martes, 1 de mayo de 2018

En NOLA

Escribo desde EE.UU. Los recién nacidos durante mi último viaje ya pueden votar. En marzo de 2000 todavía no había pasado nada de lo que vino después. Lógico. Se van a cumplir 30 años de mi primer viaje a este país. No es fácil de olvidar. Era el 8 de agosto de 1988. Ahora me doy cuenta de que la mayoría de esos viajes, que no fueron pocos, se produjeron en solo doce años. Después, las catástrofes. Innumerables. Internacionales, nacionales y personales. Un solo detalle: Conocimos que Aznar había ganado su mayoría absoluta mientras cenábamos en el downtown de Fort Worth. Después lo demás. Incluyendo guerras y atentados. Enfermedades. Muerte. Y el Patriot Act y me dije: no vuelvo. A mí no me tocan.

A mí no me tocan lo que no deben tocarte si no quieres que te toquen. Pues me han tocado. Me han tocado como nunca. Se me olvidó un pañuelo de papel en el bolsillo. Eso dio algo muy raro en el escaner y ya puestos me tocaron todo. Por todas partes. Con una despedida de-aquí-no-ha-pasado-nada... ¿Lo intuía? Por eso no había vuelto?

Tanto Texas como Nueva Orleans forman parte de mis recuerdos. De los buenos y de los otros pero veo esperanzado que no cursan con dolor. Cursar en términos médicos. No puedo imaginar cuántas pruebas me faltan para el "alta" definitiva pero esta era una. Por lo demás, la ciudad sigue igual de atractiva. Igual de llena de turistas principalmente nacionales. Igual de insoportable Bourbon st. Quiero decir que las heridas también se le van cerrando a la ciudad. Que en concreto el Garden District tiene una actividad rehabilitadora muy extraordinaria. No muchos turistas se acercan al norte de la ciudad. El lago sigue teniendo su impresionante dimensión.

Llegar hasta el Pontchartrain en bici me ha dado una dimensión de la ciudad que no tenía. Me gustaría estudiarla más. Hay calles-frontera que dividen zonas con apreciables diferencias en sus niveles de renta. Y no es en esas áreas de casas más modestas y asfalto y jardines en peor estado, donde se encuentran las mayores miserias humanas. Me ha llamado la atención un "camping" entre el distrito de negocios y el French Quarter. Debajo de uno de esos nudos de autopistas que sigue sorprendiendo encontrar en el centro de las ciudades. Al abrigo de las lluvias poderosas que caen aquí cuando caen. Pero con un nivel de decibelios poco soportable.

Ni con este huso horario he conseguido meter esta entrada en lunes. Así que ya es 1 de mayo y mi pensamiento se vuelve hacia la tradición, de nuevo interrumpida. Hace tres años la fiesta me pilló en Berlin. Hace dos en Fuerteventura. Hace seis en Dahjla/Villacisneros. Ya hace diez de un puente de esta fiesta en Porto do Son, ay!... y una vez en Zaragoza. Y muchas en casa o en Barcelona, cuando Barcelona era mi casa. Pero sería injusto no recordar el debut. Fue hace 50 años en Madrid. Y me tocó subir la cuesta de Moyano a más galope que la caballería gris que yo no había visto hasta entonces.

Ha sido una de las últimas cosas que hemos hecho antes de acabar la maleta para este viaje. El jueves pasado fui uno de los hombres, y había muchos, que acompañaron a las mujeres ante la Delegación del Gobierno. No me gusta por principio criticar sentencias judiciales. Es básico el respeto a las mismas. Pero si la sentencia de la Audiencia de Navarra es técnicamente correcta, no tengo calificativos para la urgencia en cambiar la ley.   En esa concentración acompañaba a dos mujeres. Mi nieta y mi compañera. También estaban por allí mis hijos y es muy gratificante estar de acuerdo en lo básico con los más próximos. El voto particular de uno de los magistrados ya lo enjuicié aquel mismo día en facebook. Tampoco me quedan palabras para él.


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