lunes, 30 de mayo de 2016

Mandamiento 11


No tomar en vano los temas de educación. De Educación. No es la ley de Dios. De momento tampoco la de los hombres y mujeres. En las últimas jornadas me he visto metido de nuevo en la olla que durante seis lustros fue mi medio natural. Mis compromisos sociales me han llevado a asistir al congreso regional de Educación y a visitar un par de centros educativos en relación con el drama que se vive en el Mediterráneo en torno a los refugiados. Y además, como todos los demás ciudadanos, las polémicas sobre horarios y vacaciones escolares y ahora, hoy mismo, el asunto de los deberes escolares en el Parlamento regional.

Los nuevos partidos siguen empeñados en dar espectáculo y uno de ellos además de fichar a un supuesto cómico como cabeza de lista, se va al Parlamento, debería haber un respeto mayor hacia la institución, a plantear un tema que quizá no debe exceder del Proyecto Educativo del Centro. Claro que es un parlamento en el que el mismo día, la anterior consejera de Sanidad, que creo recordar que algo tiene que ver con todo lo relacionado con nuestro gran hospital regional, incluida la velada privatización de muchos de sus servicios, se permite llamar garrapata al partido del presidente. El nivel no da más.

El desencuentro entre los distintos sectores de la comunidad escolar, profesionales, familias y administración, no ayuda absolutamente nada a que la política educativa sirva a los intereses de la mayoría. Con una administración, en principio y supuestamente cercana tanto a los sindicatos mayoritarios de los enseñantes como a la federación mayoritaria de las asociaciones de madres y padres, el consejero anterior cabalgaba sus neurosis sobre ese bicho: A él y a su partido no le querían por estar entregados a quienes hoy gobiernan, con esa situación actual no deberían suceder estas cosas.

Todo es más complicado. Las mentes sencillas o directamente simples, no deberían alcanzar esos niveles de poder. Después repercuten en el conjunto de la ciudadanía. Tampoco es razonable que las madres y padres se enteren por la prensa de temas que mediatizan notablemente la vida familiar. Exámenes, vacaciones y horarios escolares afectan al conjunto de la sociedad. En la inmensa mayoría de países de nuestro entorno esas negociaciones son parte tan notable del año político como los debates presupuestarios.

¿Acabaremos regulando por ley la cantidad de trabajo escolar que se puede hacer fuera del aula? En el territorio de la demencia todo es posible. Espero que si la respuesta es afirmativa alguien se moleste en hacer una determinada progresión. El día que terminemos por igualar a los alumnos de primero de Primaria con los de segundo de Bachillerato habremos alcanzado el gran objetivo de destruir el futuro.


Afortunadamente, en el interior de los centros educativos, funcionan microclimas que permiten seguir trabajando en favor de los alumnos. De todos.  Incluidos los hijos de quienes tanto enredan.

1 comentario:

  1. No es que cualquiera tiempo pasado fuese mejor, pero uno pasó por un "método" (la EGB, el BUP, el COU, etc) y todo lo que vino después le parece un temblequeante síesnoes que no se sabe a dónde va, si es que va a alguna parte. Creo que aquello -la EGB, etc- lo instituyó un coletazo del franquismo; de ser cierto, habrá que convenir en que daba coletazos de cierto empaque, pues los infinitos planes de la "democracia" han sido y son un absoluto despropósito.

    En la "educación", de entrada, se confunde lo que pudiésemos llamar "socialización" (despiojar a las bestezuelas, cosa más bien de casa) y lo que sería propiamente "instrucción" (cosa más bien de maestros). Digo yo que la parte del león debería ser la instrucción, pues de otro modo se condena a las generaciones venideras a "pensar" igual que las predecesoras.

    Visto así, parece obvio que "maestro" es el que sabe MÁS. Sabe más que los padres, probablemente, pero desde luego sabe más que el alumno. El tipo sabe, y por consiguiente no es un mero engranaje de ese fantasma llamado "comunidad escolar", sino el prota del cotarro: el que tiene que llevar lo que sabe al caletre más bien vacuo del alumno. Si no lo hace bien (más aún si lo hace mal), lo propio sería echarlo a la puta calle, no meterle una APA a modo de palo en las ruedas.

    Visto así, el que sabe, una vez explicado el asunto, tiene que constatar si el que aprende lo ha hecho o se ha tocado los cataplines o tiene alguna deficiencia más o menos subsanable. Y esa constatación se llama examen, y esto lo sabe perfectamente el alumno, claro, pero es que la APA tiene sus propias "ideas". Por ejemplo, la idea peregrina de que los niños tienen "derecho" a no ser examinados. Que no hay "derecho" a establecer reválidas, etc.

    Y luego, claro está aparecen los demagogos, digo los políticos. Gente de medio y aun ralo pelo que se cree en posesión de verdades epistemológicas, metodológicas, pedagógicas, filológicas y fisiológicas, en cuya virtud hacen lo que se les pone en los oeufs. Hacen leyes y las deshacen, promulgan decretos y los incumplen (o no), con absoluta falta de rigor y de sentido.

    Voy a parar, que me sube la tensión. Baste decir que en estos temas leo con agrado a un tal Miguel Ibáñez. Profesor de Instituto, creo, escribe de vez en cuando en El Diario Montañes. Escribe muy bien y lo que escribe tiene un aire francamente convincente. Estoy casi seguro de que no lo harán jefe de estudios.

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