El pasado viernes se cumplió un año de la firma del Acuerdo
de Paz en Colombia. Todo el mundo sabe – o no, muchas veces hablamos de todo-el-mundo, y realmente nos dirigimos
a una parte muy pequeña de ese mundo- que dicho acuerdo no ha tenido, al menos
de momento, un efecto positivo sobre millones de ciudadanos de aquel país que
continúa en guerra. Una más de las guerras no declaradas y no consideradas como tal. Las conversaciones se habían desarrollado en La Habana. También hace ahora un año de la muerte de Fidel Castro.
La población indígena o descendiente de africanos sufre en
mayor medida las consecuencias de dicha guerra. También la semana
pasada he tenido el privilegio de conocer y escuchar en directo a un
colombiano, Gustavo Pedraza, que
reside un año en España acogido a un programa que la sección española de
Amnistía Internacional tiene establecido para situaciones de emergencia de
defensores de derechos humanos en sus países de origen.
En este blog hay alguna referencia a otras activistas que
han pasado por Santander durante ese año de estancia en España. Sus
testimonios, vivos, frescos, causan una impresión difícil de olvidar entre
quienes los podemos escuchar aquí. En un rincón del mundo que a veces nos puede parecer un basurero lleno
de corrupción y de intrigas políticas de diversa índole, pero que tiene muy
poco que ver con el frente. No me resisto a emplear terminología bélica. Frente
a lugares en los que, aquí sí, nadie duda que están en guerra, Siria, Yemen…
Colombia sufre un conflicto armado de varios decenios y muy complejo. No son
los A contra los B, que son los conflictos fáciles de entender.
En una charla en un Instituto de Secundaria de nuestra
ciudad, acogida con un silencio asombroso por parte de alumnos de 15/16 años,
Gustavo dio una cifra que me golpeó especialmente. El cálculo de ciudadanos
colombianos desplazados internos a causa del conflicto supera los siete
millones. Es la misma cifra que conozco y he manejado sobre el conflicto sirio.
Es cierto que la población colombiana es superior a la siria y que en términos
relativos no supone el mismo porcentaje, pero siguen siendo siete millones. Una
cifra muy similar a la suma de nuestra comunidad autónoma y la madrileña.
Un conflicto en que las guerrillas, hay o había más de una,
se han enfrentado al gobierno, pero donde además las bandas de paramilitares o
los narcotraficantes, suponen a su vez ejércitos bien armados que imponen su
ley en distintas partes del territorio. El enfrentamiento entre el anterior
presidente, Uribe, y el actual, Santos, precoz premio Nobel de la Paz
2016, siendo el primero el máximo exponente de los contrarios al acuerdo, que
además ganaron el referéndum convocado al efecto y en el que no participó más
del 60% del electorado, puede ser considerado algo próximo al teatro.
Yo mismo había olvidado que Santos, en calidad de ministro
de Uribe, no puede ser considerado inocente de las tropelías cometidas por el
gobierno de éste. Pero es que además no ha cambiado mucho. El terror sigue
imperando en muchas partes del país. Si Gustavo Pedraza está en España y ha
visitado Santander es por haber tomado el relevo de las denuncias que había
presentado su hermano Carlos Pedraza.
Carlos fue asesinado en las cercanías de Bogotá, donde residía, en enero de
2015 y por el momento no hay una investigación real que pueda llegar a acusar a
sus asesinos.
El hostigamiento sufrido por Gustavo ha hecho que sus
abogados le recomienden salir del país. Es posible que su caso se enfríe
mientras está aquí. O no. Tengo un dolor especial. Mi perfil en una red social
me recuerda día a día que hace ahora siete años yo mismo estaba en Colombia. En
esta última semana de noviembre caminando por la Sierra Nevada de Santa Marta.
En las entradas de este blog de noviembre y diciembre de aquel año 2010 se
cuentan algunas cosas de las que veía por allí.
No soy el más ciego. Conocía el conflicto colombiano pero ya
hace siete años que no evalué con acierto su grado de crudeza. Me equivoqué
entonces. Y ahora. Esa crudeza hace que Gustavo, y su madre, tengan refugio
temporal en España. Ese país hermano sigue en guerra y no es fácil visualizar
ese conflicto. Las razones de esa ceguera son muy variadas. Nuestros
principales medios de comunicación no son ajenos. Al fin y al
cabo un vecino de Colombia, Venezuela, da mejores portadas.
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