Nuestro jefe de gobierno, que dirige un partido con meapilas
oficiales, nos ha salido blasfemo. Ha dicho en el Congreso que la corrupción
empezó en el minuto uno del planeta. Lo que traducido a lo que algunos de sus
ministros, quizá él mismo, creen con firmeza, significa que hablando de humanos
o Adán o Eva metían mano en el bolsillo del otro. ¿Pero no iban desnudos? ¿Dónde
metían la mano? Voy a tratar de no liarme. Hace tiempo que la teoría
creacionista, con la que me encontré por última vez con alguna fuerza hace ya
quince años en un verano americano, solo me parece una ficción curiosa. Se acerca a un cocido,
con papel estelar de la costilla.
El señor Rajoy,
obligado a silbar mirando al techo mientras cumple un penoso papel, imposible
para actores mucho mejores que él, decir en el Congreso que ellos, la mayoría
de dirigentes de su partido, no tienen nada que ver con la corrupción, que sólo
son unos pocos aprovechados los que les ponen en dificultades. Pero la víspera
tuvo que cesar a la ministra Mato, y
no por su falta de capacidad, que ya estaba acreditada también desde el minuto
cero. Ha sido por el otro asuntillo.
Con horas de diferencia se conoce lo que altos funcionarios
piensan del trabajo que se les encomienda, -negándoles la preparación que
tienen para cometidos de mucho más interés,- cazar a los más pobres
diablos de la economía informal mientras las grandes corporaciones obtienen
bonolotos diarios… papel que el actual presidente de la Comisión Europea
facilitó de muy buena manera mientras era el primer ministro de su pequeño
país…Lo que le acabamos de premiar respaldándole en su puesto actual.
Las siglas P y C nombradas una tras la otra, durante muchos
años tuvieron un significado político en España y en buena parte de Europa
occidental, la oriental era otro asunto, que remitía a valores de resistencia
contra las tiranías, de lucha por la democracia y la igualdad y por la mejora
de las condiciones de vida del conjunto de la ciudadanía. Todo eso desapareció
del imaginario mayoritario casi a la vez en que PC empezó a remitir al
ordenador personal. Algún productor cinematográfico también añadía PC al nombre
de su empresa.
Ahora que aquel artilugio, PC, en alguna de sus acepciones,
puede sonar a algo que ya usaban los bisabuelos, en el mundo de tablets,
androids, smarts, etc. PC suena significativamente en algunos lugares a
políticos corruptos. Política corrupta. Que no es toda la política ni todos los
políticos, por supuesto. Pero la corrupción está anclada ahora mismo en el corazón
del sistema. No sólo en España. Portugal ha tenido primera plana reciente. Y
los dirigentes de los dos principales partidos, con casos notables en sus
filas, han tardado tanto en abordar el asunto con seriedad que todavía no lo
han hecho con la suficiente. Y se lo echan en cara los unos a los otros.
Patético el caso de CIU, sacando pecho en el Congreso mientras su vocal en el
CGPJ, ha dimitido rápidamente todo hay que decirlo, iba de compras a Andorra
con calderilla. Claro que su sustituto parece que también tiene papeles
judiciales pendientes. Un no parar.
Hay amaneceres más duros que los que nos traen nuevos casos
de corrupción. ¿Qué lleva a un padre de familia de más de cuarenta años a morir
asesinado en el marco de una pelea concertada de antemano con un partido de
fútbol como marco de referencia? ¿Está reglada la figura delictiva, o no, de un
ministro interesado en la industria de armamento, que el día que inicia una
visita a Israel levanta previamente el
embargo de armas decretado hacia aquel país?
La corrupción empieza a contabilizarse. Las cuentas cuadran.
Lo que falta en los presupuestos públicos, lo que ha significado recortar los
servicios públicos, estrangular la economía, elevar el índice de desempleo a
las cotas actuales, arruinar a la mayoría, arruinar hasta la esperanza y hacer
que miles de jóvenes bien preparados se busquen la vida en el extranjero, todo
eso que falta está en los bolsillos, en las cuentas, a menudo en paraísos
fiscales, de los políticos corruptos y de sus amigos los empresarios
corruptores. Es tan simple como eso. Y si Rajoy y Sánchez recurren únicamente a
descalificar lo nuevo, incierto e inestable, pero inmaculado en el
terreno de la corrupción, Podemos no va
a parar de crecer.