viernes, 25 de mayo de 2018

Sentencias (Local y global)ⁿ⁺¹


Con pocos segundos de diferencia, en el mismo boletín informativo, me entero de dos sentencias. Una lo ocupa todo. La otra es local. Trataré de ser equilibrado entre las dos y empiezo con la local. No conocía a ninguno de los implicados, debo doblarles la edad, en los hechos que han estado a punto de llevarlos a la cárcel. Sí. Algunos van a la cárcel en nuestro país con mucha más facilidad que otros y soy de los que no quieren dejar de confiar en la Justicia. Al margen de ella los débiles no tenemos nada que ganar. Son los poderosos los que maniobran y consiguen, a veces, torcer el rumbo que parece lógico. Sensato. Esos términos que tanto le gustan a M. Rajoy.

Conocí a uno de los implicados justo en el momento de denunciar los hechos ante los medios, en el Centro Cultural Dr. Madrazo una mañana de invierno. Ya hace cuatro años. He asistido a algunos actos en la Universidad, lugar del incidente del que se les acusaba, de apoyo, de solidaridad. Los débiles lo necesitan más que los poderosos. Mantengo una relación todavía con él a través de redes sociales. Me cae simpático y no comulgo con una parte sustancial de sus propuestas políticas. Pero no es un delincuente. No son delincuentes como la Justicia, al fin, acredita. Otro abrazo, Marcos, y hazlo extensivo a todos tus compañeros.

Como en algún otro caso, más o menos similar, de los producidos en estos últimos seis o siete años, muy principalmente desde las reformas legislativas que el PP de la mayoría absoluta de 2011 ha implantado, destinadas a culpabilizar las protestas contra sus políticas infumables, se ha acreditado, colateralmente, en este juicio, que alguien ha mentido. Ya sé que no estaba Perry Mason ni ninguno de los abogados de mil series y películas americanas. Es posible que el perjurio no sea delito en España. Por eso M. Rajoy sigue siendo, hoy por la mañana, presidente del gobierno de nuestro país.

Sí, nos gobiernan mentirosos y chorizos, ahora ya acreditado por la Justicia. Espero que no duren mucho al frente de ese gobierno. Los verdaderos patriotas, de izquierdas, de derechas y de centro, tienen dos años por delante para sanear la cloaca que deja el PP. Es tiempo de lo que la ciencia política denomina gobierno de salvación nacional.

Si no he sumado mal, el PSOE que ya ha presentado una moción de censura, Podemos y sus confluencias periféricas y Ciudadanos suman una mayoría absoluta de 183 diputados sobre 350. Se podrá añadir quien quiera de los grupos nacionalistas o del Mixto, pero no para condicionar nada. Habrá intentos de bloqueo en el Senado, pero todo debe volver al Congreso. Esa segunda cámara es obsoleta y algunos querían dinamitarla. Es el momento. Y de cambios sustanciales en la ley electoral y en los derechos que no están blindados como de primera necesidad en la Constitución, trabajo, vivienda… Y, muy fundamentalmente, en todas las proposiciones que, como los filibusteros, el PP lleva dos años petardeando. Y que la radiotelevisión pública deje de ser una vergüenza y de, y de, y de…

Dos años pueden dar para mucho si hay voluntad. De las elecciones de junio de 1977 a la aprobación de la Constitución de diciembre de 1978 pasaron solo 18 meses. Y el momento era infinitamente peor que el actual. Respondiendo a un comentario de un amigo en Facebook anoche, me pareció que el escándalo que protagoniza el PP desde hace unos 30 años, acompañado de lejos por todos los demás que han tenido poder político en las instituciones, es comparable al que hizo saltar en Italia el orden construido después de la II Guerra Mundial. La Tangentópolis, las vinculaciones mafiosas de cargos públicos, los crímenes políticos… Al contemplar la deriva de Italia desde entonces, dan ganas de orar lo de: Virgencita que nos quedemos como estamos.



Pero hay otras vías. Mis amigos del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Cantabria me invitaron, ya hace 20 años, al encuentro que ponía la Europa del Sur en la mira de los tránsitos hacia la sociedad actual. Hoy, Portugal, Italia y España tienen significados distintos en la política cotidiana pero la mayoría de nuestros políticos no tienen tiempo para leer Historia.






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