lunes, 25 de noviembre de 2013

Frida y los demás



Estoy de vacaciones y esto no ha salido a su hora. En algún momento he pensado que no salía, no puede parecer que mi inexistente editor me exige una entrega cada lunes por la mañana. Pero al final necesito airear lo que tengo dentro del envoltorio craneal, pongamos un cerebro. Y es que estoy enganchado a una lectura de esas que, teniendo tiempo, le pones 100 páginas diarias y quieres más. Una lectura en la que aparecen personajes controvertidos, con los que has tenido relación histórica, y que te obligan a posicionarte en cada página.

Me he aficionado muy recientemente al oficial Mario Conde, de la policía cubana y ahora ha caído en mis manos el hombre que amaba a los perros. Padura tiene aquí seguramente su gran obra literaria. Trotsky y Mercader desde dentro, en sus ámbitos familiares, con sus amigos y sus amantes. Mercader con su madre, Caridad, que debía ser más madre de lo que suelen ser las madres. Y una conexión cántabra que desconocía y que me llevará a indagar por el valle de Aras

Y el tiempo histórico que los envolvió. La revolución bolchevique, sus antecedentes y consecuencias. El ascenso de los fascismos. La guerra civil española. El conflicto mundial que acaba de desencadenarse cuando la operación contra el pato Trotsky entra en su fase final y lleva a Mercader primero a Nueva York, donde ve los titulares de la invasión alemana a Polonia, y poco después a México.

Problemas históricos que me ha tocado explicar a mis alumnos durante años, no sé con cuánto éxito, el de los conflictos dentro del conflicto. La pluralidad del bando republicano, los sucesos de mayo del 37 en Barcelona, su tímido correlato en Salamanca… El hecho de haber tenido una postura previa, militante, sobre la necesidad previa de ganar la guerra para poder hacer la revolución posteriormente frente a lo que parecía como más ingenuo de hacer la guerra y la revolución a la vez. Lo cual no dejaba de tener su interés. O el hecho de saber que todo esto se ha escrito en la Cuba castrista donde también tenían, o tienen, una postura bastante bien definida sobre esos temas históricos.

Y tratar, y eso es lo que me anda clavando alfileres, de ver si frente a una espantosa coyuntura presente hemos aprendido algo del pasado. Ahora que nadie plantea una revolución más radical que la de volver a dónde estábamos, como en el chiste de virgencita- que- me- quede- cómo- estoy, con la desconfianza plena en quienes pudieron en su momento ser los adalides del sistema que los otros están desmontando literalmente a calzón quitado. Como parece que Trotsky persiguió a Frida Kahlo hasta que ésta pensó que ese señor mayor que albergamos en casa puede ser la ayuda para vengarme del caradura de Diego que se lo monta con quien puede.

Dado el nivel demostrado anteriormente debo declarar y declaro que el Diego de la línea anterior era un pintor mejicano. No vaya a ser … Y eso, que no le va a dar tiempo a todo el mundo, pero que se impone una reflexión muy seria sobre las próximas citas electorales y la posibilidad de que los caraduras, aunque no sean muralistas mejicanos, dejen de estafar, timar, robar, atracar a sus conciudadanos. El combate por la Historia, necesario siempre, aparece para los próximos meses como imprescindible.

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