Algún ministro del gobierno ha censurado, no hace mucho
tiempo, un informe de Cáritas, en el
que se señala el empobrecimiento creciente de la población y en el hecho de que
cada vez más, los necesitados de asistencia social son nativos y no inmigrantes
subsaharianos. Ahora es el propio INE el que, con sus referencias, las que
todavía el gobierno no ha cambiado para que la madrastra de Blancanieves sea la más bella del
reino, esa estadística oficial es la que arroja la contundencia del dato: Una
cuarta parte de la población vive bajo el umbral de la pobreza y en riesgo de
exclusión social. El dato es objetivo, se trata del ingreso medio anual para
una familia de cuatro miembros. Se llega o no se llega. Un 25%, redondeando, no
llega.
Otras organizaciones humanitarias han tomado el relevo a lo
que inició Cáritas. En terrenos sensibles como el respeto a los derechos
humanos, tanto Amnistía Internacional
como Human Rights Watch han alertado
sobre modificaciones legislativas que alejan España del amarre a la primera
categoría entre los estados de la tierra. Otra más, Intermon Oxfam, se interpuso en las valoraciones post-electorales
de la semana pasada al anotar que las grandes empresas pagan 50 veces menos
impuestos que las familias. Que la contribución a los gastos de todos la
sostenemos asalariados y pensionistas en esa proporción respecto a quien sigue
haciendo grandes beneficios.
De entre esas grandes empresas, 33 de las 35 del Ibex están
cada vez más asentadas en paraísos fiscales. 30 meses después del triunfo
electoral del PP no se puede decir que no hayan ido deprisa. Eso es la parte
sustancial de lo que el PP denomina reformas. Mucha propaganda en torno a la #marcaEspaña y una realidad muy alejada
de aquella de hace pocos años cuando supuestamente estábamos entre los ocho
más ricos del planeta. Todo eso ayuda, sin duda, a que la vicepresidenta vea tanta
alegría en la calle.
Además de vender que la política que hacen es la única que
se puede hacer, tratan de convencernos de que el resultado es positivo. Y ahí
es cuando ha saltado la primera costura en forma de castigo electoral a los dos
grandes partidos del sistema. Claro que uno va a seguir gobernando y el otro,
con mucha historia detrás, se ha sumido en un proceso del que no adivino con claridad
el final. En menos de una semana el PSOE ha dado pasos en direcciones múltiples.
Le deseo de verdad, creo que es bueno para la mayoría de la población, que
encuentre rumbo pronto.
Si queda alguien que todavía mande algo en ese partido, debería desautorizar de una vez a quien les llevó a altas cotas de prestigio y de lo contrario. El incumplimiento
del programa electoral del PP de 2011, no es pionero. El “de entrada no” del PSOE
de 1982 en referencia a la OTAN es un precedente. En una sola legislatura
pasaron a reclamar el voto afirmativo amenazando con todos los infiernos si
ganaba el no. Al inicio, a las repercusiones de ese incumplimiento, se le llamó
desencanto. Y en junio de 1993, con el sistema haciendo aguas y la corrupción desbocada,
una mayoría insuficiente para gobernar le hizo exclamar en la noche electoral,
a ese mismo Felipe González, que
había entendido el mensaje. Significaba un giro a la izquierda para el que
eligió la compañía de… Jordi Pujol.
Otro capítulo más reciente lo escribió Zapatero en mayo de
2010 cuando olvidó el “no nos falles” de 2004. En pocos
días se cumplen 37 años desde las primeras elecciones del postfranquismo. Más
de la mitad de ese tiempo el PSOE ha gobernado en España. Su etapa de gobierno
tiene luces y sombras y ver a un señor bastante mayor, reclamando, muy
ofendido, bajo un anuncio de la Caixa, su pertenencia a la “casta” que trajo a España #noséqué,
es muy doloroso. Todo lo que ha traído la casta lo pagamos los ciudadanos,
aumentado con las comisiones de los corruptos. De todos los partidos que han
gobernado hasta ahora.
Eso ayuda a entender la irrupción de la marea que se gestó
hace tres años, de la que no se veía entonces la articulación política. Marea y
resaca difíciles de controlar de momento.
El viernes 6, contra mis costumbres habituales y ya que no
he podido ir a Normandía por diversos motivos, trataré de pegarme a una
pantalla. Son 70 años del día D. El día más largo.
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