A punto de cumplirse siete años desde que empecé este vicio,
el de comentar semanalmente lo que veo y cómo lo veo, algún espíritu más
propicio a las paranoias que el mío creería que he estado sumergido en una
operación en la que algún maligno me envolvía. Con Alemania en la trastienda y
el escaparate. Yo estaba ayer con un sentido, o algo menos, pendiente de las
elecciones al Bundestag. También es cierto que el resultado se adivinaba pero
incluso la incógnita, si los neonazis iban a alcanzar más o menos del 10% de
los sufragios, me parecía merecedora de atención. Lo que no hay es descanso, pero solo porque no quiero y así es distinto.
Y en San Sebastián, donde no había asistido nunca a las
proyecciones del festival de cine, la película que más me ha gustado tiene que
ver con un pasado turbio, el de la
Francia ocupada por los nazis, la colaboración y la resistencia. Un tema que me
atrae desde niño con mucha fuerza. Las memorias de Marguerite Duras, el dolor, su dolor y el de los demás. Un tema no
muy bien resuelto en Francia aunque Pierre
Laval fuese ejecutado nada más terminar la guerra. El mismo Mitterrand aparece con su nombre de
guerra en el círculo más próximo a la escritora y decisivo a la hora de salvar
la vida de su marido. Un Mitterrand que hace un recorrido ideológico contrario
al de Laval. Y gana.
Por si no hubiera tenido bastante ración alemana, hoy mismo
he dedicado unas horas a enseñar la ciudad y comentar alguna de sus notas
históricas a un grupo de jubilados alemanes. Sindicalistas. Con uno de ellos
mantengo un amigo común, de mis tiempos catalanes. Abatidos en alguna
proporción por el resultado electoral de ayer. Interesados en esta ciudad como
referente de ciudad inteligente ¿? Alguna propaganda ha traspasado fronteras o
hay algo más que propaganda? Muy interesados en nuestra guerra civil y en la
situación catalana. Renuncio a explicar mi visión en alemán. No me llega. En
inglés salimos más airosos lo que no evita que en un momento una pregunta sobre
el Barça me descoloque…
Se reconocen próximos al SPD y a Die Linke. Sin problemas
aparentes entre ellos. Como muy tarde y reflexiono sobre la posibilidad de que
eso nos ocurriera aquí, donde sectores de la izquierda no han dudado en sumarse
a la revolución catalana. No parece contradictorio en este siglo rotularse como
internacionalista y anticapitalista y
abrazar la revolución de los aristócratas. Porque la revolución catalana no
tiene, que se haya visto hasta ahora, ningún ingrediente de revolución
proletaria.
Y sí, he pasado a “correo no deseado” una dirección de un
ciudadano francés que me bombardea con las bondades de la revolución catalana.
Si tiene mi dirección es por mi adhesión, hace años, a un manifiesto por el
reconocimiento del papel de los republicanos españoles en la Resistencia y la
Liberación de Francia. Los franceses de Toulouse, descendientes del exilio
español, tienen todos esa visión? defienden con ese coraje las aspiraciones de
los ciudadanos de Córcega?
Mis referentes catalanes se reunieron el miércoles pasado en
les Cotxeres de Sants y con mucha claridad llamaron a no participar en la
pantomima ilegal del próximo domingo. De eso no hay que inferir el más mínimo
apoyo al gobierno del PP. No parece muy difícil de entender. Es gente de mi
edad, la mayoría incluso mayores. Se
jugaron, nos jugamos, lo poco que teníamos contra la dictadura franquista.
Contra aquella legalidad.
Ahora, algún señorito de los de entonces, o sus hereus,
puede estar llamándolos, llamándonos, botiflers, cipayos, esas lindezas
nacionalistas. Pero esta legalidad imperfecta no es una legalidad totalitaria.
No voy a desearle a nadie la condena de una nueva legalidad totalitaria. Pero …
hay más de noventa diputados en el Bundestag y ocho en la
Asamblea Nacional de París, con sistema de doble vuelta y casi ochenta sumando los dos grupos extremistas del Parlamento Europeo, … que es por y para lo
que trabajan: Una nueva legalidad totalitaria. ¡A ver si descansan los séptimos días!
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