En el final de la entrada del lunes pasado hacía un leve
recuento de cómo la ultraderecha va ganando espacios en diversas instituciones
europeas. España ofrece un marco muy singular en ese aspecto. Hay lápidas en
muchos lugares que avergonzarían en casi todos los países vecinos, pero no hay
representación institucional de ese signo. Institucional. La calle es otra
cosa. Abierta la caja de Pandora o de alguna vecina, confrontados dos
nacionalismos frente a frente, el del lado español levanta el brazo y canta el caralsol con una facilidad pasmosa. En
Madrid, en Valladolid… o el aporellosoé,
incluso en la Vía Laietana de Barcelona.
Así empieza el año hidrológico, lloviendo eso sí, menos mal.
Quienes no trempamos con ninguna
bandera entramos en un periodo difícil. Nos van a dar, nos están dando, por
todos los costados. Los del caralsol
no tienen dudas para un caso de ese tipo, solo se puede ser rojo peligroso y
antiespañol. Pero hay una novedad. Se ha abierto una oficina que expende
certificados de verdadera izquierda. No tiene que ver con lo que hayas hecho o
dicho o escrito a lo largo de tu vida. Si no te has entregado a defender la vía
Puigdemont, es que no eres pura
sangre de color adecuado.
El nacionalismo me parece una enfermedad. Sin vacuna
conocida ni tratamiento efectivo. No conozco, en los dos siglos y pico
transcurridos desde la revolución francesa, uno solo de ellos, centrípeto o
centrífugo, que no se haya afirmado contra otros, con la fe ciega en ser mejor,
superior, que los otros, con daños difíciles de calcular en el momento de
encender la mecha. Cuando llega al lenguaje el nosotros contra ellos, con poca
delicadeza, con nula posibilidad para las personas singulares, se cierran todas
las vías. La imposibilidad, en nuestro caso, de que una federación, esperanza
de muchos, pueda resolver el litigio.
De Rajoy me
parece que casi nadie esperaba casi nada, pero hubo apuestas por la habilidad
de Soraya para resolver el
conflicto. En algún momento ha vivido en Barcelona, o ha viajado allí varias
veces por semana. Por lo que parece para explicar que la ley es la ley, en modo
barrio Sésamo y que mantener la ley era el único cometido del gobierno de
España. No parece que en ningún momento se haya abierto alguna posibilidad a
algún cambio en la ley. La vicepresidenta y su equipo de abogados del Estado
solo han servido para que la noticia del día sea la represión implacable, a
ratos salvaje, unas imágenes que se convierten en coartada para los otros.
Engels no está entre los superventas del
año, pero desde que descubrí lo que sigue y han pasado más de cuarenta años, yo
soy fan del socio de Marx “(…)Pasó el tiempo de los golpes sorpresivos, de
las revoluciones hechas por las pequeñas minorías conscientes a la cabeza de
las masas inconscientes. Cuando se trata de una transformación completa de la
organización social, deben participar las mismas masas; las mismas masas ya
deben haber comprendido de qué se trata, por qué dan su sangre y su vida (…)”
Cuando lo leí por primera vez, el texto tenía ochenta años y era muy contestado
en el ámbito de las denominadas vanguardias.
No sé, entre la directiva de la rebelión catalana, cuántos
leen a Engels. En el otro frente muy pocos. Lo mejor de ayer: No ha habido
sacrificios humanos, aunque a una hora de la tarde se anunció uno. La falta de
cadáveres rebaja un poco las expectativas, pero hay fotos de ancianas
ensangrentadas dando la vuelta al mundo… Han ganado lo que querían: La primera
batalla. Las portadas de hoy de la prensa internacional. Si templan un poco los
próximos días, la situación insostenible va a ser la del gobierno de España.
Desde Berlín y Bruselas ya han llegado trompetazos. Mariano y Soraya no van a
tener un año hidrológico muy seco.
Bravo, Roberto. Buen trabajo
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