lunes, 2 de octubre de 2017

Ara es l’hora


En el final de la entrada del lunes pasado hacía un leve recuento de cómo la ultraderecha va ganando espacios en diversas instituciones europeas. España ofrece un marco muy singular en ese aspecto. Hay lápidas en muchos lugares que avergonzarían en casi todos los países vecinos, pero no hay representación institucional de ese signo. Institucional. La calle es otra cosa. Abierta la caja de Pandora o de alguna vecina, confrontados dos nacionalismos frente a frente, el del lado español levanta el brazo y canta el caralsol con una facilidad pasmosa. En Madrid, en Valladolid… o el aporellosoé, incluso en la Vía Laietana de Barcelona.

Así empieza el año hidrológico, lloviendo eso sí, menos mal. Quienes no trempamos con ninguna bandera entramos en un periodo difícil. Nos van a dar, nos están dando, por todos los costados. Los del caralsol no tienen dudas para un caso de ese tipo, solo se puede ser rojo peligroso y antiespañol. Pero hay una novedad. Se ha abierto una oficina que expende certificados de verdadera izquierda. No tiene que ver con lo que hayas hecho o dicho o escrito a lo largo de tu vida. Si no te has entregado a defender la vía Puigdemont, es que no eres pura sangre de color adecuado.

El nacionalismo me parece una enfermedad. Sin vacuna conocida ni tratamiento efectivo. No conozco, en los dos siglos y pico transcurridos desde la revolución francesa, uno solo de ellos, centrípeto o centrífugo, que no se haya afirmado contra otros, con la fe ciega en ser mejor, superior, que los otros, con daños difíciles de calcular en el momento de encender la mecha. Cuando llega al lenguaje el nosotros contra ellos, con poca delicadeza, con nula posibilidad para las personas singulares, se cierran todas las vías. La imposibilidad, en nuestro caso, de que una federación, esperanza de muchos, pueda resolver el litigio.

De Rajoy me parece que casi nadie esperaba casi nada, pero hubo apuestas por la habilidad de Soraya para resolver el conflicto. En algún momento ha vivido en Barcelona, o ha viajado allí varias veces por semana. Por lo que parece para explicar que la ley es la ley, en modo barrio Sésamo y que mantener la ley era el único cometido del gobierno de España. No parece que en ningún momento se haya abierto alguna posibilidad a algún cambio en la ley. La vicepresidenta y su equipo de abogados del Estado solo han servido para que la noticia del día sea la represión implacable, a ratos salvaje, unas imágenes que se convierten en coartada para los otros.

Engels no está entre los superventas del año, pero desde que descubrí lo que sigue y han pasado más de cuarenta años, yo soy fan del socio de Marx “(…)Pasó el tiempo de los golpes sorpresivos, de las revoluciones hechas por las pequeñas minorías conscientes a la cabeza de las masas inconscientes. Cuando se trata de una transformación completa de la organización social, deben participar las mismas masas; las mismas masas ya deben haber comprendido de qué se trata, por qué dan su sangre y su vida (…)” Cuando lo leí por primera vez, el texto tenía ochenta años y era muy contestado en el ámbito de las denominadas vanguardias.

No sé, entre la directiva de la rebelión catalana, cuántos leen a Engels. En el otro frente muy pocos. Lo mejor de ayer: No ha habido sacrificios humanos, aunque a una hora de la tarde se anunció uno. La falta de cadáveres rebaja un poco las expectativas, pero hay fotos de ancianas ensangrentadas dando la vuelta al mundo… Han ganado lo que querían: La primera batalla. Las portadas de hoy de la prensa internacional. Si templan un poco los próximos días, la situación insostenible va a ser la del gobierno de España. Desde Berlín y Bruselas ya han llegado trompetazos. Mariano y Soraya no van a tener un año hidrológico muy seco.


1 comentario: