Mientras vuelve a instalarse en las retinas de los
ciudadanos una nueva imagen tremenda de lo que nadie quiere para las playas
mediterráneas, al margen de si son de una orilla o de la de enfrente, quienes
aspiran a gobernarnos no parece que encuentren en este tema algo
suficientemente atractivo como para situarlo en el centro de la campaña. Hablo
del drama que viven las personas que huyendo de sus países en guerra o en
hambruna eterna, tratan de encontrar refugio en Europa. Se que puedo ser
reiterativo pero es que sigue siendo un asunto que ocupa una parte notable de
mi tiempo y de mi pensamiento.
Las encuestas, es inevitable no prestar un minuto de atención,
también empiezan a reiterar algo realmente nuevo. Si finalmente dentro de tres
semanas los socialistas ocupan el tercer
puesto como aquellas predicen con unanimidad, estarán en una posición no
alcanzada no ya en los últimos 40 años. Será una novedad en casi un siglo. No
creo que sea un problema interno del socialismo español, aunque tenga algún
condimento propio, la caída del PSOE a esa posición en la carrera electoral. En
muchos sentidos hace 12 años la situación no era muy diferente. El éxito de Zapatero en 2004 ocultó, retrasó de
hecho, algo que se estaba cociendo a
fuego lento desde la caída del bloque soviético.
Desaparecido el peligro rojo la socialdemocracia europea casi
se alzó con la única representación del bloque progresista, de izquierdas en
terminología clásica. Hasta que sus políticas reales, sobre todo en tiempo de
crisis, se han visto muy poco diferenciadas de las del neoconservadurismo y por
ahí ha empezado gota a gota, país por país, un lento desfile que ha ido
menguando el apoyo electoral mayoritario que llegó a tener. Falta la anunciada
caída de Francia para dentro de un año ¿y después? Habrá otro partido, como
ellos sucedieron a los progresistas liberales hace ya un siglo en muchos de los
países europeos.
La batalla ideológica va a seguir acompañando a la económica.
No es previsible ahí ninguna ruptura. En el caso español el estallido de casos
de corrupción que ayudan al adversario a igualar por abajo, los EREs andaluces
frente a todo lo demás, en víspera electoral puede ayudar al descenso pero creo
que se equivocan quienes lo dejen ahí. Hay más y hace tiempo que se apunta. Por
eso me parece la demostración más flagrante de impotencia el discurso de
veteranos dirigentes socialistas proponiendo un nuevo dilema moral: La alegría
en el uso del dinero público frente al enriquecimiento directo. A los
ciudadanos hartos les puede importar lo mismo que conocer lo que llevan los ángeles
en la entrepierna.
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