar, me han hartado. En la escala local la leche, las ubres de
las vacas y los bricks de leche, podrían protagonizar algún mitin. Ahí sí que
podrían saltar sorpresas. Todos los que saben picar un dalle, aunque no sepan
picarlo realmente, pero que le den significado a picar un dalle o a segar cambadas y lombíus, los votos de todos ellos son propiedad de un solo partido? Más
hartazgo.
En medio, en la escala nacional, un dirigente de la
derechita cobarde ensaya para decir cada día una brutalidad mayor. De qué le
van a decir a ellos que son menos neofascistas que los neofascistas. Desolación
absoluta. Un videojuego es tomado por real. Soldados occidentales les vuelan
las cabezas a los muyahidines y hay quien se lo cree. Probablemente incluso se
aplaude.
Lo que podría interesar a la mayoría
está sabiamente escondido, desde la extrema derecha a la extrema izquierda, me
temo. Pensiones, Sanidad y Educación, fuera del ámbito de los negocios,
garantizado y prestado como servicio público. Y no, Pablo Casado, la enseñanza concertada
no es pública aunque se sostenga con fondos públicos y muchas veces hace
trampas y cobra cuotas prohibidas por la ley y supuestamente voluntarias para
los padres y madres y muchas veces no participa como la pública a la hora de acoger contingentes
de alumnos desfavorecidos.
Ya sería pedir recopetines dorados
que hubiera compromisos electorales sobre clamores ciudadanos del tipo ley de
muerte digna, sistemas sostenibles de dependencia y entronque con nuestro
regresivo sistema demográfico y, triple salto sin red, compromisos más serios
para lo inmediato sobre el cambio climático, que ya debe estar documentando
hasta aquel primo sevillano de M. R.
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