Entre Brandenburgo y Sajonia no hay montañas, casi no hay colinas, y no se puede decir que la llanura sea un plato, ligeras ondulaciones que en ese sábado de mitad de abril dan al paisaje verde un aspecto extraño, bello sin duda, como un mar enorme y verde. Algún cereal de los denominados fríos, avena, centeno… ha brotado ya, pero mi primera nota en ese viaje tiene que ver con la energía. Con la energía eólica, que no necesita montañas para instalar sus aerogeneradores, incontables en este trayecto. Si es necesaria una firme creencia política y ciudadana en un nuevo sistema de consumo energético, más sostenible.
En Alemania el adelanto político, sus verdes son algo más que un partido con muchas responsabilidades de gobierno en ciudades y Länder, es innegable. La posición consensuada de todos sus partidos respecto a las centrales nucleares después del accidente de Fukushima o la obtención del doble de potencia eléctrica que España de fuente solar, con aproximadamente la mitad de horas de sol…
Pero el día se fue nublando y cuando llegué a Dresde el sol estaba bien oculto tras imponentes nubes. Antes de cruzar el Elba la panorámica que ofrece la capital de Sajonia es muy impresionante. Solo ese instante merece el viaje. En su perfil urbano me llama la atención lo que sin duda es un teatro. La Ópera. Tiene un notable parecido con el Arriaga bilbaíno.. Lo primero que hago después de comprar una tarjeta para el transporte urbano es volver al río. 5€ para todo el día. Todos los usos que se deseen. Me parece un precio más que razonable. Paseo su orilla derecha y cruzo por otro puente. La ciudad antigua es impresionante.
El caso es que empieza a llover y entro en la catedral católica y acaba de empezar un concierto de órgano… y es un momento en que es más fácil creer en la existencia de algún todopoderoso que te da refugio de la lluvia, te ofrece asiento, te regala los oídos con música próxima al cielo y además todo gratis. Escampa. La catedral luterana- Fraukirche- ha cerrado a las doce por un concierto de órgano. Abrirá de nuevo a la una. Yo no puedo perder tiempo. Tomo otro tranvía para ir al Asisi Panorama. Lo que he visto en la oficina de turismo que debe ser una buena recreación de la ciudad destruida en 1945.
Voy muy entretenido y no me entero pero el tranvía empieza a hacer un recorrido que me suena, estoy regresando. Ha llegado a su parada final y ha empezado a volver. Me pierdo el panorama pero no quiero perderme la iglesia de las mujeres… Aprovecho para comer, muy bien por cierto. Otro momento de ayuda divina. Casi resignado a entrar en un McDonalds me resisto un par de minutos más y … bingo! Un genuino alemán con menú del día, que con algún extra, da de comer en sábado en el centro de una ciudad turística por un total de 18 €.
Después ya la Fraukirchen, también muy espectacular, el callejeo, que me interesa más que algún salón barroco con alto precio de entrada, y otro tranvía para ver la ciudad desde los altos del sur, el lado opuesto al que he conocido por la mañana. No hay moraleja. En mi primera visita a Alemania recorrí con bastante tranquilidad el valle del Rhin. La segunda fue de solo cuatro días a Berlín. En esta tercera, mucho más extensa, Berlín se ha llevado la parte del león pero las horas de Dresde han merecido mucho la pena. Y, será que en sábado también descansan pero, ni rastro de los extremistas de PEGIDA, esos supuestos patriotas europeos que si tuvieran oportunidad se dedicarían a la caza del diferente y que parece que tienen el cuartel general en esta preciosa ciudad. Mucho más me queda pero Munich … el día que el Barça le ha colocado un 3-0 al Bayern tiene más tirón que nunca. Veremos
Gracias por tus doctos, y a la vez lúdicos, artículos viajeros. Me gustan mucho tus experiencias semi religiosas, pero yo me lo haría ver, por si acaso. ¿Serán gases?
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