Mientras me construyo un nuevo refugio y asisto a la jornada
mundial de acción para pedir que los refugiados no sean excluidos de sus
derechos humanos, no evito enterarme del aniversario de ayer, que era mucho más
que San Isidro. Un lustro de aquel 15M que pilló a Rubalcaba de ministro del Interior. Me arriesgué sobre la marcha y
por una vez no me he equivocado mucho. Los franceses que quieren estar de pie
esta primavera lo están comprobando. De un ministerio socialista pueden llegar
prohibiciones que no llegaron desde el de Rubalcaba. Después todo lo demás. Y
ahora, el frente popular.
Se lo he escuchado no solo a los típicos voceros/bocazas de
la derecha más radical. Viene de ambientes muy cercanos al partido socialista
cuando no de militantes de cierto postín de ese partido. Desde un intento de
justicia histórica, un frente popular sin partido socialista tiene que ser
necesariamente otra cosa. Tildar de Frente Popular –con la carga histórica que
el término tiene en España- a la conjunción entre una Izquierda Unida venida a
menos y harta de ser estafada con la ley electoral vigente y la marca
supuestamente en ascenso de Podemos, una alianza de izquierdas o de los de
abajo, poca diferencia veo, pero tildar de frente popular a esa alianza
electoral, es un fraude histórico.
¿A qué es debido ese fraude? Solo se me ocurre una palabra
que defina en corto: Miedo. Miedo del PSOE a dejar de ser la primera referencia
de la izquierda pero también, y casi nadie lo apunta, terror del PP a dejar de
ser la primera fuerza política de España. Cuál es la fuerza actual del PCE?
Quién hace ahora de Stalin? Si la respuesta lleva a Venezuela puedo partirme de
risa.
Debido al sistema electoral mayoritario, para el Senado si
ha habido propuestas convergentes que podían haber acercado la confrontación
para esa Cámara a un duelo popular: Partido contra Frente. No entiendo el
escándalo. Me arriesgo, sin hacer un recuento preciso de los últimos datos, a
apostar por una mayoría amplia del Frente. España es así, le guste más o menos
a quien sea. Puestos a escoger entre un Partido Popular que apesta a corrupción
y una convergencia de fuerzas de centro izquierda e izquierda en prácticamente
todas las provincias el triunfo sería para esa candidatura unitaria. Mayoría
absoluta para garantizar los necesarios cambios institucionales.
¿Dónde el escándalo? La seriedad o no de la propuesta de los
dirigentes de Podemos o conocer la residencia del poder real en el PSOE quedan
para otro capítulo de la misma serie. Aunque no es obligatorio excluir que el
miedo anteriormente citado atenace al PSOE de manera muy especial. Qué podría
perder autorizando en Valencia lo que ha sido común en otros momentos en
Catalunya, -la Entesa- incluso en otras circunscripciones absolutamente
templadas como Cantabria antes de 1982.
Ayer una parte de quienes han recordado lo ocurrido hace un
lustro han afirmado con mucha firmeza que siguen sin representarlos, ni los
antiguos ni los nuevos. Casi siempre al hablar de los nuevos, para bien o para
mal se habla de Podemos. Pero Ciudadanos sigue empeñado en poner de cabeza de
lista en esta circunscripción a candidatos difíciles de tomar en serio. Sumado
a su papel de soporte del grupo popular en el Ayuntamiento de Santander… que
nadie se queje de que la novedad se la apropien los otros.
Dicen que decía Franco que "los partidos políticos destruirán España". La atribución es verosímil (mucho más que los infinitos chascarrillos que le endosan a Churchill) y me niego a aceptar que sea verdad, claro, pero a veces uno... En fin.
ResponderEliminarServidor nunca ha militado en ningún partido político. En tiempos tuve cierto contacto con los modos organizativos "del Partido" -que era el PCE y se llamaba así porque no había ningún otro- y luego seguí viendo cómo se debatía el PCE en la competencia con los que fueron llegando. Podría escribir muchas páginas, anécdotas, cosas, pero voy a recordar solo una. El PCE se había dotado de una amplia sede en Santander; primero estuvieron en un pisito de la C/ San José y se trasladaron a un vetusto edificio en la C/ Alcázar de Toledo. Este local era voluminoso y tenía espacio para conferencias, actuaciones, etc, a cargo de gente que venía de fuera de Santander, para impartir doctrina, cantar, etc.
Uno de los que vino se llamaba Jordi Petit, y vino como representante comunista en el FLHOC: Frente de Liberación Homosexual de Cataluña. ¡Un comunista maricón! ¡Llamen inmediatamente al camarada Beria! ¡Lister lo hubiera enviado al paredón! Esos comentarios se oyeron, entre alguno más ponderado, según el cual "el PCE empezaba a morirse con semejantes aliados".
El PCE no se murió por eso, claro, pero se murió, ya lo creo. Y creo que la debacle empezó en las primeras elecciones democráticas, cuando "el Partido" tuvo que conformarse con 19 diputados y tragar la quina del sorpasso socialero. De aquellos 19 diputados, ley d'Hont por medio, hasta la absoluta irrelevancia, que es la ruina absoluta.
Ley d'Hont por medio, sin duda, pero otro par de hechos muy significativos. Uno, que el 80% de los trabajadores españoles son dueños de una o más viviendas. Dos, que la Unión Soviética se fue a tomar por el culo. Uno más dos igual a que los ideales comunistas no tienen cabida en este pellejo taurino. (Bueno, cabida tienen, pero no de forma significativa ni duradera.)